Por un lado, el presidente de la República, Otto Pérez Molina, informó con gran ufanía que el Pacto Hambre Cero contra la desnutrición, que siempre ha presentado como uno de los pilares de su gobierno, fue el primer año todo un éxito. ¿Sus cifras? Había logrado reducir la tasa de letalidad a la mitad en un año: de 22 a 11 muertos por cada mil afectados.
Por el otro lado, en la última semana la vicepresidente, Roxana Baldetti, que encabeza del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Conasan), se ha pronunciado en varias ocasiones sobre la necesidad de afinar, convertir en su prioridad, e incluso plantear una nueva estrategia para reducir la desnutrición, según información de la Agencia Guatemalteca de Noticias, dirigida por el Gobierno.
Sólo los muy intrépidos o los muy ambiciosos o los que disfrutan el juego del experimento, al margen de los resultados, pueden atreverse a plantear una nueva estrategia en sustitución de otra que había funcionado tan bien. Reducir a la mitad la tasa de letalidad por desnutrición en un año no es un logro menor.
¿Dónde está el truco entonces? Hay por lo menos dos.
El primero consiste en que Otto Pérez Molina no reveló la fuente de sus datos, pero basta con revisar las cifras oficiales del Centro Nacional de Epidemiología, que pertenece al Ministerio de Salud, para descubrir que algo no cuadra. Según estas, el 27 de octubre de 2012 habían muerto 123 personas de un total de 10,432 afectados. Hasta la misma fecha del año pasado, la cifra de afectados era de 10,458. Plaza Pública no conoce cuántas personas habían fallecido hasta ese momento, pero al terminar el año, nueve semanas más tarde, la cifra ascendía a 125. Lo cual significa que en todo 2011 se registraron dos muertos por desnutrición más de los que se llevaban en 2012 a finales de octubre. Y que en octubre de 2012 ya había 18 muertos más que en todo 2010.
O el presidente dio cifras incorrectas o el Centro Nacional de Epidemiología elabora informes erróneos.
El segundo truco tiene un elemento de prestidigitación, ese mover rápido los dedos de los magos profesionales: se muestra fugazmente una cifra que deslumbra, el dudoso dato de desnutrición aguda, y así se oculta todo lo demás.
Y todo lo demás es mucho.
De hecho, todo lo demás era la meta original del Gobierno.
El Pacto Hambre Cero se propuso reducir la desnutrición crónica un 10% en cuatro años, pero en 2012, un año no especialmente duro, sólo logró mantenerla en el 38.9% en niños menores de un año, según afirmó el Presidente en el trifoliar que hizo pasar por informe anual. Este año aspiran “intensificar las acciones” y mitigarla un 3%. Algo más de un centenar de muertos por desnutrición aguda puede no parecer mucho en comparación con el número de asesinatos, pero aquí cabe recordar dos cosas que Luis Enrique Monterroso mencionaba cuando era una de las cabezas visibles del activismo a favor del derecho a la alimentación: 1- que la desnutrición aguda mata, pero la desnutrición crónica es una condena de muerte que dura toda la vida; 2- que la desnutrición es la causa indirecta de casi un número idéntico de muertes al año que la violencia: no mata por sí misma, pero debilita el cuerpo al punto que permite que lo hagan enfermedades que en otras circunstancias no serían letales. Luis Enrique Monterroso, por cierto, es el secretario de Seguridad Alimentaria de este Gobierno.
Y parece que ahí es donde se asientan las preocupaciones de Baldetti. De momento, todo apunta a que el primer año ha sido un pequeño desastre en el Pacto Hambre Cero, salvo a nivel propagandístico. Desorden, descoordinación, creación de plazas clientelares, comunicadores que pasan por expertos en nutrición, la Súper tortilla que era tortilla pero no era súper, el fracaso rotundo de esa panacea de nombre burocrático que era la Ventanilla de los mil días, promoción de ideas y actividades vetustas y de rutina como si fueran pioneras y propias y salvadoras (el barrido nutricional, las intervenciones de la Ventana), carencia de estudios de implantación, los indicios de corrupción en la compra y entrega de fertilizantes, acciones aisladas y dispersas, y el escaso impacto de los procesos educativos, como señala la Encuesta comunitaria de cuellos de botella relacionados a reducción de la desnutrición crónica. O la reducción, según los cálculos del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi), del gasto social.
Otto Pérez nos sació de promesas e intentó contentarnos con un placebo de cifras sin origen, sin fuente. Pero 2012, en definitiva, fue un año que nos dejó con hambre de más.
Nota de edición: Como señalaron algunos lectores, se hablaba de tasa de mortalidad cuando el término adecuado era letalidad. Ya fue corregido.