Ha habido una proliferación de nuevas organizaciones, la más reciente de ellas es la “Alianza del Pacifico” que agrupa a Chile, Perú, Colombia y México en el esfuerzo de organizar el comercio y las relaciones políticas con las naciones asiáticas, lo cual incrementará el comercio y favorecerá los intereses de los países miembros. Otros grupos, como el “Mercosur” y el “Grupo Andino” se superponen, tal vez en conflicto, con los grupos ya existentes. Al mismo tiempo, grupos internacionales como la “Unión de Naciones Suramericanas” (UNASUR) y la “Comunidad Estados Latinoamericanos y Caribeños” (CELAC) no se limitan a establecer solo relaciones comerciales. Estos últimos dos parecen estar en contraposición a los propósitos de la organización de Estados superior, la “Organización de los Estados Americanos” (OEA/OAS).
En cada una de estas organizaciones, al igual que sucede con la más antigua de ellas, el “Tratado de Libre Comercio de América del Norte” (TLCAN/NAFTA) es posible evaluar si han progresado o no, y si han logrado alcanzar los objetivos que se establecieron al momento de la su fundación. Por ejemplo, el TLCAM ha sido un gran éxito. Por otro lado, el Mercosur se inició con una década de robusta cooperación y de creciente comercio intra-regional, sin embargo, ha avanzado muy poco. La Alianza del Pacifico es demasiado reciente como para poder evaluarla, pero ha anunciado una modesta y agenda práctica que incluye la negociación de reglas y otros asuntos administrativos que han resultado ser menos conflictivos en las negociaciones con organismo superiores.
Aparte de los asuntos comerciales y de inversiones, que son bastante fáciles de identificar, para entender por qué algunas organizaciones prosperan y otras no, u otras como el Mercosur por ejemplo, que vivió un período de prosperidad y luego estancamiento, es central cuestionarse cómo estas organizaciones satisfacen los intereses de sus miembros. Esta no es una pregunta fácil y requiere un análisis de la política exterior de los miembros y una evaluación de sus objetivos estratégicos. En otras palabras, además de las afiliaciones de los países en varias organizaciones, ¿qué es lo que quieren los jugadores en sus asuntos internacionales? ¿Es la integración el objetivo de las naciones de América Latina?
El deseo de integración en la región se remonta a los tiempos de Bolívar. Este concepto original de unión o integración entre Estados recientemente independientes de América Latina no prosperó, a pesar de los esfuerzos que se dieron en el siglo 19 para conseguir el ideal bolivariano. A finales del mismo siglo, Estados Unidos pasó a formar parte del proceso, tomando un papel instrumental en la creación de la “Unión Panamericana”, que comenzó inspirada por la creación de una unión aduanera de los países latinoamericanos. La idea no prosperó, en gran medida por la fuerte oposición de muchos países, especialmente Argentina. La unión panamericana continuó por medio siglo más. Pero esta vez como foro de discusión de temas de interés común para las naciones.
Esto transformó la organización interna de los Estados Americanos, que la llevó en 1949 a comenzar un lento proceso de institucionalización. Hecho que hizo que fuera manipulada por los Estados Unidos, incluso actualmente se considera que es una herramienta política de ese país, lo que ha limitado la eficacia en el trato de asuntos políticos sensibles, como lo es la Democracia. Ésta resistencia a la influencia que tiene los Estados Unidos en la Organización de los Estados Americanos ha ido creciendo desde el fin de la guerra fría. Los esfuerzos de los Estados Unidos destinados a crear una comunidad de defensa comenzaron con la segunda guerra mundial y continuaron durante la guerra fría, que tuvo como consecuencia esta resistencia de los países de América del Sur – por no hablar de las amenazas externas a ellos – y ha llevado a que los temas de defensa sean eliminados de la agenda de la OEA.
La UNASUR y la comunidad Sudamericana de defensa hicieron explícitos sus esfuerzos de sustituir la OEA y a los Estados Unidos por la Comunidad Sudamericana de Defensa. Aquí encontramos, otra vez, que la ausencia de una amenaza externa dificulta la agenda de cooperación.
