El caso reflejaba a mis ojos cómo el amor puede doler. Ser padres es una tarea complicada, y muchas veces en esa tarea se cometen errores que tienen costos grandísimos para los hijos y para la sociedad. La crianza en la responsabilidad es una de las tareas más difíciles que hay, pues muchos padres consideran que para que sus hijos sean seguros de sí mismos tienen que apoyarlos en todo, creerles todo y aguantarles todo. Yo considero que no es así.
Tres años después de haber escrito esa columna, ahora que estoy casada y que soy madrastra de dos niños preadolescentes, creo que la columna que escribí en ese momento no estaba equivocada y que el mensaje que dejaba era un mensaje poderoso: criar hijos responsables es nuestra obligación. Este mensaje tiene que ser interiorizado por todos aquellos que jugamos un papel en la crianza de pequeños. Hoy, al igual que en ese momento, expreso mi total apoyo a la comunidad del Colegio Alemán.
La actual situación de repudio a la clase política y a los tres organismos del Gobierno hace que este caso levante aún más pasiones y que sin miedo la comunidad se exprese al respecto. La comunidad del Colegio Alemán percibe injusticia y abuso. Y ante los ojos de los alemanes y los extranjeros, este es un caso más de abuso de poder en Estados fallidos, en los que las cortes se pagan y los favores son la regla.
Un Estado es capaz de sobrevivir sin el Organismo Ejecutivo y sin el Legislativo, pero el Judicial es el pedestal de todos los valores republicanos que hay. Porque es en manos de los jueces donde los ciudadanos depositamos la vida y la libertad, nuestros bienes más preciados. Cuando el Organismo Judicial y los entes que con este imparten justicia son débiles o están corrompidos, nos ponemos en un grave riesgo.
Es difícil, en un país que clama justicia, encontrarse con casos en los que los implicados están allí por tergiversación de la ley o por error. En nuestro medio ni siquiera se habla de sentencias erróneas, pero estas son muy comunes. Y nadie quiere estar en ese supuesto, menos cuando se actúa guiado por valores y convicciones.
Saberse inocente y mantenerse firme en sus decisiones es algo que ni la intimidación ni la sed de venganza pueden corromper. Las personas que están involucradas en el caso no le temen a la justicia guatemalteca. Tienen fe en que todo se irá resolviendo a su favor. Porque de hecho así ha sido y, para mí, sus testimonios son un acto de fe ciega y un amor profundo por un lugar que lejos está de ser Estado.
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