Es ya lugar común saber que en ella se dan los mismos problemas que en el país. En lo que a administración se refiere, por ejemplo. Hay mafias que están enquistadas desde hace décadas en sus distintos sectores y que siguen usufructuando los beneficios que han podido respaldados por comparsas políticas, impunidad, compadrazgo. No obstante, una nueva elección de rector genera expectativas porque también es cierto que, aunque leves, nuevos aires están circulando y generando esperanzas de cambio, como la reciente asunción de la actual Asociación de Estudiantes Universitarios, que durante años había estado secuestrada por dichas mafias.
Hoy por hoy no puede obviarse que ya no es válido seguir con las políticas de antaño ni con las mismas componendas ni con el mismo clientelismo. Hay cuestiones que urge arreglar dentro de los muros de la universidad y fuera de estos.
En el interior, si bien es cierto que son impostergables la tecnificación de todos los procesos administrativos y docentes y la creación de cierta infraestructura adecuada para el campus central y los regionales, estas no deben ser las únicas propuestas de los candidatos a rector. Es prioritario, entre otros, que la carrera docente sea una posibilidad real, que implique docencia e investigación para quienes sí se esfuerzan y, pese a las condiciones en contra, realizan un trabajo de calidad. No es viable que aún haya miles de profesores que por cuestiones políticas no puedan participar en un concurso de oposición para optar a un cargo permanente, que les permita desarrollar una carrera académica digna y que hoy por hoy está obstaculizada solo porque, en muchas unidades académicas, estos puestos se otorgan con fines que nada tienen que ver con la academia.
Por otra parte, en un país como el nuestro, donde los índices de pobreza, violencia y desigualdad van en aumento, donde vemos cómo la mayoría de los funcionarios de turno, con o sin experiencia, siguen preocupados solo por continuar enriqueciéndose ilícitamente, no es suficiente que la universidad forme tecnócratas, profesionales especializados en sus áreas, pero sin una clara conciencia ética y sin una sólida formación social y humanista. Solo en la medida en que estos elementos sean una forma de ver y entender el mundo y su realidad concreta, los estudiantes y egresados de la USAC serán capaces de cumplir con el artículo 82 de la Constitución de la República, que dice: «En su carácter de única universidad estatal, le corresponde con exclusividad dirigir, organizar y desarrollar la educación superior del Estado y la educación profesional universitaria estatal, así como la difusión de la cultura en todas sus manifestaciones. Promoverá, por todos los medios a su alcance, la investigación en todas las esferas del saber humano y cooperará al estudio y la solución de los problemas nacionales».
Ojalá que la elección de rector sea un hecho que marque un rumbo diferente y mejor para la USAC y que, a la vez, ahora que se conmemora el centenario de la Reforma Universitaria de Córdoba, se aproveche la coyuntura internacional para que finalmente aquí llevemos a cabo la que tanto anhelamos y necesitamos.
Esta situación real y concreta está estrechamente relacionada con la calidad docente de la que tanto se habla, pues, asimismo, es urgente que, este año que se conmemora el centenario de la Reforma Universitaria de Córdoba, la reforma de la misma Universidad de San Carlos finalmente se lleve a cabo.
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