La demanda la pusimos de moda quienes ya somos veteranos en la lucha por los derechos de migrantes guatemaltecos en EUA, cuando empezamos el cabildeo ante la administración de Álvaro Arzú en 1996.
Acariciado por varios sectores, el tema del voto desde el exterior es obligatorio dentro del abordaje del tema migrantes. Como si su aprobación nos fuera a dar beneficios migratorios, como por ejemplo un TPS, en el caso de las y los guatemaltecos que se encuentran EUA.
Dicho voto se ha convertido en un “trofeo” para quienes gustan de aparecer en los medios victoriosos de la causa migrante. Atrae inversión de recursos, prensa e interés académico, aunque su logro no pasaría del derecho en si. Algo irrelevante para migrantes sin documentos. El cabildeo sigue intenso a favor de lo que supuestamente las y los inmigrantes pedimos. La Comisión del Migrantes del Congreso reacciona, y, Relaciones Exteriores no ha soltado el voto a control remoto como línea de discurso durante los últimos cinco gobiernos.
Pero, ¿qué opinan sobre el voto desde lejos la persona migrante común y corriente que vive y trabaja fuera de Guatemala?, no lo sabemos.
Sospecho que para la persona migrante que diariamente se para en una esquina a conseguir ser llevado como jornalero, para limpiar casas o cuidar niños, el “elegir o ser electos” no es una aspiración tan urgente. La demanda del voto a distancia podría llegar a ser una “victoria política” para quienes en los Estados Unidos se han auto-proclamado “campeones” del voto en el exterior, pero de ser aprobada, esta no va a pasar de ser un logro simbólico.
¿Qué persiguen entonces quienes nos ofrecen el derecho al voto desde lejos? Obviamente luchan por su derecho “a ser electos”. En pleno ejercicio del derecho constitucional que les permite ambicionar a un “hueso a distancia”, obviamente. Promover la participación cívica transnacional está bien, pero asumir que las y los inmigrantes vamos a votar desde lejos, de forma masiva y sin correr riesgos migratorios, es algo sumamente irresponsable.
Supongo que sin una medición científica esto solo lo sabremos posteriormente a un costo millonario que terminará beneficiando a una minoría. Como ocurrió en el caso de México en 2006, con una participación menor a 1% de mexicanos aptos para votar en EUA, a un precio de 46 millones de dólares, algo que muy probablemente se repetirá el 1ro de julio de 2012, en ese país.
Es cierto, el Estado de Guatemala sigue negándole el derecho al sufragio y a ser electos a quienes nos vimos forzados a buscar futuro en otros países. Pero también es cierto que ese derecho se le veda a millones dentro del país. Por ello, el tema debería de abordarse de manera integral, como parte de una nueva cultura de ciudadanía transnacional, en la que la demanda por el voto a distancia se exija junto a otros derechos políticos y humanos. Como lo sugiere Danilo Rivera, Investigador de INCEDES y miembro del Grupo Articulador sobre Política Migratoria en Guatemala, en el documento “Ciudadanía transnacional, el derecho a elegir y ser electo”, el tema del voto en el exterior debería abordarse como parte de un contexto amplio, en el que Ciudadanía, Democracia, Estado, Migración y Globalización, fueran partes de un eje conceptual hacia la construcción de un mejor país.
En los Estados Unidos tendremos elecciones en noviembre de 2012 y la inmigración es nuevamente tema de campaña. Los demócratas no pueden evadirlo y los republicanos menos. Frente a decenas de leyes estatales anti-inmigrantes, y las “soluciones” restrictivas que algunos republicanos han presentado para “taparle el ojo al macho” en el Congreso, para atraer el voto latino; y ante nuestra frustración por el incumplimiento de una reforma migratoria integral ofrecida por Obama, la posibilidad de ayudar a políticos en Guatemala —o desde el exterior— a conseguir un “hueso”, me temo, no es tan popular como lo predican algunos miembros de asociaciones guatemaltecas.
Hoy abrigo más reservas que cuando empezamos a cabildear por esta medida en el '96. Me pregunto qué políticos —legítimos o de facto— van a resultar llevándose la mejor tajada del pastel del voto exterior. Opino que es más urgente luchar por los migrantes en tránsito por México, por el derecho a la vida y la libre movilidad humana, que por derechos constitucionalmente legítimos, pero vacíos en términos prácticos.
* Edgar Ayala llegó a EE.UU. hace 25 años, donde vivió como inmigrante “indocumentado” los primeros 10 años. Ha abogado por los derechos de las y los inmigrantes en EE.UU. y trabajado como interprete de inglés/español, en la asistencia a refugiados centroamericanos solicitantes de asilo político. Es miembro fundador de la Alianza de Comunidades Latinoamericanas y Caribeñas, (NALACC por sus siglas en inglés).
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