El vándalo es una creación del discurso político que luego se materializa a través del derecho penal. El Ministro de Guerra dice: "en las protestas hay vándalos al servicio de intereses oscuros", "acá no hay palomitas, acá hay vándalos criminales". Los líderes y sus corifeos continúan: “terroristas”, “barbaros”, “infiltrados de la guerrilla”, “desadaptados”, “antisociales”. Algún ministro de rancio abolengo caucano remata: “se siente un tufillo de desobediencia civil”.
El Ministro de Guerra también declara: “invito a la Rama Judicial a que estos vándalos que hemos capturado no terminen en la calle en las próximas horas, a que estos vándalos que han quedado filmados ante la opinión pública nacional terminen en la cárcel, como debe ser, incluso algunos hasta por delitos de terrorismo”.
Los líderes se apresuran a actuar porque llegan los vándalos. Una ley del 2011 que se hizo para judicializar a campesinos que cierran las vías debe ser ampliada para controlar a los vándalos. Los derechos favorecen el vandalismo por eso necesitamos más delitos. Para ser un vándalo ya no basta con bloquear las carreteras por “medios ilícitos” como decía aquella ley. Ahora el régimen debe judicializar o amenazar a aquellos que lo hagan también por medios lícitos. Los vándalos son listos y quieren aprovecharse de la ley para destruir nuestro imperio de patricios y aristócratas. Para que no queden dudas, también es un vándalo quien “participe” cerrando las vías, porque la movilidad es tan sagrada como la vida.
Entonces un vándalo será quien: “incite, dirija, participe, constriña o proporcione los medios para obstaculizar de manera temporal o permanente, selectiva o general, las vías o la infraestructura de transporte de tal manera que atente contra la vida humana, la salud pública, la movilidad, la seguridad alimentaria, el medio ambiente o el derecho al trabajo”. Tres años en la cárcel seguro apaciguarán al vándalo. El más peligroso de los vándalos es el encapuchado quien se oculta detrás del anonimato para hacer destrozos de nuestra república de felicidad y bienestar económico. Una capucha bien vale 365 días en el infierno.
Debemos garantizar que la ley no se quede en los libros; por lo tanto, necesitamos un brazo armado: ¡qué sería del derecho sin la fuerza! El “Esmad no se va a acabar, se va a duplicar”, dice el aprendiz de halcón. El Esmad es lo mejor que hemos creado como sociedad: un cuerpo élite de hombres fuertes, protegidos con corazas y armados con químicos que ahuyenten los vándalos. Necesitamos máquinas de guerra que mantengan dóciles a los desobedientes. Por nuestra parte, respetamos y amamos a la Policía que siempre sabrá reconocer entre un bárbaro y uno de nosotros.
Los vándalos se ocultan entre nosotros. Son el enemigo interno que debemos descubrir. Para facilitar esta tarea, el régimen ha producido un cartel de los más buscados para que podamos ver sus caras terroristas. Es mejor castigar al “antisocial” mientras es un niño y no dejarlo crecer como la mala hierba. Los vándalos no merecen compasión ni dignidad. Son no humanos. Sus voces no cuentan, sus caras son peligrosas. Los vándalos desaparecen por un tiempo, pero debemos estar atentos porque siempre regresan cuando el gobierno está en crisis.
Un domingo en la madrugada la Policía llega a una discoteca clandestina donde había cientos de personas de fiesta. Nuestros héroes, investidos de la autoridad de la república, deciden usar un químico para que salgan de su guarida. Cunde el pánico. La gente se amontona, han caído en la emboscada perfecta. Seis personas mueren. Las familias lloran y piden justicia. Los vídeos nos ayudan a reconstruir el trágico momento.
Caminando por mi barrio me detengo en el CAI y veo "el cartel de los vándalos". Son 48 caras de jóvenes llenos de rabia. Desconozco el origen de su gesto violento. Por un momento pienso quién afecta más a nuestra comunidad política: ¿un joven encapuchado que destruye bienes públicos y privados durante una protesta o un policía que usa gas pimienta para atrapar cientos de personas en un bar clandestino de la madrugada bogotana? ¿ O será que la policía sintió que estaba atacando a los vándalos?
* Publicado en La Silla Vacía, 23 de septiembre.
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