Este sistema natural de organización constituyó la propiedad privada y estableció su condición como un derecho natural de los hombres a privatizar lo que desearan. Sin embargo, la historia ha demostrado que esta teoría no es tan sencilla como nos la pintan los libertarios y que incluso es desmentida por la evidencia.
En contra de la historia que nos cuentan, ya es por muchos entendido que en las sociedades tribales más primitivas, en las civilizaciones antiguas y en las no tan antiguas, no existía la propiedad privada en la manera como la entendemos actualmente. Asimismo, es por muchos conocido que la propiedad que sí existía era la colectiva sobre la tierra, la gente e incluso sobre todo lo que existía, de manera organizada y fiscalizada por un sistema de gobierno que se legitimaba a través de instituciones, guerras y privilegios.
Desde sus inicios, en los sistemas de gobierno que rigieron las primeras ciudades-Estado y civilizaciones, la propiedad colectiva mandó el destino de millones de personas durante miles de años. Aliado idóneo en esta historia fue la religión como brazo legitimador, la cual jugó un papel fundamental en la legalización de la propiedad sobre todo lo que existía en la Tierra, propiedad colectiva que era dirigida y custodiada por los señores, reyes y faraones, entre otros, según lo establecía la tradición y las escrituras del dios supremo de cada religión. Así, la religión y las élites regentes se apropiaron de la vida de sus súbditos y se estableció y legisló cómo y quiénes cultivarían, qué cultivarían, dónde lo almacenarían, con quién lo comerciarían y en qué forma se comerciaría todo, absolutamente todo.
¿De qué nos sirve entender esto? Superar esta complejísima falacia histórica sobre el origen de la propiedad privada es, en realidad, uno de los pasos más difíciles de dar cuando la teoría de moda nos la ofrece como una sentencia irrefutable. Y esta es utilizada ;erróneamente para deslegitimar cualquier discusión sobre la legitimidad de la propiedad colectiva o pública en contraposición con la privada. En artículos anteriores (ver aquí y aquí) cuestioné cómo la energía eléctrica y el agua estaban siendo utilizadas para el beneficio privado de algunos en detrimento de todos los demás guatemaltecos. La evidencia histórica afirma cómo la propiedad ha sido colectiva y ha estado en manos del Gobierno y que esta condición cambió solo cuando se legitimó su uso como botín y se entregó la propiedad sobre tierras y gentes a aliados del Gobierno. Así, la primera privatizadora de la historia fue la burocracia estatal, compuesta por militares, sacerdotes, prestamistas y piratas que, ya empoderados, inventaron luego una narrativa natural que los justificase como legítimos propietarios.
Malentender la historia tiene efectos nefastos para cualquier sociedad. No comprender cómo la privatización forzosa nos ha dañado es aún más nefasto. No es verídico que exista algo como el derecho natural del hombre a la propiedad privada y que esta se encuentra en igualdad (o incluso por encima) de la propiedad colectiva. Quienes apoyan el derecho natural de los hombres a privatizarlo todo se justifican en falacias muy dañinas. Los invito a reflexionar sobre la historia humana y a cuestionar la veracidad de todas las aseveraciones absolutas que les formulen. Estoy seguro de que en el camino descubrirán muchos más engaños igual de interesantes.
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