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La procesión de cierre de los misioneros de la iglesia católica de San Vicente Mártir, en la falda del volcán Pacaya, el sábado 22 de mayo. Simone Dalmasso

Lava del Pacaya paró por ahora y pobladores celebran con una procesión

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Lava del Pacaya paró por ahora y pobladores celebran con una procesión

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En la mañana del sábado, los misioneros de la iglesia católica de San Vicente Mártir realizaron la última procesión en la falda del Volcán Pacaya. Los pobladores que viven bajo el volcán Pacaya celebraron misa y dieron un recorrido que terminó en la pequeña iglesia de San José El Rodeo, uno de los que, de no haber cesado la lava, hoy ya no existiría.

Es una tradición de todos los años, aunque ahora agregaron una felicidad extra. Por siete miércoles seguidos después de la Semana Santa, los pobladores de San Vicente Pacaya recorren los barrios del pueblo. Este año, como una forma de mostrar agradecimiento porque el río de lava del Pacaya paró, variaron el recorrido y recorrieron las faldas del volcán.

La procesión avanzó en paz, rezando y agradeciendo al cielo porque su mayor pena, la lava, por fin terminó. O al menos hizo una pausa.

Durante los días de amenaza, la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) hizo constantes monitoreos y advertencias, algo que los vecinos ya tenían bastante claro. Y es que vivir bajo el Pacaya es un dilema: Por un lado la lava atrae turistas, y eso mejora la economía de los vecinos; por otro, sin ella no hay ingresos económicos, pero sus casas están seguras.

Los rezos avanzaron bajo la lluvia intensa, en el medio de la neblina o, como hoy, bajo un inclemente sol matutino. Fieles de la congregación llevaron cruces, agua bendita y santos que desfilaban frente a los bultos de roca que hace unos días el flujo de lava irradiaba un rojo intenso, pedían la bendición de Dios frente a la real amenaza de un cataclismo.

“Hoy es un día muy oportuno para rezar” comentó el padre Martín Sirin durante la homilía, con tono solemne y, al mismo tiempo, aliviado. El cese de la fuerte actividad eruptiva, desde hace diez días, restituyó un poco de tranquilidad en los corazones de los devotos y, probablemente, a toda la población que vivió semanas tensas.

El recorrido hacia la lava solidificada que comió hectáreas de cultivos fue muy breve, sin ansias de fanatismos, pero alegre. Lo acompañaron el ruidoso estallido de cohetes, al salir de la iglesia, y el tintineo rítmico de una campana.

Por el momento, las comunidades que rodean el volcán Pacaya descansan y rezan aliviadas… por el momento.

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