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Una comadrona de San Andrés Xecul, Totonicapán es acompañada por una nieta para participar en una reunión en la municipalidad de ese municipio. Gilberto Escobar

En Totonicapán las comadronas están al frente de la pandemia

«Las plantas que están usando las comadronas no las recetan por simple capricho»
«Nada nos mandaron, en esos programas del gobierno no nos apoyaron, ni una mascarilla hemos recibidos»
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En Totonicapán las comadronas están al frente de la pandemia

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En algunos municipios de Totonicapán las comadronas auxilian el 90% de los partos, la mayoría en comunidades remotas a donde el servicio de salud no llega. Durante la pandemia la población evita ir a los hospitales, en su lugar, muchos acuden a ellas. Atienden a las embarazadas o aconsejan sobre salud reproductiva, y ahora también las buscan para saber su receta contra el COVID19.

En medio de los sembradillos de maíz con pasos lentos pero apurados, aparece María Magdalena, una comadrona de Totonicapán. Vive cerca del centro de la cabecera departamental, quizás a diez minutos si caminara más rápido.

Para llegar a su hogar hay que atravesar veredas, la casa está resguardada por una jauría que no deja dar un paso en falso. Para llamarla hay que chiflar, gritar su nombre, o llamarla a su arcaico celular.

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En pocos meses Magdalena llegará a las siete décadas, esto la sitúa desde hace varios años dentro de la población de alto riesgo de contagio de COVID19.

A la fecha asegura haber atendido más de 4,000 partos, no recuerda con exactitud a cada uno de los nacimientos auxiliados, pero «gracias a Dios en mis manos no se ha muerto ninguna paciente» añade.

En medio de la plática suena su celular, Magdalena mete la mano en el delantal opaco que hace juego con su traje regional. Lo encuentra al fondo, el aparato como ella lo denomina solo le sirve para atender y hacer llamadas. Es una paciente «ella aguanta, ayer la examiné pero aún le falta» y cuelga.

Habla rápido y con mucha propiedad de la salud de las mujeres durante el embarazo, parto y posparto, además da consejería a jóvenes que llevan tantas dudas sobre su vida sexual y solo se animan a preguntarle a ella. «El tiempo no me alcanza, todos los días tengo paciente, algunas ya están para dar a luz, otras están empezando su embarazo y otras están con la duda» narra Magdalena.

En época de pandemia, la partera ahora también hace consultas a distancia.

Atender pese al miedo

Para María Magdalena la vida no ha sido fácil, su trabajo no es bien remunerado, a veces solo dan las gracias, un vaso de café, una gallina, o una bolsa de azúcar, en el mejor de los casos logra obtener 300 quetzales. Hasta hace un par de años vivía con un nieto, ahora se las espanta sola.

Con la llegada de la pandemia el miedo la invadió, aun así la atención de partos no cesó.

Magdalena porta el carné que la acredita como comadrona, durante los toques de queda le daba autorización para caminar a cualquier hora que se presentara alguna emergencia «seguí atendiendo, a veces era la única en caminar por las calles, a veces daba miedo».

Le gusta su trabajo «si no atiendo partos, me enfermo» dice. Baja volumen a los boleros que suenan en una emisora sintonizada en amplitud modulada, y se sirve un café ralo cocinado por varias horas con un leño en el pollo, su único medio para preparar alimentos.

Acomoda el cuerpo sobre la silla donde los pies le quedan volando, se prepara para dar pormenores respecto a cómo atender partos y asumir la salud durante la pandemia. «Cosa que no ha sido nada fácil» cuenta.

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Nacimientos durante la pandemia

En una de las paredes pintadas de cal en el hogar de Magdalena cuelgan varios reconocimientos de organizaciones que agradecen su trabajo, aunque guarda más vivencias que insignias, todas las graba en su memoria para no dar un paso en falso en la próxima atención de un parto, o de un paciente con síntomas de COVID19.

«Me han llamado para hacer baños de vapor con plantas medicinales, la atención de los nacimientos ha seguido su curso, eso nadie lo puede evitar» menciona, y añade que del área de salud de Totonicapán no recibieron ningún apoyo, solo el permiso para seguir atendiendo partos.

En Guatemala Tania María Pérez es médico general, pero en su país de origen, Cuba, se tituló en medicina genera integral. Lleva 14 meses trabajando aquí y ese mismo tiempo en una comunidad de Momostenango, uno de los ocho municipios del departamento de Totonicapán.

