Alguien tomó un video de los hechos. Las imágenes se viralizaron y volvimos a quedar ante el mundo como un país de salvajes. Aunado a tan aborrecibles hechos, una buena parte de la sociedad se mostró como lo que es: enferma y enajenada. Poco faltó para que pidieran el otorgamiento de una medalla para los soldados.
Las dos patológicas situaciones —golpiza y alabanzas— nos llevan obligadamente a reflexionar acerca de las causas que las provocaron. A la luz de la lógica, sin el hígado res...
Alguien tomó un video de los hechos. Las imágenes se viralizaron y volvimos a quedar ante el mundo como un país de salvajes. Aunado a tan aborrecibles hechos, una buena parte de la sociedad se mostró como lo que es: enferma y enajenada. Poco faltó para que pidieran el otorgamiento de una medalla para los soldados.
Las dos patológicas situaciones —golpiza y alabanzas— nos llevan obligadamente a reflexionar acerca de las causas que las provocaron. A la luz de la lógica, sin el hígado restándole espacio al cerebro y apegados a nuestras leyes, es conveniente analizar los tablados siguientes.
- La población está desesperada ante la incontrolable delincuencia que azota al país. Nada nuevo. Desde hace varios años, y particularmente durante el gobierno de mano dura, los malhechores actúan impunemente. Y más tarda la Policía en capturarlos que los tribunales en dejarlos libres. Como ejemplo, el domingo 7 de junio del presente año, a las 13:00 horas, dos desconocidos ingresaron a mi casa creyendo, asumimos, que nadie había en el lugar. Al encuentro visual con mi esposa, los rufianes salieron huyendo. Afuera, otro delincuente los esperaba en un vehículo en el cual se fugaron. A la fecha, no obstante la denuncia llevada a la PNC y al Ministerio Público, no tenemos resultado alguno de investigaciones que, suponemos, ni siquiera se iniciaron. Es más, uno de los policías nos sugirió no perder tiempo con la denuncia porque «podría ser peligroso».
- Los delincuentes no le tienen miedo a la Policía, solo al Ejército. Lógico es. La PNC está más apagada que nunca, es casi invisible. No tienen ni tinta para imprimir la oleada de denuncias que llegan diariamente a las comisarías, menos gasolina para los autopatrullas. En tanto, el Ejército, según el artículo Soldados, niños y paz, de Carolina Escobar Sarti, publicado el 6 de agosto de 2015 en Prensa Libre, solo para el programa Prevención de Hechos Delictivos contra el Patrimonio tiene asignados Q203 139 628.00. Justamente en ese programa está contemplado un rubro para defensa civil.
- Los soldados estuvieron fuera de todo tablado legal, justo y moral. La pregunta obligada es: ¿quién les dio la orden de agredir salvajemente a las personas a quienes atacaron como si hubiesen sido el enemigo? Ni siquiera se sabía si los agredidos eran malhechores. Su obligación tendría que haberse circunscrito a capturarlos y consignarlos ante autoridad competente si el caso lo ameritaba.
- El 24 de junio de 2013, un niño supuestamente fue violado en uno de los baños del mercado central de Cobán. Un joven estudiante iba saliendo por una puerta cuando una persona gritó: «¡Ese fue!». Sin mayores averiguaciones se juntó una turba con sed de sangre y mató al jovencito. Conforme pasaron los días, el hecho se desenmarañó. No hubo afrenta alguna contra el chiquillo ni el linchado tuvo contacto físico con el niño. En este caso, la justicia sí ha caminado. Los matadores están presos, pero, absolutamente seguro, el joven estudiante no revivirá. El hecho lo reseñé en mi artículo La presión de las masas, de fecha 18 de agosto de 2013, en este medio.
- Igual sucedió con las personas que opinaron a través de las redes sociales en este ominoso caso. «¡Son delincuentes!», dijeron. Y bien podría la familia de los agredidos demandar ahora no solo al Estado, sino a las personas que los denigraron como forajidos.
La guerra interna nos enseñó de cierta manera a convivir con la muerte, incluso a aceptarla. Pero ese perverso conflicto ya terminó. Y si queremos mantener —y en algunos casos recobrar— nuestra condición humana, hemos de aborrecer la brutalidad y la ignominia cebadas contra la persona.
El horror se utilizó durante la guerra interna como arma de control social. Y así ha sido en todas las guerras. Razón de más para recordar que el soldado solo obedece órdenes. De tal manera, correcto fue capturarlos y consignarlos. Derecho a la defensa tienen. Mas, en apego a la justicia, deberán decir la verdad en cuanto al porqué de semejante salvajada. Los agentes 007, con licencia para matar, deben quedar en el olvido, y no en una imagen de mal concebido heroísmo.
La herencia de la guerra en lo que a pánico e intimidación atañe debe romperse.
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