Así, el Índice de percepción de la corrupción lo que nos dice es hasta dónde los distintos actores externos perciben a un gobierno como corrupto pues, como afirma TI “no existe un modo genuino de evaluar los niveles absolutos de corrupción (…) sobre la base de datos puramente empíricos”, pues de esta se sabe solo cuando se le denuncia o evidencia públicamente.
El Índice reúne datos producidos por instituciones independientes que “se especializan sobre gobernabilidad y entorno de negocios”, siendo utilizadas doce fuentes de datos diferentes, producidas por once instituciones distintas. El llamado Índice 2014 parte de la suma de datos producidos con informaciones de 2013 y 2012. Esto para el caso de Guatemala es más que importante, pues los mayores escándalos de corrupción del grupo gobernante afloraron y se denunciaron en este año 2014 y aún no afectaron la percepción de quienes miden los distintos ambientes; a la par de que para algunos observadores que en un hospital se roben medicinas o existan plazas fantasmas, o que en la policía se cobren arreglos inexistentes a radiopatrullas, si no afecta directamente el “ambiente de negocios” puede no ser percibido por el índice.
El dato, pues, no expresa toda la dimensión de la corrupción, cuestión que también está suavizada por el bullicio que desde el gobierno se hace a nivel internacional para vender la imagen de un país diferente al real. Las 230 denuncias que de corrupción gubernamental recibió Acción Ciudadana en los años de 2013 y lo que va del 2014 no están reflejadas en ese índice.
A pesar de ello, Guatemala es uno de los países más corruptos del continente, y del mundo. En el Índice recién publicado aparecemos en el lugar 115, de un total de 174 países. En la parte más baja de la tabla, y muy inferiores a países que como Namibia y Rwanda (ambos en el 55), o Ghana (61), Turquía (64) o Brasil (69) hasta hace algunos años eran sinónimos claros de corrupción. En el continente apenas si superamos a Venezuela, Haití, Paraguay, Nicaragua y Honduras.
Nótese que de los países con regímenes relativamente corridos a la izquierda solo Venezuela y Nicaragua están por debajo de nosotros, el primero con una corrupción histórica, instalada desde décadas y Nicaragua, donde la baja puntuación se debe en buena medida a la centralización de poder en el grupo gobernante.
No hay, pues, nada que celebrar, y sí mucho de qué preocuparse. Por un lado es necesario tomar en cuenta el desánimo y casi derrotismo con el que la Vicepresidenta se ha referido ya en muchas ocasiones a cómo la corrupción está instalada en todos los niveles y estratos de la administración pública. Ella que, cuando diputada, era la que más fuego, culebras y centellas lanzaba contra los gobernantes. Sin embargo ni ella, ni la costosa oficina de combate a la corrupción que USAID le montó desde antes que iniciara su gobierno han dado mayores resultados.
En realidad el grupo militar que actualmente gobierna ha dejado mucho qué desear con relación al combate a la corrupción, siendo la frustración mayor porque hicieron de su supuesta denuncia su caballo (¿de palo?) de batalla electoral. Sus denuncias resultaron en todos los casos electoreras, sin sustancia ni contenido, y lo que es más: amplificadas las prácticas ahora que son gobierno.
En cambio, lo poco que los medios de comunicación han logrado documentar es materia suficiente como para decir que el actual gobierno ha sido el más abierta y cínicamente corrupto, cabiendo a la pareja presidencial la mayor responsabilidad, no solo porque a pesar de todas las denuncias de su enriquecimiento acelerado no se han presentado evidencias de que sean bienes bien habidos, sino porque a todo momento se les nota promoviendo y promocionando gastos gubernamentales sin mayor control.
El Ministerio de Gobernación, para citar apenas un caso, ha gastado millonarias cantidades de dinero en compras por excepción, sin que ni la eficiencia ni la efectividad de sus instancias hayan mejorado. La denuncia, debida y adecuadamente documentada por la revista Contra Poder simplemente ha sido despreciada, dejando en evidencia que o los gobernantes viajan sonámbulos al final de su mandato o son parte interesada en la trama.
La presentación y posterior aprobación de un presupuesto sin ningún candado, sino más bien con toda la porosidad para permitir la corrupción en todas las instancias del Estado, hace pensar que más allá de los discursos, el grupo militar y sus aliados la tienen introyectada hasta el tuétano.
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