El sufragio universal llega a Guatemala en 1965, cuando el derecho al voto es extendido a todas las mujeres. Sin embargo, es hasta la creación del la Constitución Política de la Republica de 1985 que se menciona dentro de nuestro marco legal a la mujer por primera vez, específicamente en el artículo 4. Durante los primeros instantes de transición democrática, se comienza a construir un ambiente de apertura hacia los sectores más marginales de la sociedad, dentro de los que se incluye a las mujeres. Vemos durante este proceso de democratización que se comienzan a conformar diferentes movimientos feministas que buscan la inclusión de las mujeres en el ámbito político.
Los antecedentes históricos de la participación de las mujeres en la política los podemos dividir en tres épocas importantes: Revolución de Octubre, Teología de Liberación (en la década 1960-1970) y transición democrática (1982-1985).
La primera oportunidad de participación de mujeres ocurrió durante los años de la Revolución del 44, cuando se integraron al gremio magisterial y se unieron a organizaciones y manifestaciones a favor de sus derechos laborales. Durante la época revolucionaria las mujeres formaron grupos y organizaciones con fines políticos, como el Comité pro Ciudadanía dentro de la Organización Obrera de Guatemala (FOG). Sin embargo, con el derrocamiento de Jacobo Arbenz (1954), varias de las organizaciones se transformaron en clandestinas, pues eran perseguidas por su ideología subversiva. Las únicas que permanecieron en el ámbito público fueron algunas de las organizaciones anticomunistas.
La segunda época de participación de las mujeres en Guatemala ocurre durante las décadas de 1970 y 1980. La participación de las mujeres se dio como resultado de las diferentes expresiones y circunstancias existentes de la época, como el feminismo norteamericano impulsado por Betty Friedman y la Teoría de la Liberación de la Iglesia Católica. A finales de los 70 y a principio de los 80, las mujeres se visibilizan y se integran a instituciones partidistas, como la Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG), el Partido Revolucionario (PR), el Partido Socialista Democrático (PSD) y el Frente Unido de la Revolución (FUR). Según el Diagnostico del Funcionamiento del Sistema de Partidos Políticos en Guatemala, elaborado por Asies, el conjunto de estas propuestas políticas en 1974 se reflejaron “con el Frente Nacional de la Oposición (FNO), en el cual se organizó un bloque de mujeres de diferentes partidos para trabajar en el proceso electoral “.
La tercera etapa de participación femenina que vemos en el país se impulsó con la transición política del autoritarismo a la democracia. Entre 1982 y 1985, las mujeres toman el rol activista a favor de la lucha de los derechos humanos, conformando asociaciones como el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) y Tierra Viva. Durante este período es cuando las mujeres —con el conocimiento de sus derechos humanos— comienzan a cuestionar las ideologías de los partidos políticos. Al no encontrar un discurso congruente con sus necesidades dentro de los partidos, las mujeres se separan de estos y conforman organizaciones más afines a sus necesidades. Consecuentemente, el sector femenino busca espacios independientes de expresión. Las mujeres buscan tener una mayor presencia dentro de los partidos, especialmente en la distribución de cargos.
Es en este período que se forma la agrupación Acción Afirmativa, que busca ampliar la participación de las mujeres dentro de los partidos, especialmente en los espacios de poder. Finalmente, en 1994 se crean el Foro Permanente de Mujeres de Partidos políticos, en el que se discute cuál será el rol que deberá desempeñar la mujer dentro de la política guatemalteca.
En este proceso histórico vemos la evolución de los movimientos femeninos en la política de nuestro país. Es interesante ver las diferentes batallas ganadas y perdidas por nuestras antecesoras, especialmente ver los espacios que nos han abierto para tener una incidencia en la toma de decisiones de nuestro país.
Este movimiento ha ido desarrollándose paulatinamente al igual que sus metas e ideales. Vemos hoy un deseo no sólo de participar, sino de encabezar procesos nacionales importantes y hoy nos encontramos con más mujeres ocupando diputaciones en el Congreso y otros puestos importantes. También vemos en el panorama electoral un elevado número de mujeres optando por cargos de elección importantes.
A pesar de todos estos avances, es importante destacar que todavía prevalecen modelos excluyentes dentro de los procesos políticos del Estado, especialmente dentro de los partidos políticos. Es casi imposible que las mujeres puedan participar equitativamente dentro del sistema partidario. En particular, a las mujeres se les dificulta poder optar por un cargo importante dentro de las estructuras partidarias.
El arma más letal que tenemos las mujeres en contra de dicha exclusión es poner en práctica el ejercicio de nuestra ciudadanía plena. Las mujeres debemos reconocer nuestros derechos y obligaciones dentro de la sociedad y, por consiguiente, debemos participar activamente en todos los procesos de esta. Ojo: esto no significa que las mujeres, por ser un sector históricamente marginado, estamos por encima de la ley. Al igual que el resto de la ciudadanía, debemos sujetarnos a la ley y optar por espacios de incidencia siguiendo los procesos establecidos por la misma. Al violar los principios y regulaciones que establece nuestra Constitución estaremos destruyendo todos los logros que nuestras antecesoras nos han heredado.
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