Al ver que los Zetas avanzaban hacia su casa, Andrea entró en pánico. Recogió los paquetes de droga y los lanzó hacia ellos, pidiendo a gritos que se fueran. “¡Váyanse a la mierda!”, rugió. Pero siguieron avanzando. Tomó un machete y los amenazó. Gesto desesperado e inútil: un disparo silencioso la hizo caer al suelo, herida mortalmente. “¡Corte!”, gritó el director de la película, Julio Hernández. “Muy bien, pero vamos a hacer otra toma”.
“Ojalá el sol me esconda” tiene un presupuesto...
Al ver que los Zetas avanzaban hacia su casa, Andrea entró en pánico. Recogió los paquetes de droga y los lanzó hacia ellos, pidiendo a gritos que se fueran. “¡Váyanse a la mierda!”, rugió. Pero siguieron avanzando. Tomó un machete y los amenazó. Gesto desesperado e inútil: un disparo silencioso la hizo caer al suelo, herida mortalmente. “¡Corte!”, gritó el director de la película, Julio Hernández. “Muy bien, pero vamos a hacer otra toma”.
“Ojalá el sol me esconda” tiene un presupuesto de $19,000. Es muy poco para una película. El dinero proviene de un premio que le otorgó un fondo europeo de apoyo a la cinematografía al presentar “Hasta el sol tiene manchas” en un festival argentino.
Cuando Julio Hernández rueda una película, se entremezclan íntimamente una filosofía artística muy bien definida y limitaciones de presupuesto muy fuertes. El ajustado presupuesto del que Julio dispone sólo le permitió dos semanas de rodaje. Muchos directores considerarían que es insuficiente para un largometraje, pero por otra parte, la urgencia y el riesgo son partes intrínsecas de la forma de trabajar de Julio.
Julio Hernández, después de cinco películas hechas en Guatemala, ha decidido emigrar a México.
Las oportunidades laborales son sólo una parte, quizás la menos importante, de su decisión de salir del país. “Creo que me cansó la situación en Guate. Hay una apatía general, un desinterés hacia lo político y lo social, desinterés porque se compongan las cosas, desinterés ante la violencia, ante la pobreza en que se vive, desinterés por la cultura como elemento de identidad, desinterés por muchas cosas. Ni siquiera los partidos de fútbol se llenan. Y siento que me estoy contagiando de eso, y no me gustaría que mis hijas fueran así. Creo que la decisión parte más de mis hijas, por que vivan en un lugar donde ciertas cosas no sean normales”.
Normales como un linchamiento, una masacre, una extorsión, un tiroteo en una avenida… normales como los acontecimientos que ocurren en las películas de Julio Hernández.
Texto de Sebastián Escalón
Fotografías de Sandra Sebastián
La nota completa en http://www.plazapublica.com.gt/content/un-western-en-el-medio-oriente