Consecuente con el cuento de los hermanos Grimm, Hanzel es ahora un joven diabético, producto de haberse “trancado” el techo, las puertas y las ventanas de aquella embrujada casita de dulces. Ambos hermanos se han convertido en un formidable equipo de cazarrecompensas, los mejores rastreando y aniquilando a cuanta bruja se les atraviesa en el camino. Al parecer, haber matado a la primera en el horno, les dio el conocimiento necesario para saber distinguirlas y poder acabar con ellas. Para lograrlo, los muchachos –en versión Rambo de la época– llevan consigo un arsenal de armas que usan sin misericordia contra las malvadas hechiceras.
Como la “lica” no da para reflexionar, entonces uno termina divagando en sus propios pensamientos. Se me ocurre pensar que la pobreza y la miseria muchas veces obligan a que los padres abandonen a sus hijos. Los niños abandonados y desprotegidos fácilmente se convierten en presa fácil de personas malas, como la bruja del cuento. Muchos de estos jóvenes no logran escapar de su destino y terminan convertidos en asesinos, y no precisamente de brujas.
En la película, los cazadores de brujas tenían su método para saber si una mujer era bruja: Hanzel y Gretel les revisaban los dientes. La cinta no da para confusiones, pues las brujas eran re-feas y re-brujas. Aunque se hace la salvedad de que existen brujas buenas, nuestros héroes no se confunden. Todas las que se “echan” a punta de cañón eran re-horrorosas y malvadas. Todas merecían morir, porque todas eran brujas. Hanzel y Gretel no se equivocan, por eso creer en brujas es más fácil. La realidad en cambio, es siempre más compleja.
El domingo pasado, Carlos Mendoza y Claudia Méndez publicaron en elPeriódico un interesante artículo acerca de la violencia homicida. Con información estadística nos muestran el rostro que tiene esta violencia en Guatemala. Nos dicen que está concentrada en el suroriente del país y en la capital. Que es ladina y no indígena. Que afecta más a hombres jóvenes. Que se mata por motivos personales (¿vínculo con portación de armas?). Que durante tres años consecutivos ha habido un descenso en la tasa de homicidios. Y que los medios escritos asustan al target equivocado (esto lo concluyo yo), puesto que los más vulnerables son los habitantes de las zonas 18, 6 y 1 de la capital.
Si creemos en brujas, la solución es contratar a cazadores de brujas; pero si vemos la realidad, quizá se nos ocurra algo más acertado.
“Y para demostrárselo, (la bruja) se adelantó y metió la cabeza en el horno. Entonces Gretel, de un empujón, la metió dentro y, cerrando la puerta de hierro, echó el cerrojo. ¡Qué chillidos tan espeluznantes daba la bruja! ¡Qué berridos más espantosos! Pero Gretel echó a correr, y la malvada bruja acabó muriendo achicharrada miserablemente.”
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