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La guerra por Internet

El control de Internet se está jugando en tres niveles diferentes, aunque estrechamente relacionados: el nivel físico, el nivel lógico y el nivel de contenidos. En cada uno de éstos hay pulsos entre los que quieren mantener una red abierta y los que desean privatizarla y cerrarla.
El eventual hundimiento del proyecto sólo traerá un alivio momentáneo para los ciudadanos. Detrás vendrán proyectos iguales o peores, empujados por ‘lobistas’ de la industria del entretenimiento y algunos gigantes de la información.
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La guerra por Internet

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Tras el apagón la semana pasada de Wikipedia y Wordpress, y la protesta de Google contra el proyecto de ley estadounidense que busca combatir la piratería en Internet (SOPA). Decenas de sitios y millones de usuarios se unieron a la campaña. No es para menos. Esta batalla que se libra en Estados Unidos es parte de una guerra mundial silenciosa por el control de Internet.

El objetivo es contundente y se asemeja a lo que pasó en su momento con la radio en Estados Unidos: convertir un medio de comunicación abierto y plural en un espacio controlado. La táctica es echar mano de ejércitos de políticos, abogados y economistas para que los usuarios abandonen el rol activo y regresen al lugar pasivo que tuvieron siempre. La visión de estos importantes ejecutivos es una red segura, cómoda y entretenida, como la televisión por cable. La visión es que el usuario de Internet piense menos y regrese al sofá.

El eventual hundimiento del proyecto SOPA –o de la ‘Ley Lleras’, en el caso colombiano– sólo traerá un alivio momentáneo para los ciudadanos. Detrás vendrán proyectos iguales o peores, empujados por ‘lobistas’ de la industria del entretenimiento y algunos gigantes de la información.

Combatir la piratería es apenas una parte de la estrategia contra la red abierta que se tiene  hoy. Carlos Cortés Castillo bloguero de La Silla Vacía comparte una radiografía general de esta guerra.

El control de Internet se está jugando en tres niveles diferentes, aunque estrechamente relacionados: el nivel físico, el nivel lógico y el nivel de contenidos. En cada uno de éstos hay pulsos entre los que quieren mantener una red abierta y los que desean privatizarla y cerrarla.

El nivel físico se refiere básicamente a los cables y los equipos que hacen que Internet funcione. En un principio, la información viajaba a través de las redes telefónicas de cobre. Ahora tenemos redes de banda ancha y fibra óptica (también están las redes inalámbricas, pero ese es otro tema). En algunos países esta infraestructura es del Estado, pero en la mayoría, es de empresas privadas. Y al día de hoy, quienes manejan esas redes cumplen un papel similar al de quien administra un acueducto: llevar datos –como agua– de un lado a otro.

La pelea principal en este punto es ésta: esas empresas consideran desventajoso que su papel se limite a transportar los datos a través de su red cuando son las responsables de mantenerla, expandirla y modernizarla. Este último es su argumento central: si no ganan más dinero, no habrá manera de mantener las redes actuales –que, dicen, están congestionadas– ni de construir las del futuro.

Así, estas empresas quieren mejorar su posición en el negocio, lo cual lograrían si el gobierno les permite aliarse o fusionarse con las industrias que ofrecen contenidos, para así discriminar el tráfico de Internet y establecer cobros diferenciados por los datos que transportan. Esto en la práctica significaría que las páginas de las industrias del entretenimiento (Sony, Universal) irían en el vagón de primera clase del tren, y cosas como este articulo, en el gallinero.

Acá entra el siguiente nivel de esta guerra. Hoy por hoy Internet está diseñada como una red ‘tonta’ con ‘inteligencia’ en los extremos (sigan pensando en la tubería de agua). Los datos se dispersan en paquetes, viajan de un lado a otro sin que la red pueda discriminarlos, y llegan al extremo –el computador, la tableta–, donde se unifican y adquieren sentido. Es tan ‘importante’ para la red un video aficionado en YouTube como la página del New York Times. Esto es lo que se conoce como la ‘neutralidad de la red’.

Cambiar ese código de la red es la otra pelea clave para quienes desean controlar Internet. Es la batalla en el nivel lógico. Algunos creen que Internet funciona como funciona porque está tatuado en su ADN. Y es cierto, sólo que el ADN de Internet es una programación que se puede cambiar en cualquier momento (otra cosa es que ese cambio no dependa de una sola persona o país, y que por razones políticas y prácticas sea imposible hoy). Por lo tanto, así como hoy tenemos una red ‘tonta’ mañana podemos tener una red ‘inteligente’, que deseche ciertos paquetes y le dé prioridad a otros. Imaginen el escenario más perverso y extremo de este Internet del futuro como navegar por la lista de canales de DirecTV o Telmex.

Aterrizamos en el tercer frente, el nivel de contenidos. Acá podríamos ubicar el proyecto SOPA o la ‘Ley Lleras’. Este punto es tal vez el más claro: Internet abrió los senderos para que los usuarios generaran contenidos, se conectaran entre sí, innovaran y desarrollaran todo tipo de conocimiento. Gracias a la arquitectura de la red pudimos crear, compartir y apropiarnos de una cultura de mezclas, parodias, software, aplicaciones, información, música y arte. Gracias a la arquitectura de la red el control se dispersó y se descentralizó y se democratizó.

La bandera de los derechos de autor es una de las maneras de recentralizar el sistema. Con el argumento de combatir la piratería y proteger las creaciones de los autores, se quiere prohibir el uso de canciones famosas para videos, hacer una parodia de una película o descargar gratuitamente un libro o una película. Con el argumento de proteger la propiedad intelectual, la industria del entretenimiento quiere construir jardines amurallados donde ellos tengan nuevamente las llaves de la entrada.

Cortés Castillo no quiere alargarse en este punto, pero esta de acuerdo con los que dicen que los derechos de autor –como están garantizados hoy– son una anacronismo en Internet. Hay maneras más eficientes y menos traumáticas de proteger y estimular las creaciones. La piratería es un problema, pero no es la prioridad.

En este punto estamos. En medio de una revolución y con otra opuesta en frente. En otros tiempos diría que esta guerra por Internet la vamos perder, pero, por un lado, tenemos algunos aliados de peso que construyeron su capital económico o social alrededor de esta comunidad (Google y Wikipedia son apenas unos ejemplos). Y, por el otro, esta vez nosotros –los ciudadanos– hemos sido testigos y protagonistas de esta historia. Nadie nos tiene que venir a explicar que tenemos que pelear por algo muy interesante y muy importante que se llama Internet. 

(Esta entrada está basada en varios autores: en The Wealth of Networks, Yochai Benkler explica la teoría de las capas o niveles en Internet. En The Future of Ideas y Code 2.0, Lawrence Lessig habla de la arquitectura de Internet y su relación con la innovación y el conocimiento; en The Master Switch, Tim Wu analiza el caso de la radio en Estados Unidos y la manera como pasó a ser un sistema cerrado. Además, plantea el argumento de la pelea por el control de Internet. Otros autores relevantes son Manuel Castells y John Palfrey.  Y sobre el debate de SOPA, vean esta entrada de Camilo de Guzmán y ésta de Daniel Pardo).

*Este artículo es parte de La Silla Vacía y es reproducido con su autorización por Plaza Pública. 

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