Tal y como se ha desarrollado la situación a partir del 16 de abril, todo indicaría que la sociedad guatemalteca ha optado por la puerta de la oportunidad. Habiendo tenido ante sí ambas opciones, con décadas de vivir contra las cuerdas, finalmente, poco a poco, fue avanzando. Paso a paso, con paciencia milenaria y creatividad ancestral, fue girando la llave que al final abrió la puerta a la ruta de la oportunidad.
Un grupo pequeño levantó la voz y convocó a plantones diarios frente a la casa presidencial. En su hora de almuerzo y al final de su jornada, el grupo se mantuvo firme desde el primer día. Con sartenes como instrumento dieron el tono inicial de las protestas. Los sábados siguientes, a partir de los iniciales hechos de la crisis, fueron los días que reunieron en ocasiones decenas de miles —y en otras unos cuantos miles— de personas unidas por un motivo: luchar contra la corrupción.
En ese caminar, el reclamo fue creciendo en fuerza y contenido. A medida que los crímenes revelados implicaban a las autoridades de mayor jerarquía, la demanda por la renuncia se fue consolidando hasta convertirse en un grito social a lo largo y ancho del territorio.
Y con el paso de las semanas las muestras de cambio también empezaron a asomarse con timidez. Las marchas que no bloqueaban o la comprensión mínima del motivo de estas son algunas de las ligeras modificaciones. Igualmente hubo grupos enfocados en limpiar la plaza durante cada encuentro ciudadano. Mientras tanto, el grupo impulsor, con su batucada ciudadana, mantenía el ritmo semana a semana. En agosto, dos mujeres realizaron un ayuno durante cinco días en reclamo de la renuncia del gobernante. Lo levantaron solo después de presentar una acción al Tribunal Supremo Electoral (TSE) reclamando la suspensión de partidos políticos que violaban la Ley Electoral.
Un día después de la multitudinaria concentración en número, tiempo y territorio, una joven volvió a la plaza. Antes de ir a trabajar pasó para darles una mano a los trabajadores de la municipalidad capitalina que limpiaban lo acumulado el día anterior. Aunque resultó imposible dejar limpio el día de la marcha, esta joven y algunas personas más llegaron a la mañana siguiente y continuaron con la tarea de ayudar a limpiar.
El día de la marcha, igualmente, otros grupos compartieron bolsas de agua con agentes de la Policía Nacional Civil (PNC), a quienes las autoridades abandonaron a su suerte. Recibieron órdenes de estar en la plaza, pero no se vio que llegasen los servicios de apoyo del Gobierno para proveerles de mínimos insumos. De ese modo, agua por la tarde y trozos de pizza por la noche fueron ofrecidos por la comunidad que protestaba a la PNC que vigilaba.
El gesto mayor habría de llegar el martes 1 de septiembre, tras 20 semanas de crecimiento. A primera hora, frente al Congreso, parecía imposible que tuviera lugar la plenaria para conocer la solicitud de retiro de inmunidad al gobernante. Un grupo paraestatal, afín al Gobierno, había logrado cerrar los accesos al Parlamento y amenazaba con responder violentamente a quienes exigían que se llevara a cabo la sesión. Un movimiento social, de nuevo al paso de la batucada, dio el tono de la paz para conseguir aislar a los provocadores, vencer la confrontación y, sobre todo, garantizar el ingreso de los diputados a una sesión que ha hecho historia. Con la lluvia de la tarde, una vez más la PNC fue cobijada por la sociedad que protestaba. Mantas y acrílicos fueron convertidos en capa colectiva para cubrirlos de la lluvia.
Poco a poco, como cuando el sol intenta asomarse luego del temporal y la lluvia, se aprecian los cambios que nutren la oportunidad. Falta mucho aún por caminar. Son siglos de exclusión y racismo. Siglos de prepotencia y siglos de agresión contra la sociedad desposeída. Eso no va a cambiar de la noche a la mañana, y mucho menos por decreto.
Sin embargo, para que eso cambie, hay necesidad de alcanzar metas iniciales que permitan construir y consolidar nuevos códigos de relación desde la horizontalidad social. A partir de dicho aprendizaje podremos ser capaces de superar como sociedad las taras del racismo. Y ojalá encontremos, en ese deambular, los hilos que nos permitan construir un nuevo tejido social.
Más de este autor