Mi buen amigo Lisardo Bolaños escribió una columna en la que intenta, con numerosas referencias académicas, plantear un justo medio entre las posiciones, según él, extremas del PP y Líder versus la del Icefi. Aunque no dudo que su crítica es bienintencionada, es equivocada porque está mal informada. Y de ahí el consejo siempre sano: no criticar lo que se ignora.
En su columna, el amigo Bolaños hace una apología de los incentivos y alega que el Icefi está en contra de los incentivos económicos, lo cual es falso. A lo que el Icefi se opone es a la visión miope y anacrónica de que el privilegio de no pagar impuestos es incentivo suficiente para invertir y generar empleos. Tal como Juan Alberto Fuentes dice con autoridad en su columna de ayer, citando también a expertos, las exenciones de impuestos no son una pócima para generar empleos (véase, por ejemplo, La eficacia de los incentivos fiscales, de Daniel Artana, del BID, citado por Fuentes).
Bolaños distingue correctamente entre incentivos, legítimos cuando son efectivos, y privilegios, que son injustos e inefectivos. Lo que el Icefi ha denunciado es que la propuesta gubernamental de las «leyes de empleo» presentada en 2013, la iniciativa presentada por el PP en septiembre de 2014 y la reciente ley Baldizón de empleo no contienen el tipo de incentivos legítimos y efectivos que Bolaños y el rosario de autores que cita alaban con tanta devoción. Lo que contienen es una lista descarada de privilegios fiscales inefectivos para atraer inversión y generar empleo: evidencia de la voracidad de sus ponentes y defensores.
Aun cuando Lisardo y su servidor no pensamos igual, en realidad estamos más de acuerdo que en desacuerdo. Me parece que su análisis de las propuestas de ley es certero en cuanto a que estas se desbordan en privilegios, sin vinculación alguna a los resultados que se supone que generarían en caso de que fueran aprobadas. Y aún le asiste más la razón porque advierte que se han cuidado mucho de omitir sanciones cuando, habiendo gozado los privilegios, no se generen resultados.
Es decir, exenciones de impuestos que no están condicionadas a resultados, y además no sancionar a los beneficiarios de esos tratamientos tributarios diferenciados por no generar los resultados esperados, no pueden ser incentivos legítimos ni funcionales: son privilegios que deben evitarse. ¿Estamos de acuerdo en eso? La columna de Bolaños sugiere que sí.
La visión del Icefi no es simplista, pues reconoce la necesidad de elementos fundamentales en todo plan de desarrollo como apoyar la industria y ponerle atención al interior del país. Es posible que Lisardo y su servidor enfrentemos diferencias en cómo hacer esto, pero me parece que estamos más que de acuerdo en cuanto a que ofrecer exenciones no condicionadas a resultados ni sanciones (es decir, privilegios) no es la forma.
El Icefi sí promueve una visión de desarrollo, que, cierto, no coincide con la visión del amigo Bolaños en cuanto al método o a las herramientas para resolver nuestros problemas. Pero no dudo que los objetivos son los mismos: mejorar la calidad de vida y resolver nuestros problemas.
Así, al amigo Bolaños lo invito a dejar de lado la crítica a lo que ignora, a buscar lo mucho en que coincidimos y a debatir técnicamente sobre las diferencias de método. ¿Para qué? Bueno, para dejar atrás propuestas espurias, como las «leyes de empleo» del Ministerio de Economía o la ley Baldizón de empleo, copias de la misma vaina, y ver si avanzamos en impulsar soluciones legítimas.
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