Las razones por las cuales muchos guatemaltecos deciden migrar quizá se puedan resumir en la violencia y la falta de oportunidades. Además de sus familias y lugares de origen, también dejan atrás una sociedad injusta, excluyente, racista, machista, en la que opera una democracia disfuncional.
El principal destino de los migrantes guatemaltecos es Estados Unidos de América, donde encuentran enormes desafíos y peligros. Durante el viaje se arriesgan a morir. Y en el caso de las mujeres, ...
Las razones por las cuales muchos guatemaltecos deciden migrar quizá se puedan resumir en la violencia y la falta de oportunidades. Además de sus familias y lugares de origen, también dejan atrás una sociedad injusta, excluyente, racista, machista, en la que opera una democracia disfuncional.
El principal destino de los migrantes guatemaltecos es Estados Unidos de América, donde encuentran enormes desafíos y peligros. Durante el viaje se arriesgan a morir. Y en el caso de las mujeres, si no las matan, sufren agresión sexual. Si llegan con vida, luego enfrentan la cacería inhumana implacable de la Patrulla Fronteriza estadounidense. Si llegan a su destino, enfrentan el choque cultural y los problemas socioeconómicos propios de aquel país, que no es ningún paraíso.
Pese a todo eso, según estimaciones del Consejo Nacional de Atención al Migrante de Guatemala, los que han sobrevivido semejantes condiciones superan ya el millón y medio. Algunos ocupan altos cargos de responsabilidad y poder político, y las remesas que envían a Guatemala son hoy el sostén del sector externo de la economía guatemalteca, más que las exportaciones. Han conocido un orden social distinto al nuestro, en el que los derechos civiles tienen mucho valor y la ciudadanía activa es una realidad cotidiana.
Los migrantes no se olvidan de los problemas que los obligaron a dejar su tierra y de manera natural anhelan que algún día Guatemala logre las cosas buenas del sistema que hoy los acoge. Desean para Guatemala una administración de justicia funcional; elecciones y partidos políticos legítimos, que se acerquen a representar a los electores; sistemas tributarios más justos y que recaudan más y mejor; sistemas de educación y salud públicos con cobertura universal y gratuita; infraestructura vial de gran calidad y durabilidad, y otras infraestructuras imprescindibles para la economía, como puertos y aeropuertos.
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De ese anhelo los migrantes pasan a preguntarse: «¿Por qué este país, esta sociedad, ha podido hacerlo y mi Guatemala no?». Y de forma lógica concluyen que un elemento muy importante es la calidad de la clase política y de los gobernantes. Pasan de ser un grupo de migrantes, expatriados o exiliados a ser un grupo de interés guatemalteco en otro país. Y si logran evolucionar en organización y en capacidades, inevitablemente se constituyen en un grupo de poder e influencia.
No me cabe la menor duda de que los más de un millón y medio de guatemaltecos que hoy viven en los Estados Unidos han logrado constituirse en un grupo que detenta cuotas crecientes de poder e influencia política en Guatemala. La vigencia de las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que habilitarán el voto de guatemaltecos en el extranjero es un paso más en la formalización de este poder e influencia. La semana pasada, el Tribunal Supremo Electoral anunció que el domingo próximo se iniciará el proceso de empadronamiento de guatemaltecos en el extranjero.
Por el momento se espera que los más de 155,000 guatemaltecos residentes en Estados Unidos a los que el Registro Nacional de las Personas les ha extendido su documento personal de identidad se empadronen y puedan votar en la elección de presidente y vicepresidente de 2019. Ejercerán un derecho ciudadano y también una cuota de poder claramente influenciada por el anhelo de una Guatemala sin corrupción, con un gobierno eficiente, honesto y efectivo.
Las elecciones de 2019 serán inusuales por varias razones. Una, sin duda, es que serán las elecciones en las que los migrantes harán explícita su creciente cuota de poder e influencia.
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