Ahora el enfoque cambia cuando el conjunto de la sociedad parece convencido que estas deficiencias inciden directamente en su bienestar y que más allá de los campos relacionados al bien común, los intereses particulares o los enfoques micro dan cuenta de la necesidad de trabajar muy fuerte para superar estas deficiencias.
Llama la atención cuando una Fundación privada crea una Escuela de Gobierno, inmediatamente me pregunto ¿Qué estará pasando, o no pasando con el INAP?; sin lugar a dudas, dada mi formación académica como economista en la década de los ochenta, tiendo a simpatizar y compartir con lo que publican instituciones como el ILPES - CEPAL sobre estos temas, así que a continuación traslado algunos extractos del documento “Planificación Estratégica y Gestión Pública por Objetivos”, con el fin de llamar la atención sobre una discusión que quizás debimos tener hace algún tiempo.
“Se dice que en los ochenta se recuperó la democracia, que en los noventa se hizo el ajuste económico pero que éste la debilitó ya que no logró hacer un cambio sustantivo en las instituciones; en las formas de concebir y hacer la política; y sobre todo en la manera de imaginar, producir, negociar, formalizar y conducir las razones de interés público. El sueño del buen gobierno sigue estando vigente y en un régimen, efectivamente democrático, siempre debería estar presente.
Los ciudadanos saben que algo debe cambiar, no están contentos ni con las instituciones del Estado ni con las organizaciones políticas y sus líderes. Quieren ejercer plenamente su derecho a decidir sobre los asuntos de interés público; que la definición de éstos sea lo más transparente posible; que en la gestión pública exista orden y un rumbo definidos, para poder desarrollar sus capacidades individuales y las de sus organizaciones; para reconocer las razones de interés público como suyas; y quieren además, buenos gestores, que alcancen los resultados esperados.
Para lograr un buen gobierno no basta una buena gestión macroeconómica. Hay que cambiar la manera como se diseñan las instituciones públicas, definir claramente su misión y objetivos, dentro de la política que les corresponde; y asignar mejor los recursos para que obtengan los resultados esperados.
Los resultados de la gestión pública dependen de la eficacia con que las instituciones del Estado encaren las misiones y objetivos que les han sido encomendados. Como toda organización humana requieren de un clima interno y externo que facilite las relaciones de confianza; la comprensión y aceptación de su misión, metas, objetivos y valores; del entendimiento mutuo entre sus miembros y las esferas superiores de gobierno; y sobre todo de una fuerte motivación y reputación social.
Las únicas ventajas competitivas que pueden desarrollar las instituciones públicas son su capacidad de gestión y de desarrollo humano; de uso racional de los recursos y en general, de cultura organizacional; aspecto éste último, que tiene que ver con la manera cómo se encaran los asuntos de interés público encomendados. Esta ventaja competitiva se alcanza cuando la institución tiene un fuerte prestigio social y los ciudadanos tienen confianza en sus dirigentes y en la eficacia del cumplimiento de la misión encomendada”.
La finalidad de cualquier estilo de administración pública es el logro de la máxima eficiencia para el bienestar colectivo. Los miembros de una nación quieren estar satisfechos en sus tres dimensiones: como ciudadanos, que eligieron a los gobernantes y exigen resultados; como consumidores, para satisfacer sus necesidades, bajo su propio esquema de valores y expectativas de vida; y como contribuyentes, que se despojan de sus recursos financieros, para financiar la provisión de bienes y servicios públicos y que por eso, tienen el derecho de exigir que sean bien asignados, bien utilizados y que produzcan un beneficio concreto.
Más de este autor