Tal vez con un exceso de optimismo, algunos pensaron que el fallo era definitivo, y que tenía un blindaje que podía resistir las presiones de los grupos de poder. Sin embargo, la realidad nos enfrenta ahora a un escenario diferente, el de un viaje en el túnel del tiempo, que regresa el proceso hasta el 19 de abril pasado.
Es difícil decir algo más de lo que ya se ha escrito sobre lo que esta decisión de la CC significa en términos jurídicos, políticos y sociales. Tal vez uno de los análisis más coherentes lo ha presentado Karen Ponciano, cuya columna del pasado martes en Plaza Pública, sugiero especialmente. De la misma forma, si el lector quiere entender una perspectiva de corte ultra conservador, que retrocede 60 años en el tiempo, podría darle un vistazo a la columna de Armando de la Torre, publicada en elPeriódico el miércoles 22, que desde el más rabioso anti-comunismo, ensalza la figura del Ríos Montt soldado, que hizo y hace “lo correcto”…
Sin embargo, con ese mismo exceso de optimismo que apunto al inicio de esta columna, creo que este viaje en el tiempo para “regresar” al 19 de abril significa una oportunidad para rehacer los argumentos sobre la cadena de mando que sirvieron para absolver a Rodríguez Sánchez. Insisto una vez más en este punto, al entender que es fundamental, tanto en este juicio, como en cualquier otro que en el futuro que se pretenda iniciar, para probar la responsabilidad de quienes conformaban, durante diversas etapas del conflicto armado interno, el Estado Mayor de la Defensa.
El MP debe necesariamente replantear su estrategia en este caso, y al menos, repreguntar, bajo la guía de un especialista en materia militar, al perito Robles sobre la responsabilidad por omisión que cabe a los jefes de Operaciones (D-3) e Inteligencia (D-2). Lo que Robles afirma en su peritaje, pasa por alto el hecho que cualquier plan de campaña debe ser sustentando por la apreciación de inteligencia del D-2, sin la cual, el D-3 no la presenta para aprobación al jefe del EMDN, con los clásicos cursos posibles de acción. Cabe entonces una responsabilidad por la elaboración de los planes que contienen las órdenes de ejecución de hechos delictivos, y por no hacer nada para detenerlos.
Finalmente, en este viaje en el tiempo, cabe preguntarse si veremos a la defensa hacer algo diferente que gritar y salir del salón abruptamente. La actitud del grupo de abogados del general Ríos Montt parecería haber decidido abandonar toda posibilidad de probar la inocencia de su defendido a través del litigio, privilegiando las tácticas dilatorias, en las que el amparo ha sido un arma privilegiada.
Se puede afirmar que existen paralelos entre esta estrategia, y la utilizada por Slobodan Milosevic durante su proceso frente al Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia. Milosevic, quien condujo su propia defensa, recurrió a desconocer la autoridad del tribunal que le juzgaba, señaló en repetidas ocasiones que las potencias occidentales deberían ser juzgadas por crímenes de guerra contra el pueblo serbio, pero nunca renunció a litigar. De acuerdo a varios relatos, en no pocas ocasiones, sus repreguntas a los testigos que presentaba la fiscalía hicieron patentes incoherencias en los testimonios. A la defensa se le podría recomendar una búsqueda en Google bajo el descriptor Zdenko Tomanović. Tal vez así puedan encontrar a alguien que les provea algunos argumentos diferentes a los exhibidos hasta ahora.
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