El clásico texto de Berhanrd Wenish titulado: Satanismo: misas negras, creencia en los demonios, culto de las brujas le pasa revista a algunas capacidades fuera de lo común en la figura de los místicos. Para Wenish, la figura de Satán históricamente aplicó a todo aquello que ha sido incomprendido –desde la esquizofrenia a la química primitiva. Sin embargo, capacidades como la bilocación o levitar resulta que aparecen nombrados al por mayor, y entre aquellos ´famosos´ con estas capacidades aparece mencionado San Ignacio. Wenish nos recuerda que la misma Inquisición encerró 17 días a Ignacio por ´levitar´ mientras oraba. Pero también, se hace mención por parte del mismo Ignacio, a una noche en la cual visitó personalmente al rector de un colegio en Colonia… mientras Ignacio físicamente se encontraba en otro lugar.
Compliquemos más las cosas. Quienquiera que ha realizado los Ejercicios Espirituales Ignacianos no podrá negar el rol fundamental que la mente juega –a la cual Ignacio pide saber controlar– y, al mismo tiempo, el requerimiento de abrirse ´a otras esferas´. Bien podría decirse que la metodología de Ignacio es un mentalismo ocultista (verdades reveladas que no son conocidas por la masa) de revestimiento cristiano: Arrebatamientos, visiones que ´parecen reales´, levitación... todas estas experiencias suelen suceder entre quienes realizan los Ejercicios.
Menciono ahora a otro jesuita brillante, el Padre Atanasio Kircher quien fuera alquimista, criptólogo, etólogo, estudioso de las religiones antiguas (entre muchas cosas más). El Padre Kircher reconoce y acepta la idea de que tras la muerte del individuo el alma permanece un tiempo junto al cuerpo (idea que ha recogido de Platón y Demócrito). La fascinación por el plano de lo trascendental parece ser una constante entre muchas mentes geniales y con disciplina científica. No quiero articular una falacia ad-verecundiam pero personajes como Carl G. Jung, William Crookes y Charles Richet, (premios Nobel de Química y Medicina, respectivamente) son algunos ejemplos. Por ejemplo Carl G. Jung (autor del libro Simbología del Espíritu: Estudios sobre Fenomenología Síquica y en su momento presidente de la Sociedad Médica de Psicoterapia Alemana) ´enseñaba a sus discípulos al interpretar sueños a distinguir entre las personificaciones oníricas de seres fallecidos de aquellas que corresponden a visitas reales desde el mundo de los muertos´. Demás está decir que el mismo Jung realizó investigación paranormal.
Volviendo al Padre Anastasio, no negará la realidad de estos ´fenómenos inexplicables, y al igual que el Benedictino Agustín Calmet (autor del Tratado sobre los Vampiros) recoge, recuenta, y clasifica los casos de los hoy comúnmente denominados "poltergeist"; aceptará también los casos de bilocación y testimonios de personas fallecidas que aparecen en plena luz del día. La mente de Atanasio no quedó en estas cuestiones (como bien) decía, abordó la estructura de la Tierra en su obra Mundo Subterráneo y señaló el lugar de la isla Atlantis; intentó traducir el manuscrito Voynich; escribió una pieza musical en base al movimiento observado de la tarántula; desarrolló (sin éxito) varios modelos de relojes solares, disecó animales, construyó estatuas con ojos y boca movibles ( pueden verse aún en el museo del Padre Kircher en Roma); examinó la sangre de los enfermos con algo parecido a lo que hoy sería un microscopio (mucho antes que Pasteur o Lister).
Visto desde una lupa secularista podríamos recordar los tres mundos de Popper. Hagamos énfasis entonces en el mundo de los efectos creativos de la conciencia humana. José M. Delgado, de la Universidad de Sevilla, en su ponencia Relevancia actual del tema de la conciencia en Neurociencia argumenta claramente ´la imposibilidad de la explicación de la conciencia humana en términos moleculares, electrofisiológicos, o de circuitería neuronal.´ Tal vez entonces, estos estados de conciencia superiores no son más que formas aún no comprendidas del funcionamiento del cerebro.
O puede que no.
Otro exjesuita (lo fue por más de 30 años) Salvador Freixedo concluiría (pongo las palabras yo) que alguien cómo Kircher simplemente fue tocado por los ´Dioses´. Por Dioses Freixedo entiende seres extraterrestres.
Lo cierto es que Ignacio de Loyola, Atanasio Kircher y Salvador Freixedo, esos jesuitas –entre muchos– son mentes brillantes que en su tiempo bordearon entre lo prohibido y lo aceptado.
Su genialidad nos obliga a considerar que esta –la realidad física– no es la única y que el mundo es más complejo (y extraño) de lo que suponemos.
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