Sin embargo, de manera sorpresiva e inesperada la semana pasada dos de ellos anunciaron públicamente su renuncia a esa terna. Un giro lamentable y desafortunado para lo que ya parecía un acierto históricamente inusual por parte de las máximas autoridades del Ejecutivo. Ahora, ese proceso de selección vuelve a la más grave fragilidad, expuesto a las presiones de grupos tan diversos como perniciosas sus intenciones.
Esta nueva vulnerabilidad no podría ocurrir en peor momento. Luego que el Congreso aprobó las leyes “antievasión II” y de Actualización Tributaria, la SAT ve fortalecidas sus capacidades para hacer su labor. Mejores herramientas legales para detectar y sancionar con base en la ley al evasor de impuestos, el contrabandista y a todo aquel que defraude al fisco.
Pero la labor de la SAT va mucho más allá de castigar a quienes no cumplen correctamente sus obligaciones. Con las reformas tributarias aprobadas, la SAT también se encuentra mejor equipada para asegurar que el empresario honesto compita en igualdad de condiciones y que la aplicación correcta de estas leyes constituya un avance en el esfuerzo por lograr la justifica fiscal en nuestro país.
Pero en tanto no se defina quién dirigirá la SAT, estas aspiraciones están en gravísimo riesgo, no solo de no materializarse, sino de ser reemplazadas por abusos. Abusos que la SAT ya ha sufrido en el pasado, y que vinieron a debilitar y desprestigiar a la institución.
Y es que el riesgo es tanto por abusos de acción como de omisión. Por un lado, si se nombrara un superintendente al tristemente recordado estilo de Marco Tulio Abadío, volveríamos al grave caso de pretender instrumentalizar el poder tributario del Estado a favor de espurios intereses político partidarios o de beneficio personal.
Por otro lado, se corre el riesgo de nombrar un superintendente cuyo objetivo sea no hacer nada, dejando que la evasión de impuestos y el contrabando florezcan rampantes. Con un delincuente de cuello blanco empeñado en favorecer grupos de intereses vía la inacción, la torpeza y el “tortuguismo” en la SAT, con o sin reformas aprobadas, la recaudación tributaria se desplomaría. Y con ello, el Estado se vería aún más limitado en cumplir sus obligaciones más fundamentales de brindar educación, salud, seguridad e infraestructura básica. Y, como corolario trágico además, el clima de negocios y la justicia tributaria recibirían una puñalada mortal.
Tan mezquino y dañino es un escenario como otro.
Como suele suceder en nuestra “guatebolas”, los rumores de las posibles circunstancias en las que se dieron renuncias en la terna original de candidatos son de la mayor gravedad. Con la aprobación reciente de la reforma tributaria, la SAT se encuentra en un momento crítico, que exige decisiones transparentes y sabias por parte del Organismo Ejecutivo.
Señor Presidente, fue digno de reconocimiento y aplauso la selección de los tres primeros candidatos. Independientemente de las circunstancias en las cuales dos de ellos renunciaron, ahora que demostró la valentía de elegir bien, es su deber mantenerse firme ante las presiones, que no necesita decirlo para que todos sepamos que existen y lo fuertes que son.
La ciudadanía sabrá respaldar una decisión sabia, honesta y transparente. Está en sus manos no defraudar a su pueblo. Elija la persona adecuada para una responsabilidad tan grave y seria como lo es recaudar impuestos y aplicar de manera justa y correcta la reforma que usted mismo le pidió al Congreso de la República aprobar.
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