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La tolerancia a medias de San Pedro La Laguna

Todas las marchas de los partidos políticos cantaban y bailaban en las calles de San Pedro la Laguna. Todas las marchas mostraban tener un sumo respeto por sus opositores.
El alcalde no sólo quiso combatir las drogas, sino dibujó una imagen de Sodoma y Gomorra de un pueblo cosmopolita en el que se podía tomar unas cervezas y vinos y escuchar música reggae de Bob Marley en la mayor de las tranquilidades.
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La tolerancia a medias de San Pedro La Laguna

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La mayoría de vecinos del municipio que más vota en el país sí que ha logrado cambiar su destino por medio de las urnas. Hace cuatro años, en San Pedro La Laguna, en Sololá, eligieron a un alcalde evangélico que transformó el pueblo de uno liberal, tolerante, atractivo para turistas que buscaban relax y fiesta en uno de los más restrictivos y conservadores, más a tono con la mayoría de este pueblo tzutujil.

9 de cada 10 sampedranos votan en las elecciones y aproximadamente el mismo número de pobladores están suscritos a partidos políticos, calculan los candidatos. “La gente se entusiasma mucho con los partidos”, afirma Leandro Taj párroco de la localidad. Y se nota estando los días previos a la elección en el lugar.

La parte fiestera del pueblo, donde están los restaurantes, bares y discotecas, estaba desierta. Cerca del muelle, en el primer bar se encontraba únicamente el cantinero, que conversaba con un amigo, dando la impresión de un pueblo apaciguado por el frío de la lluvia que recién había terminado. “No tenga pena. Allá arriba va a encontrar a toda la gente, hoy es cierre de campaña”, respondió el dueño de un hotel que notó la búsqueda que teníamos de ciudadanos.

Después de pasar por la cuesta que lleva al centro de la ciudad se podía ver un camión con bocina y banderines de dos partidos políticos, naranjas y de rueditas. Un hombre con micrófono en mano y un joven que lo ayudaba subiendo y bajando el volumen de la música gritaba consignas del partido, repetía el nombre del candidato a alcalde al que representaba y saludaba a los pobladores que lograba reconocer desde la tarima. Los más cercanos a la tarima respondían, reían y parecían pasar un buen momento. Los más jóvenes parecían los más comprometidos, usaban gorros de cartón con el logotipo del partido, otros se pintaban la mejía con las iniciales; un niño se dejó pintar toda la cara y un hombre sin cabello y de cráneo redondo tenía las rueditas de colores en la cabeza. “Aquí la gente se toma los partidos en serio”, dice un vecino. O en broma, si se toma en cuenta que han ido cambiando los colores en estos 25 años.

Apenas en la siguiente cuadra se encontraba la sede del otro partido, naranja. La calle un poco más obscura no disuadirlos del performance: hacían los coros del partido, repetían el discurso del candidato y lo reforzaban con la imagen del presidenciable. De nuevo, los niños y los jóvenes parecían los verdaderos creyentes pintados en distintas partes del cuerpo, con gorros de bufón, globos con figuras de animales, bombos, trompetas y batonistas estos grupos hacían la verdadera fiesta.

De pronto, un hombre con una bandera amarrada a un tubo de plástico salió de su bando y empezó a caminar hacia el lugar donde se encontraba concentrado el otro partido. Empezaba lo que iba a ser una escena de insultos, empujones y alguno que otro golpecito. Hasta que un niño salió al paso de las miradas desafiantes. “¡Vos!” –le dijo– “tenés que estar del otro lado”. Y le hizo caso.

Nada de retos de fanáticos políticos, más bien desorientación.

Minutos después ambos grupos se acercaron más y más al punto de toparse. Unos llamados en voz alta se entrecruzaron y algunos hombres con la camiseta del partido respectivo llegaron a la línea divisora, hablaron con los suyos y de nuevo se separaron. “Todavía no nos toca”, dijo uno de los de naranja.

