En cada estación del año, los ecosistemas hacen transiciones que les permiten regenerarse. En el invierno, los árboles botan hojas para proteger los nutrientes del suelo y a los seres vivos que allí se albergarán. Al llegar la primavera, el frío y la sequía desaparecen por completo, de las ramas secas brotan hojas y flores, los ríos retornan con fuerza a sus cauces y los animales garantizan su reproducción. Para que funcione este complejo sistema en la primavera, tiene que desaparecer por completo el invierno. No queda nieve en la copa de un árbol ni río sin agua ni cerro sin sol.
La primavera simboliza el triunfo de la vida sobre el mórbido invierno. Se asocia con el amor, el bienestar, las flores y los frutos. La eterna primavera nos asocia con un ecosistema en extinción que reclama el fin del invierno para regenerarse en democracia. La sobrevivencia depende de la transición del actual sistema de explotación feudal, relacionamiento colonial y gobierno autoritario a la sociedad incluyente que proponen las luchas populares, los movimientos de pueblos originarios, las demandas campesinas, los derechos de las mujeres y las poblaciones LGBTIQ.
En la justicia guatemalteca se libera esta batalla que terminará ineludiblemente en primavera. Florecen en el campo de la justicia mujeres como Claudia Paz y Paz, quien inició cambios radicales en la investigación criminal del Ministerio Público, y Helen Mack, quien puso fin a la impunidad; profesionales de la antropología forense, que documentan testimonios del genocidio; las abuelas de Sepur Zarco, que reclaman el respeto a su cuerpo territorio, y la familia de Marco Antonio Molina, que reivindica la dignidad de los niños desaparecidos.
Se incluye a otros como Juan Francisco Sandoval y el equipo de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI), que han identificado, investigado y acusado a los señores del invierno: una larga lista de empresarios, abogados y funcionarios que se asocian en redes criminales para garantizar los privilegios de las familias económicamente poderosas, los negocios personales de funcionarios públicos, los intereses comerciales de medianos y grandes empresarios y hasta los privilegios sin sentido de la cúpula militar. La FECI ha demostrado que todos ellos, lejos de ser estandartes de los valores morales, delinquen en detrimento del bien común y debilitan la soberanía popular. Ellos son responsables y beneficiarios de la pobreza, de la insalubridad ambiental, de la ausencia de servicios médicos y de la manipulación del sistema de justicia.
[frasepzp1]
Los ataques y las amenazas a Juan Francisco Sandoval, así como a la Cicig, provienen del miedo sentido por quienes siendo presidente, vicepresidente, diputado, magistrado, ministro, viceministro, directivo y director incumplieron su tarea de servir al país. Pero también provienen de la supuesta empresarialidad progresista que acostumbra a servirse de la Presidencia, del Sistema Penitenciario, del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, de la Industria Militar, de la Policía Nacional Civil, del Consejo Nacional de Áreas Protegidas, de la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad y del mismo Ministerio Público.
Los delitos de cohecho activo, cohecho pasivo, asociación ilícita, incumplimiento de deberes, ejecuciones extrajudiciales, tortura, obstaculización de la acción penal, falsedad ideológica, lavado de dinero, obstrucción de la justicia, tráfico de influencias, fraude y extorsión son graves sin importar quién los cometió. Su costo cobra caro en el acceso a la justicia, en la reducción de ingresos fiscales al Estado, en ausencia de medicamentos, en vidas humanas.
En esta materia no es posible tener consideraciones sobre la conveniencia social de acusar o no a los protegidos: los Morales, los Vielmann, los Alejos. No podrá florecer la democracia bajo el gobierno de funcionarios que cometen tortura, consienten y estimulan las ejecuciones extrajudiciales, desobedecen las resoluciones de la Corte de Constitucionalidad y huyen cobardemente de la justicia. La transición del invierno a la primavera es tajante como tajante debe ser la justicia. Identificar, investigar, acusar y condenar a las redes criminales, a todas, es fundamental para abolir a los señores del invierno y permitir que brote a la vida la democracia popular.
Más de este autor