Parece estar signado por el hechizo de una bruja mala: Nada llega a puerto seguro y en cambio, todo se precipita al fondo de esa sima que se está tragando el presente y futuro de Guatemala. Hacia el hoyo van: Economía, salud, educación y un largo etcétera que implica para el Estado un mañana comprometido hasta las cachas.
Parece que no hay una mano dura que mantenga el timón en la dirección correcta. Los vaivenes a los cuales tiene que acogerse me recuerdan los movimientos contrapuestos del baile de la Yenka: Derecha, derecha; izquierda, izquierda; adelante, detrás, un, dos, tres…
Recién iniciado el gobierno, se echó a andar las reformas del pensum de la Carrera de magisterio y hasta la fecha, carrera y estudiantes se mantienen en un limbo del cual no se avizora salida. Lo único cierto en tal nudo es el costo político que significó para la ministra de Educación. Conste, ninguna persona con dos dedos de frente se atrevería a negar la ingente necesidad de dicha reforma. El quid pro quo está en el cómo y el cuándo ya que no por mucho madrugar amanece más temprano.
De la reforma fiscal se dijo que era un ejemplo de equidad ya que, quien ganara más, pagaría más. Sin embargo, al día de hoy, a decir de expertos, el beneficiado es el sector empresarial. Aunado a ello, un enorme agujero fiscal ha sido advertido por el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales, el cual fue predicho por la Superintendencia de Administración Tributaria en febrero del presente año.
Sin parar en mientes, se pretendió elevar el impuesto de circulación de vehículos y al estilo del general Canales, en El Señor Presidente, “mordiéndose los dientes para poder contra las rodillas”, hubo de pegarse una reculada hasta del 50% ante un pueblo que exigía cordura.
Ni hablar de los bonos —¿para honrar compromisos?— que de aprobarse, fortalecerían al partido oficial pero nos dejarían con una inmensa deuda, tan grande como ilegal. Después, quizá después de este gobierno, vendría una serie de acciones administrativas y penales en contra de quienes se hayan visto involucrados en dicha aprobación. Para consuelo de la ciudadanía, la señora Nora Segura, Contralora General de Cuentas dijo que, si el Congreso aprueba la emisión de bonos, la institución a su cargo fiscalizará el destino del dinero. Un oasis en este desierto agostado por los insaciables de siempre.
Y como si lo expuesto fuera una bicoca, la Licda. Segura ha advertido que, “el dictamen para reformar la Ley Orgánica de la Contraloría puede favorecer una mayor corrupción” (Prensa Libre, 9 de agosto, p.4). Entonces, ¿quiénes y para qué pretenden reformar dicha Ley?
Ante tanta debacle caben las preguntas: ¿Qué habrá hecho don Otto Pérez Molina para que todo le salga mal a él y su equipo? ¿En dónde está la raíz de tanto traspié? ¿Quién es el verdadero Coyote que vive poniendo zancadilla al bienintencionado Correcaminos? No se concibe de otra manera la cantidad de resbalones: Alguien debe estar a la asechanza de cuanto proyecto se pretenda llevar a cabo para provocar su fracaso.
Y mientras los diputados entrampan la agenda del legislativo, el invierno nos cerró vuelta y las carreteras están peor que en la estación lluviosa anterior; en la mayoría de hospitales solamente hay insumos y capacidad para realizar cirugías de emergencia y en condiciones precarias; la desnutrición está a la orden del día, para convencimiento, baste asomar la cabeza por la ventana y observar a los famélicos niños que con mirada opaca se dirigen a la caricatura de escuela donde reciben el pan del saber; la canasta básica tiene un valor mucho mayor que el salario mínimo y los pueblos indígenas siguen sin ser escuchados.
Pero eso sí, se comprarán armas por excepción.
¿Podría acaso aplicarse las mismas medidas que con los Súper Tucano? Ojalá. Ese, fue un meritorio acierto del Presidente quien, si corrige rumbo, aún puede pasar con buen pie a la historia. Debe sí, descubrir a su Coyote que a estas horas ha de estar detrás de la puerta preparando el siguiente amaño.
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