Guardando las distancias, manifestaciones similares empiezan a observarse en los Estados Unidos. De hecho, hay miles de ancianos que se ven ahora obligados a trabajar en el sector de servicios (Walmarts y cía.), ya que no les alcanza para la jubilación ni para pagar sus gastos médicos; los usureros de sus ahorros se han dedicado a jugar torpemente a la ruleta rusa de manera casi impune. Es cierto que por ley todos los niños tienen acceso gratuito a las escuelas primaria y secundaria; aunque dados los recortes presupuestarios, la calidad de la educación pública se malogra, mientras que la brecha de resultados y desempeño académico entre estados y con otros países industrializados se ensancha. Pero cuando estudiantes estadounidenses se ven forzadas a prostituirse para pagar préstamos por sus estudios universitarios, eso es que algo no calza ya en esta otrora potencia mundial.
De acuerdo con un reportaje publicado en el Hufftington Post, jóvenes de pregrado ofrecen servicios de compañía y sexo a hombres adinerados quienes, a cambio, pagan sumas no despreciables que les permiten pagar sus estudios. La misma Ariana Hufftington indica que habría más de 200 mil direcciones electrónicas de estudiantes en decenas de sitios Internet, donde pueden registrarse para ofrecer sus servicios como “acompañantes” a hombres 20 ó 30 años mayores que ellas (“sugar daddies”). Las causas principales residen en una economía incierta y en que la educación universitaria llamada “pública” (aunque no por ello gratuita), pareciera convertirse cada vez más en un sueño casi inalcanzable para las clases media y trabajadora estadounidenses. Dado el excesivo costo de las matrículas universitarias y el pronóstico de un mercado laboral en serios aprietos, con una tasa de desempleo del 9.1%, miles de estudiantes terminarán sus carreras sin la seguridad de un empleo bien remunerado y con enormes deudas. Si bien este tipo de arreglos no es nuevo, indican expertos, el fenómeno se ha incrementado en este segmento poblacional en los últimos cuatro años, después de la primera recesión de 2007-08. Y con ello, las ganancias de sus patrocinadores en Internet han aumentado exponencialmente.
Uno de los pilares sociales más venerados en este país, considerado uno de los instrumentos exitosos de paridad social entre distintos grupos socioeconómicos y étnicos, pieza clave para asegurar la movilidad social, es la educación pública. Durante décadas, los gobiernos federal y estatales han invertido recursos públicos para el sostenimiento de una sociedad próspera a la base del mítico sueño americano. Pero, como sabemos, la contracción de la economía, las crisis financieras cíclicas, el desmantelamiento paulatino del Estado, la exoneración de impuestos de los sectores económicos más pudientes y las dificultades fiscales crónicas que caracterizan a la mayoría de estados de la nación, continúan poniendo en riesgo a su capital humano. Para muestra un botón: el acuerdo en el Congreso, la semana pasada, para elevar el límite de la deuda pública (que por cierto no implica impuestos), prevé menos subsidios federales para préstamos a estudiantes de postgrado, con lo cual se anticipa que las deudas de estos futuros profesionales se multiplicarán al finalizar sus estudios. En riesgo se encuentra, pues, la próxima generación de universitarios, esa que debería constituir la base de la intelligentsia y el motor de la economía estadounidense del futuro; al final de cuentas, la clase media en potencia.
Algunas psicólogas ya están recetando que las estudiantes que se prostituyen con fines educativos necesitan una “brújula moral” para tomar mejores decisiones. Sin embargo, lo que se necesita es una brújula económica redireccionada hacia la consecución del bien común y no solo el de los bolsillos del 1% de la población. Y si solo de moral se tratara, en todo caso es toda una sociedad la que necesita lecciones de moral, empezando por los bancos y los financistas que especulan con dinero ajeno; así como las corporaciones e individuos multibillonarios que se resisten a pagar su debida contribución al erario. Una brújula moral también la necesitan lo medios de comunicación, las empresas publicitarias y las de entretenimiento que hacen de la mujer un objeto sexual y normalizan la mercantilización de sus cuerpos con fines de lucro.
Mientras el Estado siga percibiendo menos ingresos y los políticos conservadores y de extrema derecha sigan haciendo del “no más impuestos” su mantra de campaña para luego paralizar la discusión de temas de fondo en este país, miles de personas vulnerables seguirán sintiendo los efectos de esta economía y sistema financiero en la debacle, optando por opciones creativas para sobrevivir, incluyendo el intercambio sexual con fines educativos. Welcome to the New American Dream!
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