Pérez asegura que en el municipio más del 90% de los partos son atendidos por parteras, y durante la pandemia ellas fueron quienes asumieron la atención primaria en salud. «Sin las comadronas esto sería un desastre, y las cifras de la moralidad materna infantil se dispararían» asegura.

Karin Slowing es doctora e investigadora social especializada en salud pública, también forma parte del equipo académico de Laboratorio de Datos, una iniciativa que analiza el avance de la pandemia en el país a partir de la interpretación de estadísticas. Coincide al afirmar que, sin las comadronas, el sistema de salud ya hubiera colapsado.

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La académica señala que no hay datos claros, pero asegura que los servicios de salud en la epidemia a nivel local significaron que desatendieran los servicios regulares que busca la población. «La gente tuvo miedo de ir a los servicios de salud y contagiarse, muchos dejaron de ir y optaron por buscar a las comadronas o a otros sanadores en las comunidades, auto medicarse o ir a las farmacias» cuenta Slowing.

En el área de salud de Totonicapán nadie se pone de acuerdo con el porcentaje de atención de partos por comadronas: el director del área de salud de Totonicapán señala que es el 55%, el epidemiólogo de la misma institución dice que es el 60%, y las parteras aseguran que en algunas comunidades la atención es del 90%.

Magdalena aporta a ese porcentaje de nacimientos atendidos, pero ahora también contribuye al dato de pacientes atendidos por COVID19 en Totonicapán.

Una receta propia para responder a la pandemia

«Ya curé a siete personas con COVID19, mis pacientes ya no percibían ningún sabor, pero en 72 horas sintieron los primeros síntomas de alivio» detalla Magdalena quien sugiere el tratamiento durante dos semanas.

La afirmación es contundente, tanto que pareciera contradecir al mundo que hace colas para recibir una vacuna que elimine la pandemia, no obstante, especialistas consultados no las desacreditan.

«En este momento no podemos desprestigiar las plantas que las comadronas están recetando para el COVID19» menciona Carlos Lix, director del área de salud de Alta Verapaz, uno de los departamentos donde las comadronas están al frente de la salud primaria en salud.

Mascarillas, guantes, alcohol son parte del equipo que acompañan a Magdalena y de otras colegas que atienden partos, y quienes aseguran también tratar a pacientes con COVID19.

Con el dedo índice señala las plantas que usa para curar a personas con el nuevo coronavirus, todos los ingredientes los tiene en un pequeño huerto improvisado en su hogar, no menciona nombres ni la receta, eso lo guarda para ella. Solo menciona que uno de los componentes es el eucalipto, y otro es una planta nativa de Totonicapán.

Lix respeta su trabajo y explica «las plantas que están usando las comadronas no las recetan por simple capricho, existe una herencia milenaria de traslado generacional para su uso». Para la académica Slowing las comadronas hacen lo que pueden con lo que tienen, no hay una evidencia científica del tratamiento natural para el COVID19, «pero la sanación se basa por las concentraciones naturales de las plantas y sus principios activos».

«Haríamos mal en estar en contra de los tés de las comadronas, la gran mayoría de las plantas que utilizan han pasado por comprobaciones científicas desde la ciencia occidental. Hay muchas investigaciones de las plantas y su uso en la atención de varias enfermedades» respalda Lix.

Sin creer en la pandemia

César Pastor, epidemiólogo del departamento de Totonicapán, con mucha preocupación relata que en varias comunidades no quieren usar mascarillas y siguen sin creer en la existencia de la pandemia. Según sus estimaciones, el 60% de los partos los atienden las comadronas.

«Ellas están recetando medicamento con plantas naturales, nosotros reconocemos la medicina natural y la apoyamos en cierta medida, pero los tés son para fortalecer el sistema inmunológico, pero no son la cura» asegura Pastor.

Según la actualización del tablero COVID19 del Ministerio de Salud, hasta el 7 de febrero en Totonicapán hay 95 casos activos, 106 decesos, y la letalidad es del 5%. El epidemiólogo no coincide con el dato de la letalidad, él señala que en el departamento es del 9%. Por otra parte, el área de salud para el que trabaja reporta 161 fallecidos.

En octubre la última actualización de datos del área de salud de Totonicapán reportó 161 fallecidos versus los 106 que reporto el Misterio de Salud hasta el pasado 7 de febrero. 

Para octubre el área de Salud de Totonicapán había realizado un ejercicio frecuente de monitoreo de datos COVID19, pero a partir de esa fecha la vigilancia epidemiológica quedó descontinuada. Pastor cuenta que sus datos eran exactos debido a la constante actualización, a veces los datos del Ministerio de Salud variaban con los propios, por ejemplo, el de la letalidad.

