El olvido, o quizás la falta de aire, provoca que Don Cuco (por Cuco Sánchez) cante sus canciones concediendo una tregua entre palabra y palabra. Las pausas permiten que los visitantes recuerden y conversen en silencio con sus familiares o amigos muertos. Son cuatro canciones las que conforman la oferta.
Las clásicas: “La Cruz de Olvido”, dígase de una cruz que viajará en una barca y que simboliza una despedida…
¿Cuál otra?, pregunta la hija de la fallecida a quien le cantan. Ella misma termina respondiéndose: “Amor Eterno”…e inolvidable. “Tarde o temprano estaré contigo…”, canta el resto de miembros de la familia.
La tercera canción les hace llorar más, no aguantan con tanta tristeza y las palabras: “Te vas ángel mío, ya vas a partir.. dejándome mi alma herida y un corazón a sufrir…”
“El puño de tierra” cierra el repertorio. “Porque cuando uno se muere no se va a llevar nada”, corean. Por esa razón hay que darle gusto al gusto, porque la vida pronto se acaba.
¿No le pagan?, le pregunté a don Cuco.
“Yo le canto a los vivos para que me paguen los muertos”, contesta el cantante.
¿Y con qué le pagan los muertos?, cuestiono. Reflexiona, y acaba diciendo que aún no lo sabe.
La familia de Inocencio tiene bien fresco su recuerdo. “Lo mataron” dice su madre, fue en julio de este año a sus 33 años. No saben quién ni porqué. Lo que queda de su cuerpo descansa en uno de los nichos que conforman la serie de bloques blancos, análogos a edificios habitacionales. Se diferencia uno del otro en que el primero está cargado de colores y que sus habitantes permanecen de forma horizontal.
El cementerio de la Verbena ha sido desde 1939 un lugar que alberga difuntos de familias de recursos escasos. Se estima que en el camposanto se reciben de 20 a 25 cuerpos diarios. También es el sitio donde entierran a aquellos que no fueron identificados.
Pareciera que los vivos no son más que los muertos en la Verbena el 1 de Noviembre. Hay tumbas que tienen escrito los nombres de los que ya partieron. Pero los que no fueron identificados, más conocidos como XX, son muchos, y están perdidos entre la tierra.
“Aquí están los XX”, dice un agente de la Policía Nacional Civil, mientras señala un terreno llano cubierto de hierba seca. El está ahí para cuidar a los vivos de los vivos, cuenta. En el otro extremo, de lado izquierdo, son plantas verdes las cubren todo el terreno. “Ahí están los XXX”, explica el guardia. Les llama así porque son los que tienen más años de estar ahí, y por lo tanto tienen menos probabilidades de que les identifiquen. En ese sitio no se exhiben los colores de las flores. No hay quien los visite.
Una niña no dejaba de ver sus pasos al mismo tiempo que le pregunta a su madre si debajo de la tierra en donde camina hay muertos también. No obtiene respuesta. Así las cosas, a pocos metros, una anciana coloca un ramo de flores bajo un muro forrado de retratos de personas desaparecidas. Siguen buscando sus cuerpos.