Por eso los ataques a los comunicadores y a los periodistas vulnera de forma directa el derecho a la información libre y sin cortapisas, pues, en cualquier régimen autoritario, el primer objetivo estratégico es controlar, amedrentar y anular la labor periodística: hoy se controla la prensa y la labor periodística; mañana llegaremos a una situación en la que el poder político podrá disponer de propiedades, de recursos y hasta de las vidas de quienes viven sin conocer realmente la realidad.
El caso del periodista Oswaldo Ical Jom es paradigmático de la lucha por dignificar la labor periodística, de manera que acuerparla es abanderar la lucha de todos los ciudadanos de este país que exigen conocer la realidad sin sesgos o censuras de ningún tipo.
La historia de Oswaldo es tenebrosa y a la vez esperanzadora. Tenebrosa porque, en medio de su labor profesional, el 29 de agosto de 2014 fue objeto de secuestro, tortura, calumnias y amenazas a su integridad personal. Solo la oportuna intervención de sus colegas periodistas y de las autoridades evitó una verdadera tragedia. Su único pecado fue internarse en los dominios de los caciques Antonio y Diego Itzep, de Uspantán, Quiché, buscando cubrir la historia de una niña secuestrada y asesinada. Los hermanos Itzep lo acusaron, sin pruebas ni fundamento, de ser el responsable del hecho, cuando su interés profesional era dar a conocerlo.
Esperanzadora porque la lucha de Oswaldo en contra de los culpables desnuda la terrible penetración de supuestos líderes comunitarios que, bajo el ropaje de la legitimidad democrática, atropellan derechos, secuestran, torturan y hasta asesinan vía el linchamiento. Y lo hacen en la total y absoluta impunidad. De hecho, la acción violenta y sin control de estos bandoleros es ampliamente conocida en la zona, lo cual desnuda la complicidad y la tolerancia de las autoridades judiciales de la región.
El retardo malicioso y parcializado de los operadores del sistema judicial, el miedo, la intimidación y la represión han actuado conjuntamente en este caso para disuadir a Oswaldo de continuar con su lucha. Sin embargo, la determinación y el valor de este periodista han impedido que tales amenazas surtan efecto. Eso sí, lo han obligado a alejarse temporalmente de su familia para emprender una cruzada valiente por llevar a los culpables ante la justicia.
Me uno a las voces del Centro Cívitas y a las del Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos (CALDH) y manifiesto mi total solidaridad y apoyo a la causa del periodista Oswaldo Ical Jom: demandamos que las autoridades judiciales encargadas del caso cumplan su papel y favorezcan las condiciones para un juicio justo, pronto y expedito.
¡Justicia para el periodista Oswaldo Ical Jom! ¡No más atropellos a la libertad de expresión!
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