Mi amigo, sabiamente me respondió: “eso ha existido en Guatemala desde siempre (con los campesinos, los estudiantes, los sindicalistas), lo que pasa es que como los que protestan no son canchitos, los medios…”
El martes leí una columna de Martín Rodríguez en la que se elaboraba un contraste poco afortunado. Por un lado, el aplauso a la protesta de los estudiantes mexicanos que se oponen a la manipulación que las corporaciones mediáticas han hecho a favor del candidato presidencial Peña Nieto. Por otro, la tristeza que le produce “ver a los estudiantes de las normales y algunos sancarlistas en Guatemala protestando contra una propuesta del Gobierno y el sindicato de maestros para profesionalizar a los docentes”. A pesar de que Rodríguez incluyó también links a otras tres publicaciones que tocan temas relacionados, con excepción de la columna de Ricardo Barrientos, estas pecan del mismo y generalizador padecimiento.
La prensa nacional y el Gobierno de Guatemala han hecho una efectiva labor por convertir una serie de fenómenos sociales diferentes en un fenómeno de manipulación mediática uniforme, empaquetado y listo para el consumo masivo. Hay varios puntos relevantes:
Primero: es evidente la producción que se ha hecho de la imagen del estudiante huevón y bochinchero. Por ejemplo, se ha dado cobertura mediática de gran impacto a la violencia efectuada por algunos miembros de la AEU que supuestamente apoyaban a los normalistas. Ahora, ¿Quiénes son estos supuestos estudiantes universitarios? ¿Sabemos que desde finales de la década de los noventa, específicamente bajo la secretaría de Jorge Mario García (alias el Giligan), en alianza con el FRG, la AEU quedó literalmente a merced del crimen organizado, grupos de narcotráfico y ciertas fracciones mafiosas del Glorioso? (qué raro que en gobierno de chafas se fragüen estas cosas, ¿no?).
Tanto los estudiantes universitarios que han tomado distancia de la AEU (como el caso de EPA o EC), así como los normalistas son ajenos a los pistoludos fotografiados y publicados en primeras planas la semana pasada. Una imagen puede más que mil palabras, dice la sabiduría popular. Con ello se logra reproducir socialmente una idea uniformada de los estudiantes de la San Carlos amalgamada con los normalistas, a partir de sacar simplemente a un sociópata encapuchado pegando tiros al aire. Eso importa, “¡porque los estudiantes huevones quieren solo bochinche!”
Segundo: las demandas de los normalistas han sido prácticamente anuladas del torrente comunicativo comercial (con alguna excepción, publicada claro en algún recóndito pie de página, después de sedimentarse el imaginario del estudiante huevón y bochinchero). ¿Sabemos cuáles son las demandas de los normalistas? ¿Realmente se oponen a la profesionalización? ¿O simplemente estamos repitiendo el producto mediático que dice que “los patojos se oponen porque les gusta el bochinche y son huevones”?
Antes de repetir el lugar común, deberíamos mínimamente saber que ellos no se oponen a la profesionalización de la carrera de maestros. Deberíamos saber que los normalistas están protestando porque las autoridades del Ministerio de Educación quieren impulsar una reforma autoritariamente, que no toma en cuenta la complejidad, en donde, claro, los patojos no tienen nada que decir: “¡Porque los estudiantes huevones solamente se interesan por el bochinche!”
Tercero: al respecto del argumento que retoma Rodríguez de Quique Godoy, que afirma que "en el mercado actualmente hay alrededor de 80 mil maestros desempleados o por lo menos no empleados por el sistema educativo público o privado. (…) Esto quiere decir que tenemos una sobreoferta de maestros. ¿Por qué? Porque estudiar magisterio es “menos riguroso” académicamente que estudiar cualquier otra carrera similar”. En otras palabras: hay tantos estudiantes que optan por magisterio porque deciden racionalmente que allí es más fácil. Pero, ¿no es una torpeza lógica llegar a la conclusión de que esa sobreoferta se debe a que “estudiar magisterio es menos riguroso”?, es decir, ¿cómo concluimos que los estudiantes han optado por estudiar magisterio porque saben de antemano que allí se huevonea más? ¿De dónde hemos sacado la información sobre las motivaciones para elegir carrera? ¿Qué pasa con el análisis de otras determinantes sociales fundamentales, como las condiciones de vida, los ingresos, las presiones familiares y sociales, las regiones geográficas y étnico-culturales, el género, etcétera, en estos estudios estandarizados que cita Godoy (de los que, como siempre, desconocemos las fuentes)? ¿O es un tendencioso prejuicio mediático más escondido en el clásico y falaz enunciado de “según dicen los expertos…”? No importa, porque acuérdese: “¡los estudiantes son huevones y sólo quieren bochinche!”
Entonces, retomo la palabra de Martín Rodríguez cuando afirma que se alegra porque “nos fiscalicen a los periodistas, como actores políticos que somos” ya que me parece que esa fiscalización consiste en cuestionar la reproducción de imágenes estereotipadas que el gobierno y las empresas mediáticas producen para el consumo de masas.
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