Si tomamos como muestra los últimos 25 años, apenas un cuarto de siglo; encontramos cambios que aceleran y profundizan la desalineación entre lo que la tradición o el conglomerado dice que debe ser y lo que realmente sucede. Un buen ejemplo es la concepción de familia, cada vez queda más lejos la visión de una familia de caja de cereal: papá elegante que se entiende se dirige a trabajar, dos o tres hijos (pareja más uno) sonrientes listos para ir a estudiar y mamá con gabacha, lista para encargarse de las tareas del hogar cuando todos se hayan marchado.
Los cambios acelerados en la sociedad, han moldeado nuevas situaciones que introducen variaciones de la supuestamente ideal vida en familia, a nivel de unión humana: los fuertes descensos en la fecundidad, la liberalización de las relaciones sexuales, el aumento de la fecundidad fuera del matrimonio, el retraso en la edad del matrimonio, la utilización de anticonceptivos y retraso en el nacimiento del primer hijo, retraso del abandono del hogar por parte de los hijos, aumento de la proporción de los que se mantienen solteros, aumento de las uniones libres, aumento de las rupturas matrimoniales.
También existen cambios a nivel del individuo: la exaltación del deseo de realización personal o de libertad que puede entrar en conflicto con cualquier tipo de compromiso a mediano o largo plazo, la visión del matrimonio como un contrato, el aumento de la cultura del divorcio (hay que recordar que cuando se dijo que el matrimonio era para toda la vida, la expectativa de vida era de alrededor de 35 años). El dilema permisividad – responsabilidad paterna y el principio de igualdad y libertad, traducido en un énfasis exagerado de la permisividad de los hijos (hay quien ha dicho que nosotros somos una generación que pasó de ser esclavos de sus padres a ser esclavos de sus hijos), y un aumento en el número de mujeres que deciden formar una familia en monoparentalidad.
Toda la serie de situaciones actuales y ciertas pero desajustadas al ideal del sistema, hace que los padres traten de compensar las situaciones frustrantes para los hijos con actitudes sobreprotectoras, y esto ocasione un reflujo que causa insatisfacción en muchos padres al sentirse dominados a veces por los propios hijos. Hay que tomar nota que el modelo predominante hasta mediados del siglo XX, en el que convivían varias generaciones y que ha servido como referencia, es cada vez menos común.
En nuestro medio, y por razones que van desde lo social hasta la económico; debemos entender que nuestros modelos de familia son diferenciados a la ideal escena de la caja de cereal: los huérfanos de la violencia, las familias separadas por la migración laboral, el alto número de madres solteras y ahora acompañado el fenómeno por las madres adolescentes; en fin, el sistema debe considerar a aquellos que aún cuando no viven en el paradigma, pueden y deben ser protegidos y apoyados para conseguir el mejor ideal: seres humanos libres y útiles a su sociedad.
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