¿Por qué a Obama le resultó tan difícil defender su mayoría en el Congreso? El New York Times sugiere que es más que solo un problema de mal dibujo de los distritos electorales. Las escogencias estratégicas del Partido Demócrata también han tenido algo qué ver. Al escoger una plataforma densa en “temas sociales” han ganado márgenes jamás imaginados en zonas urbanas –con los cuales han ganado la presidencia– pero han alejado el apoyo rural que solía ostentar el partido y que les permitía ser competitivos en un número grande de distritos.
Por otro lado, en cambio, leo una explicación totalmente diferente. El analista Ron Fournier –en un artículo para el National Journal– atribuye los problemas a la dinámica interna de la Casa Blanca y al perfil de los asesores que rodean al presidente. Sugiere, por lo tanto, una reorganización del Gabinete como estrategia para salir de la crisis.
Ambos son buenos análisis. Pero busco un poco más en Google sobre el National Journal y encuentro la razón por la que me gustó más el análisis del New York Times. El National Journal, al parecer, es una revista dirigida a actores políticos de Washington. ¡Hasta publican una encuesta llamada “Political Insiders Poll”!
Y no es que yo crea que ese tipo de análisis no son valiosos. Quizás lo que sucede es que soy guatemalteco y como tal estoy acostumbrado a una escasez permanente de análisis como el del New York Times, es decir, análisis que busquen respuestas estructurales a las preguntas. Sobre el factor humano del ejercicio del poder leo bastante, todos los días. En cambio, sobre las tendencias demográficas y económicas que sustentan la política se escribe bastante menos.
¿De dónde saco esta conclusión?
Hace poco estaba buscando información sobre la tasa de aprobación del presidente Pérez Molina y lo más reciente que pude encontrar fue una encuesta de enero, con motivo de los dos años de gobierno. Quizá de forma privada se manejen estudios más recientes y detallados, pero no deja de parecerme trágico que en el país no se cuente con información regular sobre un indicador clave para la democracia, lo cual además contrasta con la intensa cobertura que se hace del quehacer diario del Congreso y el Ejecutivo.
En la Francia de Luis XIV o Luis XV seguramente el análisis de élites –entender las dinámicas a lo interno de la corte francesa– habría sido una mejor aproximación al análisis político que el estudio de las opiniones de la gente o el estado de la economía. Pero en un país que al menos aspira a ser una república democrática, tal situación no puede ser un buen indicador.
Y es que pese al abundante jugo que el análisis de élites aporta en países desiguales como Guatemala, no puede explicarlo todo. A la fecha hay preguntas de vital importancia cuya respuesta está en el tan poco estudiado sentimiento popular.
A manera de ejemplo, me pregunto qué ocurriría en las elecciones del próximo año si llegara a haber una segunda vuelta entre la UNE y Lider, lo cual hasta ahora parece una posibilidad bastante real. ¿Cómo se enfrentaría el votante urbano conservador a este escenario? ¿Qué nos diría esto sobre el poder en Guatemala –que por primera vez en la historia democrática no haya ningún candidato de “derecha-no-populista” en el último round?
Creo que estas son preguntas relevantes, dignas de estudio. Pero creo que no se les presta tanta atención por una razón. Hace poco David Brooks opinaba en su columna que el debate sobre la influencia del dinero en la Política estaba sobredimensionado, pues el dinero en realidad no compra tanto. Uno de sus lectores lo refutaba: el dinero en la Política sí importa, sobre todo porque los políticos piensan que sí importa.
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