Ahora el agro guatemalteco se encuentra en medio de “las siete plagas” con todo lo que representan impactos de productividad, empleo, impactos ambientales, dificultades de acceso a mercados, alteraciones de precios y otros.
El café, legendario producto de exportación del país se ve afectado por la roya, una vieja conocida del sector, enfermedad causada por un hongo que ha vuelto justo en el peor momento: con los precios internacionales en caída libre y un inventario de cafetales envejecidos en su mayoría y vulnerables a todo tipo de riesgos. Los impactos sobre la caficultura siempre son ampliados en la economía y la política, es célebre la frase de un exministro de Finanzas que dijo “cuando los precios del café están altos, el gobierno de turno tuvo la mejor política económica”. Así que mientras a muchos se les ocurre discutir sobre quiénes son los culpables por obra u omisión, los impactos reales con la caída en el ingreso de divisas, el desempleo en el campo, las migraciones rurales alteradas y otros eventos se manifiestan en el cortísimo plazo y no da tiempo para actuar sobre estructuras, sino primordialmente sobre coyunturas, hasta la próxima crisis.
El cardamomo, del cual Guatemala es de los principales productores y el mayor exportador, también ve juntarse una caída en precios internacionales con el aparecimiento del llamado trips del cardamomo, insecto que devasta las plantaciones en su mayoría ubicadas en zonas de difícil acceso y explotadas por productores de subsistencia.
Las papas, cuya superficie de cultivo es de aproximadamente 8,353 hectáreas con 40,478 productores, y que según datos de BANGUAT la producción en el 2010 fue de 510 miles de toneladas métricas, creando aproximadamente 11,500 empleos directos anuales, se ven afectadas por un complejo de bacterias que afecta tanto al producto final como a la semilla y además de los impactos económicos hace retroceder los esfuerzos por incorporar este cultivo como una de las opciones más viables en materia de seguridad alimentaria, con altas inversiones financieras y técnicas, especialmente por parte de Cooperativas.
El pollo, amenazado por la influenza aviar y su nueva versión mutante presente en México (H7N3), que ha obligado a este país a invertir gran cantidad de recursos financieros, humanos y técnicos; y que gracias a eso no está presente en Guatemala que tiene inversiones multimillonarias en el sector.
Los cerdos, que luego de haber declarado el país libre de Peste Porcina Clásica, ésta fue reemergente en el 2011 afectando a un sector que está llamado a desempeñar un papel importante en el abasto de la industria cárnica para comercio centroamericano (cerrado ahora como consecuencia de la enfermedad) y en la seguridad alimentaria de la población a partir de la producción en traspatio.
El maíz, con la conocida “mancha del asfalto” (producida por un hongo) verá afectado su rendimiento, impactando en la seguridad alimentaria de la población y en los dos sectores industriales que son los mayores consumidores de maíz en Guatemala. El primero es la agroindustria de producción animal (avícola y porcina), que utiliza predominantemente el maíz amarillo como base de los alimentos concentrados. El otro sector es el que elabora productos de consumo humano, donde puede hacerse una división entre la fabricación de harinas, que se basa en el maíz blanco, y la de otros productos, como boquitas y fritos, en su mayoría elaborados con maíz amarillo.
Una situación difícil, la séptima plaga que acá nombraremos así es un mercado con precios distorsionados en insumos y productos, una institucionalidad tanto pública como privada que “hace turismo en el borde del abismo”, una bajísima atención a la educación agrícola, la investigación y la innovación; si en este momento el sector agrícola guatemalteco compra un circo, seguro hasta le crecen los enanos.
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