¿Será entonces que un empresariado que se ilustra, representaría mejor los intereses de las mayorías, ganaría legitimidad y sería más eficaz en ordenar la casa con un modelo desde arriba?
Se insiste últimamente que para sacar adelante a Guatemala, se necesita un cambio en la visión y el modus operandi de las élites económicas. Aunque indiscutiblemente necesario, esto no es nada novedoso e incluso es un llamado bastante tardío.
Basta por ejemplo con recordar el interrumpido ideario de los gobiernos de la Revolución de Octubre hace casi 70 años, o leer con amargo pesar el discurso de renuncia hace 60 del derrocado presidente Jacobo Arbenz, quien todavía antes de su destierro denunciaba el entreguismo por parte de cúpulas de poder tradicional en contra de los intereses nacionales. Y vean dónde estamos.
Basta por ejemplo con recordar el interrumpido ideario de los gobiernos de la Revolución de Octubre hace casi 70 años, o leer con amargo pesar el discurso de renuncia hace 60 del derrocado presidente Jacobo Arbenz, quien todavía antes de su destierro denunciaba el entreguismo por parte de cúpulas de poder tradicional en contra de los intereses nacionales. Y vean dónde estamos.
Al respecto, me llamó la atención el otro día la opinión del director de la Revista Contrapoder, Juan Luis Font, quien ante la fallida mancuerna político-empresarial desde el inicio de la democracia, le apuesta a la modernización del sector empresarial para abordar con seriedad los destinos del país. Indica que por el bien de los intereses del sector económico y la mayoría, se saque de la ecuación a los políticos pues son incapaces de forjar una autonomía propia en aras del bien común y propone que las élites se modernicen y sean ellas quienes convoquen a un acuerdo nacional.
Propone así una revolución desde arriba. No sé si lo expresa con ironía, la convicción real de un renacer de las élites o un escepticismo hacia la eficacia de los movimientos sociales. Pero eso está como si hace 60 años, los afro-estadounidenses de la clase media hubieran esperado que los comerciantes y dueños de establecimientos en el sur se modernizaran, cambiaran y decidieran terminar con la segregación racial que les negaba los mismos derechos que a los blancos en el empleo, la educación y lugares públicos. Es como que si los dueños de los autobuses de Montgomery, Alabama, hubiesen cambiado de opinión y denunciaran lo injusto de pedirle a los negros que por ley cedieran su lugar a los blancos. Doña Rosa Parks hubiera muerto allí sentada, esperando en la sección de la “gente de color”.
En realidad, fue un boicot de los negros en contra de los buses y comercios en Montgomery, Alabama, el elemento catalizador del cambio hacia una resistencia continua de millares de ciudadanos ordinarios para sepultar, diez años después, las leyes segregacionistas con el Acta de los Derechos Civiles de 1964. Fue una coalición entre jóvenes blancos y negros en el llamado “Verano de la Libertad” hace también 50 años lo que permitiría la expansión del derecho al voto de los negros en Mississippi y que culminaría en 1965 con el Acta del Derecho al Voto.
En esos tiempos no existían las redes sociales. No fue con Twitter ni con Facebook que los líderes del movimiento de los derechos civiles acabaron con ese abominable apartheid. Fue una extensa labor educativa, formativa, y organizativa que creó nuevos liderazgos y aliados, tanto dentro de las organizaciones afro-estadounidenses como blancas, logrando un cambio no desde arriba, sino desde abajo.
¿Será entonces que un empresariado que se ilustra, digamos, en las aulas de una Escuela de Gobierno, representaría mejor los intereses de las mayorías, ganaría legitimidad y sería más eficaz en ordenar la casa con un modelo desde arriba? Si partimos desde las tesis que históricamente el Estado guatemalteco le ha servido al capital, y que ha sido extractivo de las riquezas para la concentración y goce sólo de unos cuantos, generando grandes inequidades y conflictos sociales, el modelo elitista no servirá.
La apuesta es arriesgada. Los problemas que siguen agobiando al país son en primera instancia de naturaleza política. Además, en una democracia, la construcción de consensos requiere de todas las fuerzas políticas y sociales, incluyendo a los partidos políticos y los nuevos actores sociales, sean éstos organizaciones comunitarias en defensa de sus comunidades, de mujeres, jóvenes o indígenas.
Decía el gran pensador Frederick Douglass que el poder no concede nada sin una demanda previa. Sin lucha no hay progreso. Creo que para acelerar el cambio, el momento es más propicio para que las clases medias se unan con otras expresiones sociales representativas no para servir de caja de resonancia, sino de contrapeso de las élites.
Rosa Tock
Autor
Rosa Tock
/ Autor
Soy politóloga con especialización en políticas públicas. Me apasionan los asuntos públicos y me considero una ciudadana «glocal». Trato de apoyar políticas que buscan expandir oportunidades y asegurar el bienestar para todos. Conforme pasa el tiempo sigo creyendo que el acceso equitativo a una educación librepensadora y crítica es parte de la receta para la edificación de sociedades más democráticas, dialogantes y prósperas. Por ello me considero una aprendiz permanente: no vaya a ser que un día quiera detentar la verdad absoluta y deje de ser curiosa. Trabajé como consultora para varias organizaciones, entre ellas Asíes, Flacso y PNUD, y fungí como administradora académica y profesora en la URL. Actualmente vivo en los Estados Unidos.
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva del autor. Plaza Pública ofrece este espacio como una contribución al debate inteligente y sosegado de los asuntos que nos afectan como sociedad. La publicación de un artículo no supone que el medio valide una argumentación o una opinión como cierta, ni que ratifique sus premisas de partida, las teorías en las que se apoya, o la verdad de las conclusiones. De acuerdo con la intención de favorecer el debate y el entendimiento de nuestra sociedad, ningún artículo que satisfaga esas especificaciones será descartado por su contenido ideológico. Plaza Pública no acepta columnas que hagan apología de la violencia o discriminen por motivos de raza, sexo o religión
Rosa Tock
Autor
Rosa Tock
/ Autor
Soy politóloga con especialización en políticas públicas. Me apasionan los asuntos públicos y me considero una ciudadana «glocal». Trato de apoyar políticas que buscan expandir oportunidades y asegurar el bienestar para todos. Conforme pasa el tiempo sigo creyendo que el acceso equitativo a una educación librepensadora y crítica es parte de la receta para la edificación de sociedades más democráticas, dialogantes y prósperas. Por ello me considero una aprendiz permanente: no vaya a ser que un día quiera detentar la verdad absoluta y deje de ser curiosa. Trabajé como consultora para varias organizaciones, entre ellas Asíes, Flacso y PNUD, y fungí como administradora académica y profesora en la URL. Actualmente vivo en los Estados Unidos.
Más de este autor