Es una mañana soleada del año 2007, y en medio del tráfico matutino, sintonizo un espacio de análisis y debate de una muy reconocida estación radial; reconozco la voz de Francisco Beltranena, a quien reconozco como analista político, y pronto me entero que hablan de la campaña electoral de ese año, dominada por el Ingeniero Álvaro Colom. Escucho atento sus razonamientos, y descubro asombrado que enfatiza el “crecimiento espectacular” del General Otto Pérez, lo que vaticinaría, según el análisis planteado, un triunfo del candidato del Partido Patriota. Mucho tiempo después, descubrí con asombro que Beltranena no era un analista cualquiera: tenía mucha simpatía y afinidad con el candidato al que en su análisis veía como “triunfador”. ¿Casualidad? ¿O análisis tendencioso?
Varios años después, estoy viendo las noticias. Son las 9 y media de la noche, y me encuentro viendo un reportaje de CNN sobre la violencia que se ha desatado en las últimas elecciones en Venezuela; el comentarista, Fernando del Rincón, entrevista a un personaje sobre dos hechos de violencia, uno atribuido a la oposición, y otro a los partidarios del régimen: el personaje defiende vehementemente la “valentía y el coraje” de los partidarios del régimen oficial, y acusa severamente a causantes de los “infames actos” de la oposición; el comentarista de CNN intenta lograr que reconozca que la violencia es mala, venga de donde venga; el entrevistado se cierra y no lo acepta, haciendo evidente su parcialidad y su cerrazón.
Dos semanas después, voy camino a casa en horas de la noche, y sintonizo un espacio radial denominado “libertópolis”; entrevistan al profesor Antón Toursinov, quien se presenta como experto en el tema de la “manipulación” por medio del discurso. Nos habla del juicio a Ríos Montt y la forma en que desde que se aprobó la ley de Reconciliación Nacional (Decreto número 145-1996), los sectores de izquierda ya preparaban su “venganza” contra los militares y contra el Estado de Guatemala, al dejar constar que solo los delitos considerados como de “lesa humanidad” estarían fuera de la posibilidad de obtener amnistía. Pero la prueba fehaciente de la manipulación es que nadie hablaba en Guatemala de genocidio hasta que “cierta facultad con nombre de latinoamericana” empieza a hablar públicamente del tema en el año 2005, colocando en la mente de muchos ciudadanos y muchos periodistas extranjeros, este concepto manipulado. La ausencia de un debate público sobre el concepto de genocidio en el período de 1997 al 2005 probaría, entonces, la supuesta “manipulación”.
Mi asombro no termina de crecer cuando oigo el mayor disparate de la noche: los guerrilleros, muy inteligentemente, cometían sus fechorías y asesinatos de uno en uno, y no como en el caso del ejército arrasando poblados, para que la justicia nunca los alcanzara y quedaran impunes sus delitos.
Para rematar su “seudo” análisis, el “experto” primero reconoce que no sabe nada de la discusión jurídica sobre el concepto de genocidio, pero casi de inmediato dice que “le parece” que no hay comparación entre los hechos ocurridos en Guatemala, y los ocurridos en otras partes del mundo.
“Poderoso caballero es don dinero”, pienso de inmediato. “La decencia y la objetividad son las primeras víctimas de la polarización”, me digo a mí mismo. Lamentablemente, la evidencia diaria me dice que objetividad parece ser un valor en decadencia.
¿Habrá cabida todavía para los valores en un mundo dominado por los intereses ciegos?
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