Se enfocará en las formas de la violencia homicida propias de las organizaciones del crimen organizado mexicano. Sin embargo, la manera de enfocar la temática requiere algunas explicaciones que sirvan a manera de prolegómenos.
Primero, en ningún punto mi serie de artículos tiene relación con el libro titulado Estética de la muerte, publicado por Joaquín Calomarde. Segundo, hay que aclarar las líneas teoréticas que sobre la estética estaré manejando. Sabemos que como hecho de r...
Se enfocará en las formas de la violencia homicida propias de las organizaciones del crimen organizado mexicano. Sin embargo, la manera de enfocar la temática requiere algunas explicaciones que sirvan a manera de prolegómenos.
Primero, en ningún punto mi serie de artículos tiene relación con el libro titulado Estética de la muerte, publicado por Joaquín Calomarde. Segundo, hay que aclarar las líneas teoréticas que sobre la estética estaré manejando. Sabemos que como hecho de reflexión filosófica sistemática, la estética pertenece a la pluma de Baumgarten. Pero como todo en esta vida, fueron los griegos los primeros en problematizar lo referente lo que hoy llamamos estética. Lo que me interesa, como postulado medular, es hacer referencia a que la estética es precisamente la herramienta que estudia el conocimiento sensible que adquirimos a través de los sentidos. Los hilos que ahora voy entretejiendo en este artículo se encuentran en su mayoría explícitos en el Diálogo Platónico titulado Hipias Mayor.
En este diálogo, Hipias y Sócrates están afirmando que lo bello no es únicamente una cuestión de ser agradable a los ojos sino aquello que es apropiado para la adquisición de un estado mayor de evolución. Esto, en efecto, nos trae de vuelta al original problema de naturaleza. Lo que estoy tratando de articular es el siguiente concepto: Hacer las cosas de una forma determinada con lo ¨que se espera debería ser¨ produce un sentido de belleza. Y por lo tanto, ¿podemos hablar de estética? ¿Y qué sucede cuando la actividad concreta a la que hacemos referencia es el acto de la muerte? Podríamos a esta altura, hablar del arte del buen morir –lo cual por cierto no es el interés de esta serie de artículos– pero prefiero hacer girar la discusión hacia el arte (ritual) de producir –de manera apropiada– la muerte. Ejemplos de esto abundan en la historia, pero ninguna mejor cómo la historia romana.
El derecho romano nos resulta útil. Y aquí comenzamos a entrar en materia de las formas y maneras en las cuales el castigo físico debía ser ejecutado. No era lo mismo, por ejemplo, el castigo por el delito de parricidio, que la pena de 40 azotes menos uno o la forma cómo un ciudadano romano era ejecutado. Leemos en el Digesto que la pena del parricidio por costumbre antigua ¨es que el parricida sea azotado con vaquetas de sangre, y después se entre en un cuero cosido con un perro, un gallo, una víbora y una mona, y se eche el cuero al mar, si estuviese inmediato; y si no, es echado a las bestias, según una constitución del Emperador Adriano¨ (Digesto, Libro 48 Título 10). Leemos también que...¨ los siervos que hicieron asechanzas contra la vida de sus señores; y algunas veces los hombres libres plebeyos y de humilde nacimiento serían quemados¨ (Libro 48 Título 19). Esta hubiese sido la penalidad a cumplir por Filemón, dicho sea de paso. Un ciudadano romano, por lo general, no era castigado en público (ni golpeado ni azotado) sino decapitado mientras que un prisionero cualquiera podría ser azotado 39 veces hasta que la carne se desprendiera. Dependiendo la época y el momento, habría una variación en los usos. Pero la apreciación del hecho externo –la escena– desprendería una forma que demandaría o no estética: Un patricio cristiano crucificado y quemado en el Coliseo nos haría entender su traición al Imperio. (Recuérdese la obra de Celso el Grande, Discurso verdadero contra los cristianos). Una muerte vil para un ciudadano no era algo estético.
Apliquemos esta lógica a las formas y rituales de muerte del crimen organizado. ¿Por qué los sicilianos gustan de matar con bombas y violar a sus víctimas y los italo-americanos prohibieron el uso de bombas desde 1945? ¿Cómo es posible que los sinaloenses y los sicilianos compartan un ritual de muerte –para el traidor y el cobarde– por ambos conocido cómo la segunda muerte? ¿Qué nos dice el hecho que hoy el narco mexicano haya pasado del entambamiento al pozolazo y del pozolazo a solamente dejar sus muertos apilados y recientemente, la práctica de quemarlos? La forma de matar nos dice mucho del grupo que lo practica. Intentaré en las siguientes entregas comprender simbólicamente lo que los nuevos rituales de muerte del narco mexicano están diciéndonos.
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