Tocamos fondo, hasta que conocemos el siguiente piso más abajo. Ding dong, Tribunal de Honor del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala, ¿bajan? A la fuerza.
Guácala por las razones ocultas de un abogado que dice haberse sentido humillado porque se rieron de él, como lo dijo a un medio de comunicación nacional. Un abogado que en vez de plantear argumentos y guardar el honor que su profesión le merece o merecería, ataca a una jueza de bullying en una corte, y termina corriendo a la pared como Quico. Un abogado que es el candidato a Fiscal General y Jefe del Ministerio Público apoyado por la Fundación contra el Terrorismo, cuyo miembro más célebre sólo cacaraquea “cobarde” a quien trata de debatir ideas en las redes sociales, sin poder realmente tener una discusión que no eche mano de insultos a falta de fundamento. Guácala por la lógica de querer hacer tropezar todo proceso de elección, haciendo de la democracia del país un juego de pulso de fuerza, violento y absurdo.
También guácala por la lógica tan productiva en Guatemala de hacer castigos ejemplares. Y la decisión de los que se prestan para ello. En Guatemala se sigue castigando la justicia por creerla ideológica, y esto sobra para no leer la sentencia y hacer oído sordo a los hechos demostrados, a las pruebas que seguirán para siempre sobre la mesa. Se castiga a quien tiene ojos para ver, y oídos para escuchar. Y se le estigmatiza públicamente, y se apedrea públicamente. El mensaje es claro: a quien quiera hacer las cosas diferentes a lo que el poder dicta en Guatemala, tarde o temprano, la factura llega; no se atreva ciudadano, ciudadana, a tener ejemplos de rectitud y de coherencia, que acá esos valores se castigan. Como diría el licenciado García Gudiel en el juicio y lo recordó a elPeriódico en su publicación del 5 de abril, “no voy a descansar hasta verlos en la cárcel”. Ahora las amenazas a jueces, públicas en la Sala de Vistas de la CJS, pueden ser reales.
Por la arbitrariedad, el abuso de autoridad y el intento de delimitar la independencia judicial cuando conviene, guácala. Un Colegio de Abogados que tenga un Tribunal de Honor que preste su nombre para legitimar lo que para nadie puede ser sustentado por la razón, sino sólo por el poder, por la ideología nefasta que nos ha llevado a ser país de masacres, de desapariciones, de difamaciones, es un Colegio de Abogados que se ha deshonrado a sí mismo, que ha deshonrado a los buenos abogados, a los que trabajan por un país mejor. Eso es interferencia, es ir en contra del propio principio de la justicia y del espíritu del Derecho, es una de las más bajas incoherencias de un profesional.
¿Dónde pongo mi queja contra los funcionarios y los profesionales que humillan y dejan humillar a los ciudadanos y ciudadanas de este país? ¿Dónde puedo pedir que los inhabiliten?
Mientras, no vale callar, ni dejar de decir lo que se piensa, ni lo que se cree, ni lo que se demuestra. No se vale por temor a que sigan pasando estas enredadas pero claras, relaciones entre el poder y sus operadores políticos. No se vale no decir que creemos que es sucio, bajo, que es dar la espalda a un país mejor. Mientras sigamos sin decir nada, todo seguirá igual.
PD: ¡Cómo me gustaría que los que somos o debemos ser parte de ese Colegio de Abogados de hoy –no sólo abogados, sino también sociólogos, politólogos, internacionalistas–, les dijéramos no a lo que hacen hoy! ¡Cómo me gustaría que para decir que no se está de acuerdo, se deje de pagar un año las mensualidades, las moras, que no se colegie nadie… y que se construya otro espacio menos nublado por intereses personales y prebendas!
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