Por un lado, con cara de circunstancias convoca a la comunidad internacional –sí, a la comunidad internacional, a esa misma a la que ha reprochado su apoyo social– para pedir ayuda por la crisis generada por la sequía. Con el apoyo de sus diputados en el Congreso, busca establecer estado de calamidad en 16 de los 22 departamentos del país.
Pero, días antes, corría la oposición a una iniciativa que casi secretamente habían desempolvado, sus diputados y otros aliados, para aprobar el decreto 19-2014 Ley de Obtenciones Vegetales o mejor conocida como “Ley Monsanto”. Una iniciativa que, de mantenerse vigente tal cual, estaría abonando el terreno de la crisis por la cual clama ayuda internacional.
Ambos hechos, la crisis por la sequía y el impulso de la ley que podría privatizar las semillas nativas y empobrecer a los pequeños agricultores, son una de las más vivas expresiones del egoísmo mercantilista que domina este país. Un egoísmo que se nutre de la convicción de que hay un destino manifiesto para profundizar la miseria y que el Estado –el guatemalteco en este caso– se organiza y funciona para mantener el destino de los pocos privilegiados.
En calidad de gendarme del egoísmo como ideología, el gobernante aceptó y promovió la desempolvada de un decreto engendrado en la mente de Mariano Rayo, otro servidor de la doctrina de la codicia. Un padre de la criatura, no precisamente distinguido por cumplir con las leyes de propiedad intelectual que tanto busca defender.
Lo cierto es que, esta lógica del absurdo tiene al gobierno bateando por la vigencia de la ley del individualismo en favor de una transnacional de la muerte, a la vez que plantea la crisis por venir con la sequía prolongada. Una sequía que ahondará las ya difíciles condiciones de las familias en el campo, acorraladas por el modelo de exclusión.
Pero, ¿cuál es el origen de las circunstancias de vulnerabilidad social en el agro? Un estudio de Helmer Velásquez, Director de la Coordinadora de ONG y Cooperativas (Congcoop), publicado en el 2009 advierte cómo, de ser un país autosuficiente en materia alimentaria, Guatemala derivó en ser un importador del 70 por ciento de lo que se consume. Sumado a ello, destaca las condiciones de inequidad en la distribución del acceso en propiedad a la tierra al destacar que, “menos del 2% de los productores posee casi el 57% de las tierras productivas. De los 18.937 km2 aptos para el cultivo del maíz, 7.235 km2 – en propiedades privadas de gran extensión – se encuentran sub-utilizados, cubiertos de arbustos, matorrales, pastos cultivados y pastos naturales o yerbazales”.
Datos que se han mostrado permanentemente. El gobierno y sus expertos han sabido esta realidad, merced a estudios de instancias nacionales e internacionales. Sin embargo, no se atiende al problema de raíz sino más bien, se busca paliar la emergencia y mantener, en la más irracional de las conductas, la vigencia de su ley del hambre o “ley Monsanto” porque allí lograron colar la ampliación presupuestaria para hacer más “fisiquín” a su candidato no candidato.
De manera que, sin el menor sentido de la vergüenza, pese a haber lanzado oprobios contra la cooperación internacional, pide pelo para enfrentar la crisis ante la incapacidad oficial de lograrlo. No sólo por la falta de visión sino, particularmente por la indisponibilidad de recursos ante el fracaso de la recaudación fiscal y el robo desmedido de los magros recursos del erario.
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