Puesto que por lo general sucede antes de una tormenta eléctrica, me resultó interesante apreciar el ala del avión cortando las nubes mientras era iluminada por la electricidad.
La figura más literaria sobre lo que el fuego de San Telmo tiende a tocar son los mástiles de los barcos. Un interesante relato de este caso se encuentra en las inmortales aventuras del capitán de navío británico Horatio Hornblower, personaje ficticio de la novela de Cecil Scott Forester. Hornblower recuenta que en las puntas de los mástiles se pueden apreciar las luces blanco azuladas del fuego de San Telmo, siendo esto un mal augurio. Recordemos que en el mundo antiguo, el fuego San Telmo podía tomar varios nombres, Helena, Cástor y Pólux. Siendo siempre su aparición, un mal augurio. Los cristianos antiguos suponía que estas luces eran la aparición de San Erasmo de Formia (San Telmo), pero ni aunque Erasmo haya sido mártir hacía de su aparición un buen augurio.
La cultura posmoderna nos da otra imagen del fuego de San Telmo en la producción cinematográfica estadounidense que lleva precisamente este nombre. Esta cinta estrenada en 1985 gira alrededor de un grupo de muchachos[1] universitarios que afrontan situaciones existenciales que van desde la profunda amistad, los dilemas amorosos hasta la eventual separación de un grupo que constituyó una manada muy unida.
Uno de los personajes en este película, el joven Kevin Dolenz (protagonizado por Andrew MacCarthy) apenas sobrevive como escritor cínico de obituarios. Además, desea vivir un romance con una mujer casada con uno de sus amigos. Eventualmente, Dolenz quiso escribir sobre detalles positivos de la vida y pudo publicar en el periódico local una columna titulada Observaciones de la Vida.[2]
Aunque para la cinta esta escena es importante y determina el rumbo de la historia nunca se dice nada de su contenido (tampoco nadie lo pregunta). No fue posible sino hasta que la crítica de cine Sarina Rowell decidió congelar la imagen en la versión original y dar a conocer el contenido. La columna usada en la cinta para representar ´la pieza de Dolenz´ es un conjunto real de temas poco profundos que reflejan la cultura de los años ochenta en Estados Unidos.
El canadiense David Foster escribió las notas y letra de la canción que representaría a esta cinta. La tituló ´For Just a Moment´ dando a entender que el tiempo pasa, la gente se toca[3] y luego cada quien toma su camino.
La vida es, entonces, una existencia de puntos separados que luego se unen para producir líneas de historicidad que luego desaparecen.[4] ¿No sería mejor marcar las vidas de otros con temas más interesantes que los aparecidos en la columna de Dolenz? La poesía de Petrarca, lo oscuro de la música de Tartini, el canto de amistad entre Aquiles y Patroclo, las aventuras de Arturo….
En lugar de ser fuego de San Telmo para traer mal augurio a la existencia de otros, ¿Se puede crear belleza para los demás? ¿O es esto tan trágico como el mito de Sísifo? ¿Resultaría mejor obviar que los otros existen y tratar simplemente de ´no estorbar´? [5]
Cómo sea, vivimos hoy y nos conocemos por cortísimo tiempo. Somos marcas sueltas que esperan tocarse para formar líneas que cuentan historias para luego, así como si nada, separarse.
Algo en qué pensar durante este día del cariño y la amistad.
[1] Esta cinta pertenece a estilo cinematográfico conocido cómo ´Brat Pack´ ó ´grupejo de mocosos´. Fue un estilo de cine muy típico en los ochentas en EEUU haciendo girar las historias alrededor de pandillas de muchachos rebeldes. El término fue acuñado por el articulista del New York Times, David Blum.
[2] Eventualmente también se metió en la ducha con la esposa de su amigo.
[3] Literal y sexualmente hablando.
[4] Algo típico de la experiencia universitaria estadounidense. En cuestión de meses es posible ver el pequeño mundo personal completamente modificado, y lo que un día fueron amistades cercanas o relaciones íntimas, pasan a ser, burdas notas de pie de página.
[5] Aunque la cinta en mención aborda las aventuras de esta pandilla, ninguno de ellos se hace ningún bien mutuo, todo lo contrario, sus vidas quedan marcadas en el mejor de los casos, sin nada que valga la pena. Pareciera que es mejor vivir cómo sociópata funcional antes que cagarle la vida al prójimo.
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