Una forma de medir la magnitud de los intereses y ganancias detrás de las zonas francas en Guatemala es el grado de virulencia y agresividad de las reacciones a la crítica. De manera natural y esperable, los “expertos” invitados y empresarios que se benefician de las exenciones del régimen reaccionaron negativamente a las críticas al evento.
Lo que da pena y vergüenza fueron las declaraciones del ministro de economía, uno de sus viceministros, e incluso las del mismo presidente dela República. Lavirulencia reactiva de sus declaraciones hizo lucir a estos altos funcionarios más como mastines fieles a sus amos, que dignatarios responsables y con criterio de Estado.
Hace unos meses aplaudía yo decisiones valientes y correctas en el ministerio de economía. Lo que quedó claro al final de la semana pasada es que se “corrigió” el rumbo, volviendo un ministerio de Estado reducido al vergonzoso papel de ser poco menos que una ventanilla repartidora de privilegios fiscales.
Se alabaron los beneficios de las zonas francas, rayando incluso en el exceso y el ridículo. Se dijo que los regímenes de privilegios fiscales salvaron a nuestro país de la crisis mundial, y que por las “mentalidades” como las de quienes los criticamos es que ocurrió la crisis.
¡Vaya desfachatez! Como si no se supiera que la crisis la desató la avaricia desmedida del mercado inmobiliario estadounidense, propagada luego a la banca de inversión y de allí a la economía global. Fue precisamente la existencia de privilegios la que condujo a la debacle, no la demanda por justicia y equidad fiscal.
Las exenciones del impuesto al valor agregado (IVA) y los derechos arancelarios sobre importaciones (DAI), pueden discutirse toda vez se apliquen a bienes que no serán consumidos en Guatemala y que se reexportarán. Pero, ¿cuál es la justificación para las exenciones de impuesto sobre la renta (ISR) e impuesto de solidaridad (ISO) para las zonas francas?
Ya he comentado con anterioridad que fueron las remesas familiares las que sostuvieron nuestra balanza de pagos durante la crisis, no la inversión extranjera directa atraída por privilegios como los que gozan las zonas francas (las remesas son 5.6 veces más grandes que la inversión extranjera directa). Además, las cifras y varias experiencias muestran que nuestra estrategia de atracción de inversiones no es precisamente efectiva.
Panamá y Costa Rica atraen el 60% de la inversión extranjera directa de la región, mientras que Guatemala atrae sólo el 13%. Y eso que en Panamá las zonas francas pagan ISR sobre los dividendos que distribuyen. Lo que pasa es que es mucho más competitiva que nosotros, no porque rebaje más los impuestos, sino porque ofrece mejores servicios, tiene más y mejor educación (nueve años de escolaridad, contra solo cuatro en Guatemala), infraestructura y seguridad. La de Panamá es una competitividad de verdad.
Se alaba el empleo que generan las zonas francas, y qué bueno que lo hagan. Pero, ¿acaso no genera empleo tanto una empresa que sí paga ISR como la que no? Si las empresas que operan en zonas francas son tan exitosas y producen tantos empleos, entonces que demuestren su eficiencia pagando su ISR, compitiendo como las demás empresas que sí pagan.
Debemos hacer a nuestro país más competitivo, atraer inversiones, generar empleo, propiciar la transferencia de tecnología y fortalecer el sector externo de nuestra economía. Pero hagámoslo de verdad, con más y mejor educación, salud, seguridad e infraestructura, no con competencia espuria basada en privilegios fiscales.
Más de este autor