En primera línea, pero en el olvido

Según el Ministerio de Salud, Guatemala para el 2017 contabilizaba 23,320 comadronas. Y según el dato del Programa de Salud Reproductiva de Totonicapán, en el departamento hay un promedio de 920 parteras.

Mario Mazariegos es el director de Área de Salud de Totonicapán, para él las comadronas no son un personal institucional, son un personal voluntario. «Por allí se habla de iniciativas de ley para ser reconocidas por el sistema de salud, pero aún no se tiene certeza» explica.

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Solo en el municipio de Momostenango hay 217 parteras, es el lugar que reúne el mayor número en el departamento de Totonicapán. Según el director del área de salud, ese es el municipio con la mayoría de nacimientos atendidos por comadronas. A nivel del departamento, explica, la atención que ofrecieron en el 2020 fue del 55%, un incremento en comparación a otros años.

Graciela Velásquez es parte de la Asociación Kawoq, una organización fundada por comadronas, y la única en el departamento de Totonicapán de su tipo. Concuerda con las cifras del director de salud.

Además de atender a embarazadas, Velásquez conoce la política del gremio minuciosamente. Le ha tocado sentarse a representarlas gremio frente a académicos y funcionarios públicos.

Algo le llena de dudas: el silencio del gobierno ante la crisis de la pandemia y el abandono al cual están arrinconadas las comadronas.

La política nacional de comadronas tiene cuatro componentes: Promoción y divulgación de los saberes, fortalecer el relacionamiento de ellas con el sistema de salud, fortalecer la atención de la madre y recién nacida o recién nacido por parte del Ministerio de Salud adecuándose a nuestras culturas, y fortalecer el trabajo de las parteras como agentes de cambio.

A Velásquez le parece raro que hablen a estas alturas de un plan de acción para la política de este gremio. «En ningún momento hablan de un apoyo o reconocimiento del trabajo de las comadronas durante la pandemia, estamos en primera línea, y la mayoría somos de la tercera edad», asegura.

Velásquez y Magdalena afirman haber curado a pacientes con COVID19, las plantas son diferentes pero la reacción es la misma. «Nada nos mandaron, en esos programas del gobierno no nos apoyaron, ni una mascarilla hemos recibidos» explica Magdalena.

Los programas sociales de ayuda que ofreció el gobierno de Alejandro Giammattei tenían el objetivo de reducir los efectos causados por el COVID19. Magdalena no fue auxiliada en ninguno, y varias de sus colegas tampoco.

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Racismo y ambición en la ley para las comadronas

Sonia Gutiérrez Raguay es diputada por el partido político Winaq, ella le ha dado seguimiento a la iniciativa de ley para la dignificación de este gremio. Es la primera vez que ocupa una curul, es secretaria de la comisión de pueblo indígenas en el Legislativo, y preside su bancada.

«La iniciativa de la dignificación de las comadronas está estancada en el Congreso, no ha avanzado, y no hay voluntad política para que pueda prosperar» cuenta la legisladora Raguay.

Tres cosas concretas le preocupan a la congresista: la poca voluntad política, el racismo contra la iniciativa, y los intereses financieros que están detrás. El 2020 fue el único año que lograron colocar la iniciativa en agenda, pero los diputados no la conocieron.

En la actualidad la iniciativa está en una mesa técnica para analizar el tema presupuestario, hasta allí quedó todo, cuenta Raguay.

«Como bancada sabemos que no existe voluntad política, pero tiene dos motivos por los cuales no avanza: el racismo y la ambición por los fondos. La mayoría de los legisladores ven porque el financiamiento del Ministerio de Salud lo destinen a proyectos de infraestructura y no a programas sociales» relata. 

La legisladora manifestó que a nivel del congreso no quieren conocer el tema de pueblos indígenas, y ve la constante discriminación y racismo en este tipo de iniciativas.

«En 2017 se aprobó una iniciativa de comadronas, pero el entonces presidente Jimmy Morales la vetó, y no conocimos cuales fueron sus motivos» explicó.

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Mientras los debates políticos continúan, la comadrona sigue su trabajo. «Preparo el té, las medidas son exactas no puede ser más, ni menos, a pacientes con gastritis la receta es diferente» explica con tanta emoción Magdalena, quien cuenta que ha enviado sus plantas medicinales a otros departamentos y fue un total éxito. Ella, al igual que otras colegas, sigue atendiendo partos y esperan que la iniciativa de ley pueda caminar en el congreso.

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