Nadie escapa al conocimiento de la verdadera causa del divorcio de la pareja presidencial Colom-Torres; tampoco de la renuncia de Manuel Baldizón como candidato presidencial de su partido y, ¿la verdad?, ni noticia es. Pero, sí lo es el fallo del Tribunal Supremo Electoral que avala la constante promoción de Alejandro Sinibaldi en los anuncios que a diario debemos soportar.
Indistintamente de que, hasta mal puede llegar a caer y por lo tanto revertírsele su propósito, es penoso que un tribunal de la envergadura del Supremo Electoral ofrezca la plataforma, el ejemplo, de cómo sortear la ley. De nuestros políticos, ¿qué puede esperarse?, mas, de una Magistratura como el TSE, ¡carajo!, cuando menos cordura.
Guatemala nació signada por cohortes de felones que en su momento se han colocado a la cabeza de los gobiernos. Y no se entiende por qué, quienes han escrito la historia los han exaltado. Así, los tenemos como próceres, personajes gloriosos, ilustres o héroes. Y esa ralea —bajo la mimesis de insignes— ha dado pábulo para que otras similares aparezcan antes de cada proceso electoral, ahora con protagonistas atascados de botox, dentaduras y sonrisas postizas, arrogándose títulos de “licenciados” cuando menos y escondiendo colas más largas que las de los monos aulladores.
Hecha la ley, hecha la trampa. Ahora, Ex cathedra gracias al TSE. Porque tal parece, juega a una de cal y otra de arena. La suspensión temporal a 11 partidos políticos por hacer campaña adelantada, —decisión muy encomiada—, fue oscurecida por ese inexplicable fallo.
Esas actitudes leguleyas socavan el estamento ético del Estado y a causa de tales modos todo aquello relacionado con la moral es visto con burla y descrédito. De esa cuenta, gana más votos aquel candidato que se ufana de haber matado o de tener muchísimo dinero aunque no pueda demostrar su procedencia. Y lo nefasto, muchas y muchos jóvenes están convirtiendo a esas personas y su entorno en su propio ideal.
Lo demás viene por añadidura porque el proceder ético está fuera de toda compra y venta de voluntades pero, cuando se relativiza el poder y el dinero, —que a la sazón es lo que buscan el tipo de políticos que actualmente tenemos—, la libertad, la independencia y el sano juicio de los futuros funcionarios están seriamente comprometidos.
Para muestra: A diario pedimos seguridad, garantía de vida, estabilidad laboral y un cese a la angustia de existencia que padecemos guatemaltecas y guatemaltecos. Se proponen leyes a granel y a cuales más peregrinas que no llegan ni a paliativo, empero, pocos o ninguno de los funcionarios a quienes les correspondería afrontar tales noxas sociales, abordan el tema de la inequidad y la exclusión. Los pobres, están siendo acusados de violencia; los dirigentes sociales, de terroristas; los padres de familia que se arriesgan ellos y sus familias a condiciones extremas para conseguir un bocado, de irresponsables; y nuestro Estado, navega sin los recursos mínimos que puedan asegurar bienestar a la población. Así las cosas, la violencia la tenemos a la vuelta de la esquina.
En un estado post campeonato mundial de balompié, la economía del consumo ha dejado sus peores consecuencias. Durante unos cuantos días hubo enajenación y la realidad no fue tan cruel. Hoy, vueltos a la realidad, nos encontramos ante nuestro ineludible contexto socioeconómico con más frustraciones, deudas, vacío de verdad, goma de luces y ausencia de bien.
Urge entonces que nuestros gobernantes, legisladores, administradores e impartidores de justicia y nosotros mismos, en nuestro entorno, volvamos la mirada no a la represión sino a esa actitud humana en la cual, una mirada, un atisbo de compasión, un caer en la cuenta de dónde estamos y de dónde debemos salir, puede ser el primer escalón para emerger de ese racionalismo secularista que nos quiere convertir en seres domesticados y obedientes.
No convirtamos en cátedra lo que deber ser reprobable, y digamos: “Hecha la ley, ¡expulsemos la trampa!”
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