Mintió hasta que le hicieron caso. Mintió hasta que se convirtió quizás no en el abanderado de su lucha, pero sí en el especialista más citado por los medios. Mintió hasta que la discusión tomó el rumbo que él deseaba darle. Y luego siguió mintiendo.
Su mentira era básica: cada cifra que salía de su boca era inventada.
Su mentira era efectiva: hasta ese momento, nadie había dado estadísticas relevantes nacionales para el tema y las que manaban de su discurso describían algo mucho más apremiante que lo que todos se habían imaginado.
En su boca, el problema iba aumentando de manera incesante y, en la agenda pública su presencia inflacionaria cobraba ya tintes que alarmaban. Cuando le pedían su opinión, ejecutaba con delicadeza los principios básicos de la desinformación y de la propaganda y entreveraba en sus palabras cantidades falsas y desconocidas con datos verdaderos y de dominio público. Mientras los números se impregnaban de la veracidad prestada que les confería aparecer mezclados hechos conocidos, los hechos a su vez bebían en el prestigio de unos números crecientes.
Tenemos una relación fetichista con los números. Nos producen la ilusión de conocer. Si no se puede medir no existe. Lo saben los administradores, los cooperantes, los psicólogos, pero sobre todo lo saben los publicistas, los mercadólogos o los expertos en comunicación política.
Esto también sabía el activista: que en esta sociedad del espectáculo los números intermedios son anodinos, pero en cambio resultan muy eficaces aquellas cantidades que parecen extremas, porque nos reconfortan o nos alarman, nos hacen sentir vértigo o miedo o desmesura, o también seguridad. Al margen de si son cifras vacías, o falsas, o artificialmente generadas, nos producen la sensación de que algo importante hay ahí.
Ahora, a la espera de que la comisión de postulación resuelva si hará público el contenido de las tachas, parece que con las 30 objeciones que el círculo militarista presentó en contra de que Paz y Paz vuelva a ser Fiscal General quiere producirnos una sensación de extremo, de abismo, de que algo importante hay ahí. Que no se puede obviar.
(O quiere generarla en los postuladores).
Producir la sensación de que el rechazo es masivo, populoso, casi democrático: de que tiene sustento.
Parece que, hirviendo de rabia porque no se les ha dado vivir sus últimos años con la misma tranquila impunidad, quieren montarse en cantidades apabullantes, artificialmente generadas, regando su estrategia propagandística con el fetiche de los grandes números.
Coordinada o espontánea, es otra forma de embestida.
Para entender la desmesura, comparémosla, por ejemplo, con las últimas elecciones a la PDH. El candidato que más señalamientos recibió en su contra fue Sergio Morales, el procurador en ese momento y durante los nueve años anteriores. Tuvo ocho. Claudia Paz y Paz, 30 de 70, casi un 43%. Lo sigue el fiscal Rony López, con 7.
Así como la desproporcionada demanda de Q30 millones que los amigos de Baldizón reclaman a los periodistas de Contrapoder pretende tanto distraer y aplacar el ímpetu investigador de los reporteros como por el lado de la espectacularidad, así las tachas quizá también pretendan funcionar en una segunda vertiente: la de distraer y desestabilizar momentáneamente al equipo de la Fiscal General.
Pero en realidad, parece un intento de confundir la cantidad de tachas con la calidad de las tachas, dado que incluso algunas de ellas ya fueron legalmente desestimadas, según publicó Prensa Libre. Por eso es tan importante que la comisión de postulación decida tratarlas en público, con transparencia, dando lugar al escrutinio de cualquier ciudadano al que le interese.
Del otro lado, el apoyo a Paz y Paz también está siendo masivo, particularmente por parte de la comunidad internacional, que no para de agasajarla con comunicados y reconocimientos. Países capitalistas todos ellos, no comunistas, como declaman la Fundación contra el Terrorismo y sus corifeos.
Por cierto, olvidamos contar cómo terminó la historia del activista.
La verdad es que no tardaron más de unos meses en descubrirlo.
La verdad también es que, pese a ello, el problema que contribuyó a inflar quedó instalado en la agenda.