La cuestión radica en que a partir del fin de la guerra fría América Latina ya no se siente limitada o constreñida por el juego maniqueista del conflicto bipolar anterior. La toma de conciencia de las posibilidades de una mayor autonomía de América Latina en el sistema internacional ha ido en aumento a partir de 1990. En otras palabras, ha sido un proceso gradual de crecimiento de las posibilidades de acción – de agencia (agency) – para las naciones del continente latinoamericano. No obstante, este proceso se ha dado en los países a diferentes velocidades, todos los gobiernos parecen estar ansiosos por actuar. Esto se debe a que sean conscientes de la capacidad creciente de sus posibilidades de influir en el sistema internacional, más que cualquier pérdida de poder de los Estados Unidos, indicio del final de la hegemonía de Estados Unidos en el continente.
La creciente agencificación de los países de América Latina también ha obstaculizado los esfuerzos para crear un bloque o grupos comerciales. Las naciones no se dedican únicamente a comerciar, hacen algunas otras cosas. Tiene atributos de “poder blando” y otros de “poder duro” que los hace más influyentes y con capacidad de acción. Las políticas comerciales deben ser entendidas en un contexto mucho más amplio.
Es posible, sólo por nombrar algunos, tres claros ejemplos de esto: el comercio es importante para Brasil, Chile y México, pero no es la explicación o el determinante de los objetivos estratégicos nacionales de cada uno de estos países. Esto no debe ser una sorpresa, los objetivos estratégicos de las naciones divergen o, para ponerlo en un lenguaje un poco más positivo, divergen en un amplio espectro de temas. La ausencia de convergencia hace dificultosa las negociaciones comerciales. Estas diferencias son los aspectos que debemos tomar en cuenta si queremos entender por qué el sueño de la integración de América Latina ha sido y es tan difícil de lograr.
Además existen dos obstáculos adicionales para la integración regional que pueden ser mencionados brevemente en éste artículo.
Primero, la integración de América Latina no puede ser posible a menos que exista un consenso amplio en la región concerniente a los objetivos estratégicos, El anti-americanismo no es un objetivo suficiente para forjar el significado de la integración regional. Por estas razones, el ALBA reclama hacer foco en la integración social y en un grupo de objetivos orientados al progreso social, que ha sido puesto contrario a los Estados Unidos de forma deliberada. Esto no es un elemento viable a la definición de objetivos nacionales o regionales. En este mismo sentido, el sistema de integración comercial de la región no puede ser exitoso si se excluye a los Estados Unidos. Debe existir una forma de realizar acuerdos con Estados Unidos de manera constructiva, de modo tal que la comunidad de Naciones Unidas de América del Sur lo incluya.
Segundo, muchas de las naciones de América Latina tuvieron una década o más en la que los precios y las cantidades de sus exportaciones fueron más altos y en la historia. La mayor parte de las naciones de la región no ha sabido aprovechar tal bonanza para sus objetivos a largo plazo. Viven en una bonanza temporal debido a la explosión comercial de las commodities, conocida como la enfermedad holandesa. El despilfarro de una bonanza temporal no puede ser parte de un plan estratégico a largo plazo. La unión de países exportadores de commodities, con el fin de proteger los precios, no han contribuido a la formulación de un plan estratégico. Sin embargo, tomando los comentarios anteriores sobre el proceso de agencificación, es irónico que algunos gobiernos de la región hagan intentos de alianzas con el fin de proteger los precios de sus commodities.
Pero esto implica sacrificar el proceso de agencifiación mencionado al mercado internacional y al mismo tiempo, a la comunidad internacional que está abierta a la participación constructiva. Del mismo modo que basar una política en el anti-americanismo, crear un cartel de exportadores de materias primas, son respuestas anacrónicas para la situación actual. Las naciones de América Latina deben formular de forma más coherente y estratégica el enfoque de su política económica.
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(*) Joseph Tulchin es Senior Fellow de la Universidad de Harvard y miembro Consejo Consultivo de Asuntos del Sur.
Publicado en Asuntos del Sur, 27 de diciembre de 2013.
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