Aunque con toda seguridad, la revisión se queda corta, vale la pena mencionar a varias de quienes con su vida diaria, antes y ahora, son pilares en el esfuerzo por un cambio real en las relaciones de poder. Imposible no mencionar a doña Adelina Caal Maquín, la incansable e inmortal Mamá Maquín. Mujer q'eqchi', organizadora campesina, dirigente de su comunidad y defensora del derecho a la tierra. Forjadora de generaciones de luchadoras y luchadores, su recuerdo permanece vivo y su voz se escucha en el correr de las aguas del río Cahabón.
Allí, seguramente, junto al espíritu de Adelina Caal, viajan también los de Rogelia Cruz Martínez, Dora Franco, Luz Aidé Méndez, entre el coro inmenso de mujeres que dedicaron su vida a la causa revolucionaria.
Son probablemente, el referente ancestral de luchadoras como Yolanda Oquelí, defensora del derecho a un ambiente sano ante la amenaza de su destrucción. Al igual que la incansable Mamá Maquín, Yolanda Oquelí iguala a la hormiga trabajadora e incansable para sostener la resistencia pacífica a un proyecto de muerte en la mina El Tambor.
Igualmente incansable, como abeja protectora, Norma Cruz, desde la Fundación Sobrevivientes, mantiene el dedo sobre la llaga de la violencia contra la mujer y las estructuras de trata. Ha sido la fiel acompañante de las familias Suruy y Siekavizza. Dos núcleos familiares golpeados por la violencia y la debilidad del sistema.
Con la mochila estudiantil al hombro, Kendra Avilés, la joven dirigente normalista, defiende el derecho a la educación y pone en jaque al sistema autoritario de imposición antipedagógica.
De hablar pausado y sereno, Marta Macs, refleja en su mirada el quehacer de las mujeres de la Alta Verapaz, mariposas de acero, que empujan las exhumaciones en la antigua base militar de Cobán. Su tenacidad provocó que se iniciaran los trabajos y su perseverancia ha dado espacio a la recuperación de más de medio millar de cuerpos destrozados por las armas de la contrainsurgencia.
Hermanas en la incansable búsqueda, se juntan de vez en cuando buscando a sus hermanos. Marilena Bustamante, Lucrecia Molina Theisen, Marcia Méndez, Aura Elena Farfán, son cuatro de los cientos de tejedoras de memoria que luchan contra el olvido y la impunidad. Por el amor fraterno, como el que guió a Helen Mack buscando justicia por la ejecución de su hermana Myrna. Una antropóloga que también dedicó su vida personal y académica a la transformación del sistema excluyente.
Las periodistas de La Cuerda o de Voces de Mujeres, dan vida a un ejercicio que pone la mirada feminista en el enfoque periodístico. Un trabajo tesonero y sostenido a contra corriente.
Y no puede faltar en este recuento, la inagotable tecolota que cual lechuza pensadora, dedica todas sus energías a defender nuestro derecho a defender derechos humanos. Claudia Virginia Samayoa, va de caso en caso, de crisis en crisis, registrando, analizando y protegiendo.
En esta enumeración de mujeres cuya vida marca nuestra vida, también quiero rendir homenaje a las ancestras en la mía. A Valeria Batres y Gloria Isabel Ocaña, guías en el vivir y el luchar que me formaron para la vida. A Lily Batres de Hernández, mujer trabajadora y luchadora, que me dio vida.
Todas ellas y aquéllas que se me escapan, son el enjambre de luchadoras a quienes este ocho de marzo, Día Internacional de la Mujer, hago llegar mi reconocimiento a su vida y a su ejemplo. Por ellas y su lucha, doy gracias a la vida.
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