Cualquiera que haya presenciado jugar al equipo neozelandés (los All Blacks) habrá contemplado la danza ritual –conocida como Haka– que se realiza antes del juego. Si bien dicha danza es una forma de bienvenida maorí, es una clara reminiscencia de las danzas tribales que fueron tan comunes en el Pacífico Sur. La forma es común también entre los grupos de Nueva Guinea, Oceanía, y África: Son danzas que declaran la guerra frente al enemigo y en ella se exalta el valor de ser uno solo con el grupo para afrontar el momento de la verdad.
Sin embargo, es muy interesante también comprender que son al mismo tiempo, mecanismos controlados de impulsos, puesto que aseguran una guerra honorable y justa. Esto último aplica no solo para grupos tribales, sino para cualquier Ejército regular, irregular, insurgente o el mismo narco.
La teoría funcionalista, tanto el funcionalismo relativo (Merton) como el funcionalismo absoluto (Malinowsky) están de acuerdo que cada costumbre, cada objeto material, cada idea y cada creencia desempeña una función, tiene una tarea de llevar a cabo. Cuando los códigos simbólicos ¨esperados¨ de funcionalidad vital dejan de cumplir con su propósito, entonces se producen colapsos en las estructuras tradicionales del grupo.
Eso es lo que actualmente presenciamos en el escenario mexicano, producto de esta guerra contra el narcotráfico: El colapso de la "sociedad civil". Esto es un reconocimiento importante porque resulta que la sociedad civil no nos ha acompañado siempre. En siglos pasados y aún en partes del mundo no tocadas por el hombre blanco, las sociedades fueron y son tribales. Se nace en una tribu o clan determinado, en territorio determinado de la tribu; se adquieren derechos y deberes de la tribu, muchos de cuales están relacionados con la seguridad de los demás miembros, sus bienes y su territorio común.
Con el aparecimiento en Europa del feudalismo se produce una ligera modificación –si bien en muchos casos tenía lazos, historias e instituciones al fondo propias del derecho germánico– que permitirá establecer relaciones de carácter contractual en niveles superiores. Posteriormente, se desarrollará la paradigmática sociedad civil con derechos de ciudadanos de libre tránsito, movilidad social y geográfica, sostenida toda en un sistema diferente de seguridad.
Cuesta creerlo, pero la tela de nuestra sociedad civil contemporánea depende tanto de un paradigma conceptualmente invisible de seguridad que a la vez depende de reglas de comportamiento que incluyen hasta la conceptualización del transgresor social para no cruzar ciertas líneas de brutalidad o violencia ilimitada. Producto de ello, hemos hecho fortalezas de las casas, cerrado los residenciales, trasladado nuestra diversión a los centros amurallados de los shopping malls, esperando que en estos santuarios de seguridad sea posible trabajar, relacionarnos y poder confiar en la paz social aún dentro de una sociedad civil "liberal".
Retornamos entonces, sin notarlo y gracias a la cruzada calderonista contra las drogas, a un marco de convivencia que presenta rasgos de feudalismo por la fragmentación causada: Alianzas que cambian y guerra permanente en la competición por terreno y poder generado por grupos al margen del poder público. Son los nuevos señores feudales, los nuevos Príncipes de Maquiavelo, ellos, los malandros. Los nuevos principados son las plazas que se pelean y lo que otrora fuese la sociedad civil son simplemente agregados de personas que para sobrevivir han de servir a un señor feudal o a otro. Y los narcocorridos son, simplemente, nuevas formas de Haka.
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