Cuando entre las dos porras se escuchó una tercera, ambos grupos hicieron una línea en cada lado de la calle como quienes esperan un desfile de carrozas. Calles abajo se acercaba un picop con neblineras en el techo y bocinas en la parte trasera que emitían piezas de marimba acompañando un discurso que decía “Nosotros no ponemos música popular, nosotros no usamos música extranjera, nosotros sólo usamos marimba porque es la música de nuestros abuelos. ¡Nuestra música!”. Al lado, los otros dos partidos adaptaban la brasileña “Danza Kuduro” y otras canciones de ritmo banda para promocionar a sus candidatos.

El amor por lo extranjero –en medio del Lago que más turismo atrae en Centroamérica– no es devoción de algunos en San Pedro. Y lo que en otros países sería una alarma de xenofobia, tampoco es algo que le preocupe al resto del Lago, ni al departamento, ni al país.

Tampoco importa en el pueblo, que se convierte en una fiesta para las elecciones.

Cuando el vehículo de las neblineras y las bocinas pasaba en el medio de ambos partidos se detuvo y se acerca el candidato a alcalde que iba de la mano de su familia, tomó el micrófono e inició un discurso en tzutujil dirigido a los otros partidos y las familias que salieron solo para ver las marchas. Esta vez algo pasó.

Las porras callaron y ambos grupos se acercaron para poner atención al discurso. El candidato continuó hablando agradeciendo a Dios por el primer partido, agradeció por el segundo partido y agradeció por las familias. Todos aplaudieron. Continuó el discurso y por momentos los de colores y los de naranja volvían a aplaudir. Cuando se despidió, todos aplaudieron de nuevo. La marcha continuó seguida de bombos, trompetas, un disfraz de diablo con cachos de globo y unos encapuchados rojos que bailaban y brincaban muy al estilo de la Huelga de Dolores.

Después fue el turno de los de colores. Las batonistas encabezaban la marcha seguidas por los bombos, niños pintados de rojo, blanco, amarillo y azul, jóvenes brincando, bailando y un Darth Vader con un sable blanco y unas letras amarillas en su casco que mostraban el nombre del candidato a alcalde.

De igual forma pasaron los del cuarto partido que con una parecida fuerza en sus simpatizantes eran apoyados por un Homero Simpson que usaba un sobrero de charro color verde. Por último salieron los del partido restante liderados por una banda y un hombre que cargaba un puño gigante de color naranja y que parecía ser la mano de “La Mole” de los Cuatro Fantásticos. Todas las marchas eran seguidas por grupos de hombres, de mujeres y ancianos que simpatizaban. Todas las marchas cantaban y bailaban en las calles de San Pedro la Laguna. Todas las marchas mostraban tener un sumo respeto por sus opositores.

El cambio se percibe a simple vista. Mientras el sacerdote de la parroquia indica que se debe a las catequesis que él impartió a los líderes de la Iglesia con el mensaje de respeto y paz, otra gran cantidad de lugareños entre los que están Mendoza y Samol se lo atribuyen a la incidencia de los jóvenes en la política con la formación de una red de movimientos sociales juveniles, que ha trabajado aproximadamente desde abril en pro de la “no violencia electoral”.

Juan Manuel Cruz Méndez, coordinador de la red juvenil, que de antemano aclara no está politizada, -a pesar de ser él un militante de la UNE-; cuenta cómo se fue integrando dicho movimiento conformado por un conglomerado de diferentes grupos de la sociedad civil entre los que están: un grupo de jóvenes de la iglesia católica, uno de la iglesia evangélica, otro de jóvenes con enfoque social y cultural y también por el consejo de las escuelas abiertas y las mujeres organizadas del lugar. Esta red cuenta con el apoyo y asesoramiento del Centro de Acción de los Derecho Humanos –CALDH- y la Federación de Pueblos Mayas –FEDEPMA-.

La red conformada por jóvenes entre los 16 y 30 años, fue organizadora de una serie de actividades cívicas que exhortan a toda la población, independientemente de la edad, creencias religiosas e inclinaciones políticas a participar de forma activa durante todo el proceso electoral bajo el lema de cero violencia.

