Al pésimo estado de las carreteras, incluso en las regiones donde el invierno “no ha entrado”, se tiene que aunar el desconsuelo de rebotar túmulo tras túmulo construidos ilegalmente.
Hace algunos años, en la calle donde yo vivía, consideramos por razones de seguridad solicitar autorización para alzar levemente dos montículos que servirían —según el comité del barrio—, para evitar que nuestra arteria se convirtiera en las noches en una pista de carrera. Así la estaban utilizando ciertos jóvenes no tan jóvenes con complejo de pentacampeones de la Fórmula 1.
Los intentos fueron vanos. Era tal la cantidad de trámites por hacer que desistimos. Una noche, uno de los velocistas se accidentó y allí terminó la fiesta. Nos quedó como lección que construir túmulos en una red vial no era cosa fácil.
Los tiempos han cambiado y las condiciones también. A la fecha, entre Santa Cruz Verapaz y El Rancho, concretamente hasta el lugar conocido como Los Leones, hay 38 túmulos. Y en el occidente, entre Cuatro Caminos y Huehuetenango son 64 de diferente altura.
¿Cuáles son las causas? ¿Son realmente necesarios? ¡Mmhh!, veamos los contextos.
Uno: Según me compartió un supervisor de carreteras, la mayoría han sido construidos por personas que viven en poblados que están a la orilla de las redes viales. Como justificación: un accidente previo que cobró la vida de alguna persona y los lugareños, sin más ni más, dispusieron cimentarlos.
Otro: Una familia esperaba un bus de transporte colectivo, de pronto, un automóvil que viajaba a muy alta velocidad, se salió de su carril y atropelló al grupo. Resultado: cuatro fallecidos, ocho heridos (lamentables e irreparables) y posteriormente, nueve túmulos.
Otro sí como dicen los dilectos abogados: Muchos pilotos de lo que comúnmente llamamos transporte pesado, amparados en el tonelaje y tamaño de sus vehículos, no respetan a los automóviles livianos. Convierten así las carreteras en verdaderas rutas de la muerte. Como ejemplo: La carretera al Atlántico. Los famosos camionetazos o trailerazos son hechos que se han llegado a percibir como cuasi normales y nunca llegan a un término honorable en los tribunales. El accidente sucede, el piloto se larga, la empresa dueña o el dueño del vehículo entrampa los procesos y el desgaste que tales trámites presuponen provoca que el hecho pase al paraguas de la impunidad. La respuesta de los lugareños: construir túmulos.
Vistos los entornos desde donde se les quiera ver, reflejan, especialmente la construcción de túmulos donde no debieran estar, una absoluta anarquía. Y como si fuera poco, da pena constatar que a lo largo de las vías, hay casas desde cuyas puertas se pone pie directamente en la carretera o en el segmento llamado brazo de la carretera. Es decir, no hay cumplimiento del derecho de vía.
A pocos días de finalizar el gobierno anterior, estando en tránsito entre Tactic y Santa Cruz Verapaz, encontré un fuerte congestionamiento vial. Al llegar al cuello de botella pude distinguir a un grupo de policías. Intentaban desmontar más de 7 túmulos que los vecinos habían erigido en un corredor de aproximadamente 1 kilómetro de largo. El intento fue infructuoso, tan infructuoso como peligroso. Debido a que íbamos a menos de 20 kilómetros por hora pude dialogar con uno de los agentes del orden quien me aconsejó alejarme rápido del lugar “porque la cosa se estaba poniendo caliente”.
Entre Chisec y Sayajché la situación es peor. Los túmulos están en plenas rectas y no están señalizados. Provocan per se accidentes fatales. Principalmente en conductores de motocicletas. Y no hemos departido referente al deterioro de los vehículos.
Como corolario, hemos de recordar que las carreteras llamadas CA son centroamericanas, y como otras tantas vicisitudes, solo en Guatemala sucede.
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