Los dirigentes que quieren convertir en renta privada los bienes públicos se esfuerzan día con día en esterilizar el sistema de partidos, convirtiéndolos en empresas electorales con dueño y usufructuario particular.
Mientras el Congreso de la República se encuentra secuestrado por el más que evidente matrimonio de conveniencia del PP y Lider, quien fue electo como Presidente y actúa como Sultán dispone no realizar el Censo nacional de población si el Congreso no aprueba una ley electoral que reduzca el número de diputados a su sabor y antojo.
De todos es sabido que los diputados más ausentes y que estratégicamente han roto el quorum en el Congreso han sido los de la bancada oficial. Las pocas leyes aprobadas son las que han sido producidas en los bufetes de los grandes empresarios y presentadas por el Ejecutivo. Ha sido el partido del actual Presidente, el que dirige las principales comisiones y de ellas no ha salido mayor cosa. Es el PP y su aliado estratégico Lider quienes controlan la Comisión de Asuntos electorales, y son ellos los que impiden el funcionamiento no sólo de la comisión sino del pleno.
Pero al Presidente –con ínfulas de Sultán- le ha comenzado a gustar anunciar falsedades en sus discursos, tratando con ello de engañar a la población. Si en el caso de la reducción del impuesto de circulación de vehículos dice que es un gran logro de su gobierno, cuando fue él quien hace apenas 16 meses propuso la ley que lo incrementaba; en el caso de las reformas a la Ley de Partidos Políticos que él hoy con impertinente tono antidemocrático exige que se apruebe, ha sido él con su grupo de socios empresarios electorales quienes quieren una Ley Electoral a su medida.
Educado a obedecer, tal parece que quien nos gobierna en política sólo sabe bajar la testa a los dueños del país cuando le ordenan, e imponerse con tono agresivo a quienes le siguen. Pero la reforma política no es cuestión de unos pocos, es una cuestión de todos y debe ser discutida amplia y abiertamente.
El Congreso es un espacio de representación de la sociedad, por lo que si la población aumenta desmesuradamente, como consecuencia de nuestro modelo conservador de entender la reproducción, es evidente que el Congreso también aumente. Reducir su tamaño implica reducir las posibilidades de representación, beneficiando con ello a las empresas electorales que más impúdicamente venden sus decisiones políticas. De esa cuenta, el crecimiento del Congreso sólo puede reducirse si a la vez se reduce al máximo la posibilidad de que los partidos y sus campañas sean financiadas por grupos privados.
Es por ello que tampoco le interesa hacer un censo, puesto que es más que seguro que ese necesario ejercicio de construcción de informaciones nacionales le lanzarán a la cara la realidad de un país que él y a quienes obedece no les gusta mirar. Porque un censo no sirve simplemente para definir el número de diputados, ésa es sólo una consecuencia secundaria. Un censo es una herramienta indispensable para la planificación y diseño de estrategias políticas, y es de utilidad no sólo para políticos sino para todo aquel que quiera realizar acciones o promover productos dentro de la sociedad. Realizar un censo, en consecuencia, no es una dádiva del gobernante de turno, sino una necesidad para gobernar, producir y comerciar con relativa objetividad.
Tal vez el ex militar no entiende mucho de datos y estadísticas, por lo que es urgente que alguien que esté próximo a él le diga que, muy probablemente, por ello es que sus políticas han resultado tan erráticas e ineficaces, pues han sido tomadas sin considerar la realidad social, económica y demográfica del país.
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