El inusual comportamiento electoral de los sampedranos es real pero también un espejismo. Acuerdos, reuniones, foros y juegos de fútbol son parte de la explicación. Aunque el municipio es el que más participa a nivel nacional, el ambiente de paz no existió en los últimos cuatro años.

Espejismo de tolerancia

En todas las guías turísticas, San Pedro La Laguna era una parada obligatoria, y todavía lo es, aunque con alguna precaución.

Las famosas fiestas de “Noche de luna llena”, de 6 de la tarde a 6 de la mañana, en la que circulaban licores y drogas, pero, como gran logro del cuatrienio municipal, fueron clausuradas, cuenta el subcomisario de la Policía Municipal, Pedro Samol.

Pero el alcalde Joel Francisco Mendoza, un cristiano renacido que busca la reelección por el partido Unión Nacional de la Esperanza (UNE), no sólo quiso combatir las drogas, sino dibujó una imagen de Sodoma y Gomorra de un pueblo cosmopolita en el que se podía tomar unas cervezas y vinos y escuchar música reggae de Bob Marley en la mayor de las tranquilidades. 

Para el conservador Mendoza, era poco menos que las llamas del infierno. “Era una fiesta donde había mucho desorden, desde güaro, mujeres y mucha droga; la droga era lo que movía todo ahí; cuando yo llegué a la alcaldía una sola vez se celebró esta fiesta (de la Luna Llena), una segunda vez ya no; por falta de tiempo no lo pudimos controlar desde la primera vez”.

El conservadurismo y la Ley Seca extrema dio paso a la xenofobia, y delincuentes quemaron algunos restaurantes y bares que eran propiedad de extranjeros, aunque visitados por turistas locales y de otros países. El alcalde asegura que sólo se ha conseguido más seguridad (aunque los extranjeros pueden temer que los encarcelen por no portar su pasaporte original o haberse tomado dos cervezas) y que seguirá así la política municipal de ser reelecto.

Para un artista de la localidad quien prefirió no dar su nombre, las medidas implementadas por el alcalde no han sido correctas.  Las medidas de “ese alcalde evangélico” -refiere el artista- no fueron consultadas con este sectores el sector hotelero y los dueños de los bares.  “Este ha sido un pueblo de fiesta por muchos años... ahora por sus planes y sus presiones esto cambió”.

En un artículo publicado por elPeriódico, hubo un grupo de entre los dueños de los bares que optaron por continuar con el horario impuesto por ley a nivel nacional para iniciar la ley seca (1.00 horas) pero los llamados “vigilantes” entraban a los bares, le ordenaban a la gente que saliera y cerraban la puerta.  Si veían a alguien en la calle le ordenaban que fuera a dormir y si encontraban a uno hombre que oliera a cerveza o a marihuana, lo detenían para llevarlo a la Comisaría. Estos grupos paramilitares, resta decir, son ilegales.

El pulso entre neopentecostales (evangélicos) y católicos en este municipio golpeado fuertemente durante el conflicto armado interno es evidente. Es que, como en buena parte del país, los evangélicos parecen alcanzar la mitad más uno, a tono con lo que vino junto el crecimiento de las iglesias neopentecostales estadounidenses que llegaron a finales de los años 70 en la parte más dura de la guerra interna. Los otros dos candidatos a alcalde con posibilidades de ganar son Diego Ixmatá, del Partido Patriota, evangélico; y Mauricio Méndez, de la UCN, católico. Ambos mantendrán la peculiar ley seca a las 11 de la noche. Sólo Antigua Guatemala, el otro corazón del turismo nacional, tiene una ley municipal similar. Los resultados no han sido mejoras en la seguridad.

Encrucijada para el futuro

Así, esta noche los resultados electorales dirán si los ciudadanos le pedirán a sus autoridades municipales que continúe con el conservadurismo extremo con tintes de xenofobia en uno de los pueblos más cosmopolitas y tolerantes del país, o si le piden a un nuevo alcalde que modere el ímpetu y regrese una calma, quizás más alegre y tolerante, a la antigua Little Amsterdam.

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