Sea por la vía de alcanzar las demandas principales, por la peligrosa apuesta de darle largas al asunto, por la distracción, por la división interna o por la declaratoria de guerra a la población que protesta, la intensidad del movimiento va a menguar.
Las nuevas generaciones saben de movimientos de protesta social por los libros y las historias de los abuelos. La población mayoritaria de Guatemala —hablo de grupos de edad— ha descubierto que tiene poder y que los jóvenes son mayoría.
Sería una pena que la movilización social terminara. A fin de cuentas, el futuro pertenece a la juventud, y los jóvenes no deben retornar a un estado de hibernación.
El movimiento de indignación ciudadana que despertó el 25 de abril no debe ser flor de un día. El ejercicio de ciudadanía debe desarrollarse como se desarrolla un músculo en el gimnasio.
Según este sitio de internet, «la ciudadanía se ejerce por las personas, los grupos y las instituciones que […] realizan las acciones que causan cambios que conducen a evolucionar y fortalecerse, participando en comunidades, en políticas sociales y activamente en ONG (organizaciones no gubernamentales) a través del voluntariado, donde se realizan acciones de solidaridad para el bien de la población excluida de las condiciones de ciudadanía. Estas últimas organizaciones complementan la labor del Estado, realizando acciones donde este no consigue llegar».
La juventud de hoy, mañana gobernante, debe prepararse para cuando no tenga que pedir a otros que hagan cambios, sino deba hacerlos ella misma.
Por ello, antes de que el furor y el dinamismo se debiliten, es el momento perfecto para empezar a prepararse. Jóvenes, es necesario desarrollar empatía, el elemento que hace falta a los malos gobernantes. ¿Cómo se consigue? Participando. No solo en protestas o publicando cosas atinadas en las redes sociales, lo que es bueno pero no suficiente.
Es el momento de enlistarse en los gimnasios de ciudadanía.
Boy Scouts y Muchachas Guías, Manos Amigas, asociaciones del tipo Un techo para mi País, asociaciones de consumidores responsables, Operación Panito, grupos de protección a los animales. Acudan a las ferias de voluntariado. Las oportunidades abundan. Y si no existen, este es un buen momento para crearlas. Organizaciones como la Fundación Soros y similares podrían unirse y apoyar este ejercicio.
Si no podemos unirnos a algún grupo, hay que buscar la manera de ponernos en los zapatos de los demás, de experimentar o intentar sentir por un rato lo mismo que sienten otros. ¿Cómo se consigue mantener a una familia con 15 quetzales al día? ¿Cómo es caminar cinco kilómetros para ir a la escuela? ¿Cómo se siente ser mujer y recibir palizas regulares enfrente de los hijos? Leamos historias, veamos documentales. Encontremos una manera de ver el mundo con los ojos de esas personas. Sólo entonces podremos aspirar a tener una nueva generación de políticos.
Hay opciones para todas las edades y todos los gustos. Los adultos no quedamos para nada exentos. La participación debe ser continua.
Corresponde a nosotros, los adultos, ayudar a los jóvenes para que desde ahora mismo acudan a algún gimnasio de ciudadanía. Hay que darles alas para que aprendan la solidaridad y el hábito de ser justos.
A quienes lean este artículo y la idea les parezca buena, los invito a que den a conocer más opciones a través de la sección de comentarios.
Por si a alguien se le ocurre que este artículo es un distractor, no lo es. Es un esfuerzo para no perder la inercia. La coyuntura debe continuar su desarrollo, pero debemos tener una agenda para cuando las aguas se vayan calmando.
La ambición y el egoísmo han extraviado a muchos gobernantes. Empatía es lo que no han tenido ni por asomo. Conocemos la enfermedad, conocemos el remedio. ¡Jóvenes, al gimnasio social!
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