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Iraquíes sunitas al auxilio de insurgentes sirios

"Tenemos pruebas de que las milicias chiitas están atravesando los puestos de control dentro de Iraq gracias a un salvoconducto de Bagdad que les permite llegar hasta la frontera sin ser molestadas", aseguró Al Alwani.
La guerra interna siria constituye un auténtico catalizador de la crisis política en la que permanece sumido Iraq desde que su vicepresidente, el sunita Tarik al Hashemi, fuera acusado de terrorismo por Al Maliki, en diciembre de 2011.
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Iraquíes sunitas al auxilio de insurgentes sirios

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Mientras la oposición de Iraq denuncia una presunta conexión de Bagdad con Damasco, la crisis de la vecina Siria se está cobrando ya su precio de este lado de la frontera.

El primer ministro de Iraq, Nuri "al Maliki, hará lo imposible para que (el presidente sirio, Bashar) al Assad siga en el poder. De hecho, ya lo está haciendo", denunció el parlamentario opositor iraquí Ahmed al Alwani.

Desde que comenzaron las revueltas contra el gobierno en Siria, hace ya un año, nadie pone en cuestión el flujo constante y transfronterizo de iraquíes sunitas que se unen a los insurgentes sirios. Ni siquiera Al Alwani lo discute. Pero, según dice, las lealtades de esos milicianos están lejos de ser unidireccionales.

"Hace tres meses, la policía arrestó a un grupo de hombres que viajaban rumbo a Siria en un coche cargado de dinero y armas. Resultaron ser milicianos del Ejército Mehdi", grupo chiita liderado por el clérigo y líder político Muqtada al-Sadr, dijo el parlamentario en su residencia en la central ciudad de Ramadi, capital de la provincia de Anbar.

"Tenemos pruebas de que las milicias chiitas están atravesando los puestos de control dentro de Iraq gracias a un salvoconducto de Bagdad que les permite llegar hasta la frontera sin ser molestadas", aseguró Al Alwani.

El aeropuerto de Najaf –ciudad santa chiita en el sur de Iraq– es el lugar desde el que se distribuyen entre esas milicias las armas llegadas desde Irán, señaló.

Sunitas y chiitas profesan adhesión a dos ramas divergentes de la religión musulmana. Los chiitas constituyen 60 por ciento de la población iraquí. Los sunitas, una minoría que ronda el 20 por ciento, eran el grupo islámico dominante en el régimen de Saddam Hussein (1979-2003). Hoy están debilitados y a la defensiva.

Esa supuesta migración de grupos armados hacia Siria estaría, presuntamente, degenerando en enfrentamientos también en suelo iraquí.

En un vídeo divulgado en Internet, un grupo insurgente sunita que se hace llamar "Brigada de Anbar" reivindica un ataque contra un convoy de autobuses escoltado por vehículos del ejército iraquí y que, supuestamente, transportaba milicianos chiitas a Siria.

El gobernador de Anbar, Qasim Mohammad Abid, se mostró más cauto a la hora de establecer las filiaciones políticas y religiosas de aquellos que atraviesan su provincia limítrofe con Siria, la más extensa del país y situada en el oeste y noroeste del territorio iraquí.

No obstante, este ingeniero educado en Alemania no ocultó la incertidumbre que le suscitan los acontecimientos al otro lado de la frontera.

"Los progresos que hemos conseguido en materia de seguridad en Anbar se pueden ver truncados por un éxodo masivo de refugiados desde Siria. Tenemos que estar preparados para lo peor", dijo Abid en su fortificada residencia en Ramadi.

Dada su población mayoritariamente sunita y su porosa frontera con Siria, Anbar se convirtió en un auténtico bastión insurgente durante la ocupación estadounidense (2003-2011), una plaza fuerte de la red extremista islámica Al Qaeda y de la resistencia local en su conjunto.

Los radicales islámicos fueron finalmente expulsados gracias a la acción combinada de tropas estadounidenses y exinsurgentes sunitas reagrupados en Sahwa ("despertar", en árabe), una milicia progubernamental financiada y organizada por el ejército ocupante.

Lo cierto es que el proyecto Iraq Body Count (Conteo de los muertos en Iraq) sigue dando fe de centenares de víctimas de los extremistas apenas en los últimos tres meses. El mismo gobernador Abid perdió su mano derecha en un atentado en 2009, del que culpa a Al Qaeda, entre otros.

"Tenemos pruebas documentadas que prueban el apoyo, tanto logístico como financiero, de Irán a Al Qaeda", dijo.

"Cada acción de los terroristas no ha servido más que para justificar la represión y la marginación de los sunitas en Iraq, pero también para vincular a los rebeldes sirios con los yihadistas (combatientes de la "guerra santa") y conseguir que Washington y Occidente se desmarquen de una posible intervención en ese país", aseguró el gobernador de Anbar.

Tras los muros de la fortificada Zona Verde de Bagdad, el legislador Ali Al Shalah, de la coalición Estado de Derecho que sostiene al primer ministro Al Maliki, desmintió casi palabra por palabra el discurso de sus oponentes de Anbar.

"He oído hablar de milicianos cruzando la frontera de Líbano para unirse a Al Assad, pero le aseguro que el gobierno trabaja incansable para impedir la participación de cualquier grupo armado desde nuestro territorio", dijo Al Shalah. "Cualquier cambio al otro lado de la frontera afectaría irremisiblemente a Iraq", añadió.

El político negó igualmente el supuesto vínculo entre Al Qaeda e Irán. Apuntó que había "otros países árabes" tras los yihadistas y aseguró que la última oleada de ataques fue "una demostración de fuerza de los sunitas a la vez que un desafío al gobierno".

"A pesar de las continuas agresiones, seguiremos luchando por reclamar el espacio que nos corresponde entre el mundo árabe y el vecino persa chiita, y siempre al margen de toda injerencia", concluyó este representante del gobierno, que se define a sí mismo como "un escritor y poeta con una gran responsabilidad política".

Lo cierto es que la guerra interna siria constituye un auténtico catalizador de la crisis política en la que permanece sumido Iraq desde que su vicepresidente, el sunita Tarik al Hashemi, fuera acusado de terrorismo por Al Maliki, en diciembre de 2011.

Desde su refugio en la norteña región autónoma del Kurdistán iraquí, el prófugo vicepresidente no ha dejado de acusar a Al Maliki por el reciente repunte de la violencia. Mientras tanto, los kurdos –que constituyen una minoría de 20 por ciento– observan con cautela la creciente brecha entre chiitas y sunitas.

Erbil, capital de la región autónoma kurda de Irak, lucha por hacer frente a las cada vez mayores presiones que recibe desde Bagdad para que entregue a Hashemi, sin perder de vista la situación de los kurdos de Siria entre 1,5 millones y tres millones, según el censo de ese país.

Si bien el flujo de refugiados desde Siria aumentó desde el estallido de la crisis, el Kurdistán iraquí ha sido habitual destino de millares de familias kurdas que escapaban de la represión del régimen de cuatro décadas de los Al Assad, Bashar, el actual presidente, y su padre Hafez, que gobernó desde 1971.

"El mes pasado celebramos un congreso en Erbil junto con representantes kurdos de Siria y apostamos por rechazar toda intervención a favor de una deseable solución dialogada", explicó Daban Shadala, alto representante de gobierno regional kurdo.

"Nuestro principal objetivo es proteger a nuestros hermanos kurdos de Siria. No obstante, somos conscientes de que, a medida que pasa el tiempo, cada vez será más difícil llegar a un acuerdo de paz entre los sirios".

**Este artículo es parte de IPS y es reproducido con su autorización por Plaza Pública.

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