Opera bajo los dictados de la corrupción política y de la deshumanización de la burocracia en toda la estructura administrativa: realidad de siempre que aflora descarnada y lacerante en la pandemia del covid-19.
Además, los oligopolios productores de medicamentos a nivel mundial practican un capitalismo salvaje mediante el cual se apoderan de los Gobiernos nacionales —nada difícil en nuestro país— y buscan la ganancia infinita y no salvar vidas. En Guatemala, el precio de las medicinas es tres o cuatro veces más alto que en los otros países centroamericanos, y al Gobierno no le preocupa. Por ello el nivel de salud de la población presenta altos índices de enfermedades enmarcadas en pobreza, desigualdad y racismo.
Para darle otra vuelta a la tuerca a nivel global, «Estados Unidos quiere procurarse 300 millones de vacunas y tratamientos suficientes para encarar 2021 inmune a la covid-19, pero podría dejar sin acceso temprano a tratamientos y vacunas a otros países […] Hay muchas razones para pensar que la administración Trump no compartirá de manera equitativa vacunas y medicinas esenciales para combatir la pandemia […] parece claro que se querrá asegurar la mayor parte de la producción mundial». Mientras, el Gobierno guatemalteco, por defender a las farmacéuticas, rechaza el medicamento ruso.
El interior del país, incluidas las comunidades indígenas, es altamente vulnerable ahora con el coronavirus y también lo será más adelante, cuando otras enfermedades y catástrofes hagan presa de Guatemala. Aparentemente, estamos ante un callejón sin salida. Sin embargo, hay una luz al final de túnel con los conocimientos y la sabiduría ancestrales que se cobijan en el interior de las comunidades, incluso en algunos sectores urbanos, y que hacen acopio de diversas formas de remediar los males a la salud. Empero, la actitud colonial del poder hegemónico, político y académico hace caso omiso de estos conocimientos con la altanería del pensamiento único.
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La comunidad refundada, según lo he planteado, debe orientar su acción a la protección de la salud comunitaria ante la futura ausencia del Estado, que para el presupuesto del 2021 asigna pocos recursos y todos ellos orientados a infraestructura, no al fortalecimiento del recurso humano, dignificado y profesionalizado interculturalmente para enfrentar el crecimiento poblacional y el aumento de las enfermedades propias o importadas. «La ministra de Salud, Amelia Flores, afirmó que, como respuesta ante la pandemia, los enfoques de inversión para el próximo año serán infraestructura hospitalaria y la reparación de la existente».
En el 2012, a requerimiento de la asociación PIES de Occidente, elaboré una política de medicina maya que fue socializada en espacios académicos y comunitarios, pero también ignorada por las autoridades de salud de esa época. En dicha política se enfatizaban los siguientes ejes y líneas de acción: 1) investigación y desarrollo para recuperar, sistematizar, desarrollar, validar y aplicar la medicina maya desde el enfoque antropológico, científico y técnico; 2) institucionalidad pública mediante la creación de una entidad rectora encargada de dicha política, además de comisiones técnicas sobre medicina maya, y la inclusión, dentro de la comisión de salud del Congreso, de una mesa de trabajo sobre estos conocimientos y sobre la aprobación del presupuesto necesario; 3) propiedad intelectual para la defensa de los conocimientos ancestrales en materia de medicina y prácticas; 4) participación que fortalezca las organizaciones y autoridades comunitarias mayas para que estén representadas en distintos niveles públicos relacionados con la medicina propia, y 5) involucramiento de las universidades para la adopción, en los pénsums de estudios y de carreras médicas, del eje de medicina maya articulada a otros saberes y prácticas e involucrando a la juventud comunitaria en esa formación y en la divulgación pertinente, masiva y popular. Además, se reconocía, dignificaba y actualizaba la labor de los sanadores comunitarios en su dimensión social, espiritual y biológica proponiendo la creación de una comisión de medicina ancestral en el sistema de consejos de desarrollo (cuando creíamos en ese espacio).
Ante la política implícita del Gobierno de sálvese quien pueda y pague la deuda contraída, en lugar de cumplir con el derecho no solo de seguridad, sino también de soberanía alimentaria para todos, existe la sabiduría de los pueblos y un principio vital: «Que tu comida sea tu medicina y que tu medicina sea tu comida», como decían nuestras madres y abuelas.
La comunidad ancestral y las comunidades urbanas son las que pueden cambiar desde abajo este modelo depredador y extractivista no solo de la madre tierra, sino también de la dignidad y la vida.
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