Para quienes no estén familiarizados con esto, se trata de la clasificación de la película en inglés. «PG» significa «parental guidance». Los chicos no deben ver la película sin que los padres lo autoricen y estén dispuestos a ofrecer explicaciones y apoyo, de modo que no se malinterprete el mensaje. El número «13» significa que solo niños mayores de esa edad pueden continuar frente al televisor. «SLNV» son las iniciales de las palabras sex (escenas sexuales), language (lenguaje vulgar o inapropiado), nudity (desnudez) y violence (violencia).
Ya está. El canal de televisión ha cumplido su deber moral. El público está advertido. La responsabilidad es ahora de los padres.
Sería aburrido criticar a los canales de televisión, a los distribuidores de películas, a los anunciantes, a las instituciones reguladoras de los espectáculos públicos y al resto de entidades que hacen parte del sistema. Ya sabemos qué los mueve.
Así que, queramos o no, el problema les queda a los padres. Son las cuatro de la tarde. Han de estar trabajando. Quizá alguien esté en casa y pueda cambiar de canal, pero eso no sucede siempre. Así que nuestras hermanas menores, hijos, sobrinas, nietos y primas pequeñas podrían estar frente a la pantalla sin saber el tipo de película que viene.
Ya está. Sin darnos cuenta, los pequeños han recibido una dosis masiva de cosas que no entienden. A decir verdad, eso sería lo bueno. Es una tonelada de información que procesarán con sus chips básicos. Siendo que estas cosas no se discuten con papá y mamá, es mejor no preguntar. No sea que se lleven una regañada. Cada quien saca sus conclusiones y maneja su curiosidad como mejor pueda. Algunos, ¿cuántos?, querrán imitar.
En un país donde lo normal es callar para no meterse en problemas haremos lo mismo en este caso. Apostamos ciegamente a que la niñez no ve ni escucha cosas inconvenientes. También callamos y dejamos que el tiempo lo resuelva por nosotros. O que les hablen en la iglesia o en la escuela.
Si hablamos de controlar la programación televisiva, alguien puede hablar de censura y atentado contra la libertad. La censura solo se aplica a los opositores políticos, a los disidentes y a quienes quieran decir verdades incómodas al establishment. Todo lo demás va contra la libertad y la democracia, cimientos de nuestra gran nación.
«De todas maneras, allí está la internet», dirán los empresarios de cable y de canales de televisión, tan preocupados por la educación y la cultura y devotos de ellas, como el mismo ministro que dijimos.
Así que hay que afrontarlo: como adultos responsables, debemos buscar orientación para saber cómo abordar estos temas con los niños.
De no hacerlo, que no nos extrañe ver niños sicarios, suicidios infantojuveniles y embarazos de niñas desde los diez años de edad.
¿Cómo preparan los pederastas el camino a sus crímenes? Hacen que los niños vean pornografía. ¿Saben qué? La televisión también. Aunque sea light. Ligera solamente en comparación.
Ver a la niñez tan desprotegida es una puñalada. Si el sistema que debe asumir responsabilidad está entretenido con otras cosas, entonces es tarea de los adultos responsables. Si a nosotros no nos hablaron de sexo, violencia, amor, relaciones sanas y demás, que ello no sea una excusa, sino una motivación.
Recuerdo que a la edad de nueve años sabía cosas que venían como de una nebulosa. Se hablaban entre niños. Claro, no estaban la televisión ni el cine de ahora para ayudar. Ya sabíamos la diferencia entre tener pajarito y cucharita. La maestra de tercero primaria tenía una gran barriga y un día nos dejó. Llegó una sustituta. Había llegado el momento de tener su bebé. «Es que se la chimaron», me dijo un compañero. Yo le di un empujón. Aquello era una grosería, y la linda maestra era incapaz de semejante cosa. Yo no podía tolerar la cobarde difamación y decidí denunciarlo, ya que andaba diciéndoselo a todos. Me quedé congelado frente a la puerta de la dirección, pues no sabía qué decir. Salió el director y me mandó parar debajo de la campana y del sol hasta el mediodía «por vago».
Bien. Las ignorancias de aquellos tiempos estaban mejor que la abundancia de información gráfica de ahora. No sabemos qué tanto conocen los niños. Así que es el momento de cobrar valor, aceptar las cosas como son y sentarnos a conversar con los hijos. ¡Ah! Se trata de una tarea permanente, no de diez incómodos minutos. Espero que este artículo anime a alguien.
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