La reelección presidencial y sus fantasmas

Hace escasos dos meses, el partido político del presidente Rafael Correa perdió las elecciones municipales en las cinco principales ciudades del Ecuador, incluyendo a Quito, la capital.  Este revés, casi inesperado para el Ejecutivo ecuatoriano, lo ha empujado a buscar lo que en principio calificó como un absurdo, pero que ahora parece ser una opción razonable. Alianza País, el partido del presidente Correa, que goza de una mayoría absoluta en Legislativo ecuatoriano, impulsará una enmienda a la Constitución para impulsar la reelección indefinida.

Los ejemplos abundan en la historia reciente. Álvaro Uribe, Hugo Chávez,  Evo Morales y  Daniel Ortega,  utilizaron la reforma de la Constitución, no siempre por métodos ortodoxos, como una forma de afianzar sus proyectos políticos, a través de incluir la figura de la reelección.  Países que ya tenían esta figura en sus constituciones, han visto a gobernantes como Lula, Michelle Bachelet y Cristina Fernández, repetir sus periodos presidenciales.  De hecho, Dilma Rouseff aspira también a un nuevo mandato.

En principio, la reelección podría considerarse saludable para la continuidad de una agenda de Estado y de las políticas públicas de un régimen, que difícilmente pueden ser implementadas en un período de cuatro años  –corto plazo. Sin embargo, en la práctica, la siempre presente tradición autoritaria de esta región del mundo y la fragilidad institucional, permeable a los intereses de grupos fácticos, desaconsejan permitir una concentración de poder de esas características, que en el fondo debilita – aún más– al sistema democrático que pretende consolidar.

Y es que en el diseño de la institucionalidad, la figura del caudillo continua siendo una fórmula seductora para las masas, que avalan con la reelección la figura de un líder, no necesariamente de un conjunto de programas y políticas. Por ejemplo, el triunfo de  Oscar Iván Zuloaga, el ganador de la primera vuelta de las presidenciales de Colombia, se basa en gran medida en la sombra de un Álvaro Uribe que no puede optar nuevamente por la presidencia. Un nuevo tándem –tropicalizado– al estilo de  Dmitry Medvedev y Vladimir Putín.

En Guatemala, el tema se plantea en principio como un distractor, englobado en la posible extensión del período presidencial. De hecho, sus promotores, el Presidente de la República y el Presidente del Congreso se han echado para atrás, ante las fuerte reacción del sector privado.

Sin embargo, concordando por complemento con los razonamientos de Dina Fernández publicados el lunes 26 de mayo en su columna de elPeriódico, el tema no debe ser tomado a la ligera. Fieles a su tradición de no mirar jamás a largo plazo, hay varios sectores a los que interesaría y beneficiaría promover la discusión. Y con este, van siendo varios los temas que apuntan a una reforma constitucional.